Sailors

Mazarredo Salazar, José de

Marino y militar bilbaíno. Bilbao, 08-03-1745 - Madrid, 29-07-1812.

José de Mazarredo fue un gran marino, el impulsor de muchas de las actividades náuticas de su época. Llegó, además, a labrar una brillante carrera militar naval, por la que se inmortalizó su nombre. Sus aportaciones a la náutica y a la técnica instrumental, sin embargo, resultan, para muchos, desconocidas, incluso para aquellos que saben de dónde procede su fama.

Descendiente de una familia noble de insignes políticos, Mazarredo recibió una educación esmerada, ingresando, a la edad de 13 años, en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. Una vez graduado, dividió su tiempo entre Cádiz y Cartagena, alternando viajes marinos con estudios teóricos. En 1766 consiguió su primer título militar, el de sub-brigadier. Luego vendrían, en rápido ascenso, grados de brigadier, alférez de fragata (1766), teniente, capitán de fragata y de navío (1776), comandante (1786) -de las Compañías de Cádiz, Ferrol y Cartagena- y capitán general (1798).

La génesis del prestigio de Mazarredo como navegante y geodesta está relacionada con el cálculo de la longitud en el mar. Era éste un problema que, en la historia de la náutica, habían abordado, por diferentes caminos, personajes diversos. Es probable que en este caso nos encontremos ante una aplicación -si no descubrimiento- "simultánea". En 1771, utilizó por primera vez el método de las distancias lunares para determinar longitudes, en el transcurso de una expedición a Filipinas, a las órdenes de Juan de Lángara (1736-1806). No es menos cierto, sin embargo, que, con anterioridad, otros marinos avanzaron en direcciones parecidas: el abate Louis de Lacaille (1713-1762) describió el método en su tratado de Navegación (1752); otro método, también para la longitud, se describió en un libro impreso en Madrid; y los británicos lo empleaban desde 1767 (año en el que parece, Mazarredo lo vio en una gaceta inglesa).

Sea como fuese, pocos ponían en duda su talento para las observaciones astronómicas y el manejo de instrumentos. Basta, en efecto, pasar revista a las expediciones en que participó para comprender que ahí residía, efectivamente, su ingenio. Y es que en 1774, también con Lángara, determinó la posición de la isla de la Trinidad, en los mares de Brasil. Hasta el punto que esas prácticas le valieron para determinar, en 1778, latitudes y longitudes en numerosos puntos de la costa española y africana, observaciones que utilizaría Vicente Tofiño (1732-1795), para preparar las cartas de su Atlas Marítimo.

La ambición intelectual de Mazarredo fue tal que fue capaz de trascender -a raíz de su nombramiento como comandante (de la Compañía de Guardia Marinas de Cartagena [1776])- los límites en que se confinaban las expediciones militares, las "razones últimas" por las que se vence o se fracasa en las batallas navales. Y él consideraba la instrucción como la principal causa. De ahí su profundo y sostenido interés por los temas educativos y formativos náuticos, que aflora muy frecuentemente en muchas de sus obras escritas; como en la Colección de Tablas que publicó para los usos en navegación, o las Lecciones de navegación (1798), el libro de texto que preparó para los futuros oficiales -cuya formación científica creía que era insuficiente-, y que, en realidad, se trataba de un resumen del Compendio de navegación de Jorge Juan (1713-1773), ampliado con el cálculo de longitud y avances en técnicas de observación.

Aunque puede sorprender que el mejor conductor de escuadras de la época buscase los secretos de la victoria naval en la ciencia, lo cierto es que Mazarredo creía que en la falta de formación teórico-práctica de los marinos radicaba una gran parte de la explicación de las célebres derrotas de Trafalgar y San Vicente (las cuáles, se ha dicho, se hubieran podido evitar con él al frente). Por ello, buscó la solución en la instrucción; más tarde escribió: 'no todos los oficiales de una Armada necesitan ser sabios; a serlo no habría Marina, cuyas fatigas de acción dicen incompatibilidad con la meditación, que sería el alimento y embeleso de un matemático sublime; pero debe haber un centenar de éstos que puedan considerarse de primero, segundo, tercero y cuarto orden.... Con estos principios propuse, en 1783, la institución de un Cuerpo de estudios sublimes en cada Compañía de Guardias Marinas para oficiales voluntarios' (Barbudo, 1945:36).

Con esta sensibilidad educativa e intelectual, auxiliado por los nuevos conocimientos (los métodos e instrumentos astronómicos galos, las tácticas de maniobra inglesas, etc.,) que adquirió en las navegaciones efectuadas con los franceses en la guerra contra Gran Bretaña, en 1781, Mazarredo fue capaz de elaborar las Ordenanzas generales de la Armada Naval, un encargo en el que se ocupó -él, y su ayudante, el capitán Antonio Escaño- durante siete años de meticuloso trabajo. Empeñado por superar los cuerpos de ordenanzas de las Marinas de Francia e Inglaterra, Mazarredo logró ampliar las ordenanzas vigentes en todo lo que hacía referencia al régimen interior y manejo de las escuadras y navíos, incluso -él mismo fue autor de un Informe sobre construcción naval (1785)- dictó las normas para la construcción y armamento de los mismos. Hay quienes ven en las Ordenanzas la culminación del empeño de la reorganización de la Real Armada. Su extensión y precisión proporcionan, sin duda, argumentos a los que encumbran esta obra.

Pero en un lugar como éste, no es en el Mazarredo militar y marino en el que hay que ahondar, por mucho, parece, de que se haya transmitido tal imagen, en el que corrientes historiográficas fuertemente enraizadas, le han retratado con facetas aparentemente separadas, considerando sus incursiones científicas y educativas como si fuesen la curiosa -y a la postre, anecdótica- extensión de un sabio. Más bien, hay que insistir en aquel del que Isidoro de Antillón -un destacado geógrafo- dijo [en sus Elementos de la geografía astronómica, natural y política de España y Portugal (Valencia, 1815), 14]: 'a nadie debe más la Geografía astronómica de España que a D. José de Mazarredo y a D. Juan de Aguirre. El primero, con un quintante o sextante de reflexión...y por alturas de Sol, Luna, Júpiter, Marte y algunas estrellas, ha determinado la latitud y longitud geográfica de [un sinfín de pueblos, entre otros muchos, de Navarra, provincias vascongadas y costa cantábrica'.

Una de las principales contribuciones de Mazarredo hace referencia a la fabricación de instrumentos científicos. Desde su cargo de capitán general del departamento de Cádiz, supervisó el traslado de instrumentos del viejo Observatorio de Cádiz al nuevo de la Isla de León. Estableció, además, dos talleres de relojes y otro de instrumentos náuticos. Para el personal, reclutó a técnicos del cuerpo de estudiantes de la Escuela de Relojería. Una generación entera de fabricantes españoles de instrumentos debe su formación a Mazarredo: fue él quien les envió a Francia y al Reino Unido para que se formasen con el célebre constructor suizo Ferdinand Berthoud (1727-1807). Entre otros, Cayetano Sánchez, el que sería constructor de relojes de la Casa Real.