Chemists

Chabaneau, Pierre François

Químico y profesor francés del Real Seminario de Bergara. Nontron (Dordogne), 24-04-1754 - 1842.

Chabaneau fue un destacado químico, uno de los varios extranjeros -otros fueron Louis Proust y Nikolaus Tunborg- que investigaron en el Real Seminario de Bergara. Aquí, precisamente, pasó a los anales de la historia de la química, al desarrollar el método más ventajoso para purificar platino a partir de las menas. Su nombre quedó, para siempre, ligado a Bergara, incluso para aquellos -posiblemente la mayoría- que ignoran a qué se debe en realidad su fama.

Aunque hijo de humildes artesanos, inició su carrera eclesiástica en el convento de Aveyron, y poco después marchó a París, siguiendo los consejos de su preceptor -un tío monje suyo-, a estudiar teología, en el Colegio de los Oratorianos. No consiguió soportar la filosofía y la lógica escolásticas, y, con 17 años, fue expulsado del Colegio. Cautivado por el ambiente cultural positivista de la capital francesa, enseñó, primero, matemáticas en el Colegio jesuita de Passy e impartió, luego, un curso público en su propio domicilio. Fue aquí, probablemente, en donde Antonio de Munibe y Xavier de Eguía -ambos comisionados de la Bascongada- le ofrecieron una cátedra en el Seminario de Bergara.

En una ciudad en la que la química estaba adquiriendo prestigio, en la que los cursos públicos empezaban a ser espectáculos de moda, dependiendo el recién graduado del patrocinio de algún científico establecido, o, si acaso, de su propia audacia y osadía -ideales para desarrollar tesón y tenacidad-, el caso de Chabaneau, en absoluto, es excepcional. Ansioso por encontrar un lugar -o, lo que era casi lo mismo- un valedor, el joven Chabaneau aceptó, en 1778, el puesto de profesor de física y de lengua francesa en Bergara, que mantuvo hasta 1787 (si bien desde 1780 impartió también química, ocupando la cátedra de Proust). Fue así, mientras ampliaba sus aún escasos conocimientos, que este joven de 24 años, en gran parte autodidacta e inexperto, hubo de enfrentarse a las exigencias docentes. En 1778, su primer año, redactó el programa de enseñanza que terminaría siendo muy criticado: Introducción al curso de Física, en el que definía las relaciones de las matemáticas con las restantes ciencias. Afirmaciones como las que "las matemáticas sin las aplicaciones físicas no son más que simples especulaciones" o "de la unión de las matemáticas con la física pueden resultar grandes utilidades, pero también grandes abusos", serían blanco de severas críticas. Posteriormente, ciertos comentaristas -por ejemplo, Juan Fagés y Francisco Yoldi, ya en el siglo XX-, cuestionarían su nivel de conocimientos, achacándole 'pedantería, pereza, materialismo, desprecio a las otras ciencias y desconocimiento del exacto valor del método experimental'. Es muy probable que, tanto los reproches sobre el estilo, como las críticas acerca de su adhesión a las doctrinas flogísticas, se basasen en prejuicios excesivamente peyorativos; y es que, como argumenta Leandro Silván, Chabaneau tenía todos los defectos imputables a las circunstancias de su juventud, pero no hay que olvidar que la Bascongada le mantuvo ocho años al frente de sus cátedras, que luego se le ofreció una cátedra de química en París, y, sobre todo, que el suyo fue el primer curso físico-químico profesado en el Estado español.

Casi de inmediato, los socios de la Bascongada comenzaron a advertir las dotes investigadoras de aquel joven de Périgueux. En 1778 reconoció unas minas de cobre de Aralar. Luego vendrían, fruto de su clarividencia, sus intenciones de realizar un mapa mineralógico y una estadística mineral de España, de estudiar las minas de hierro del país, y -lo que es sorprendente- de crear una publicación especializada, en física, química y metalurgia, proyectos éstos que no se llevarían a cabo. En 1882, tras un amago de dimisión (en realidad, más que un conato, pues regresó a París para abrir otro curso, volviendo desengañado), analizó las aguas termales de Zestoa.

En la villa ilustrada, precisamente, llegó, en 1786, a lo que sería su mayor éxito científico (y uno de los mayores del Seminario): el desarrollo de un método de purificación de platino totalmente ventajoso, esto es, la obtención -por primera vez- de platino puro maleable. No es éste el lugar para describir los pormenores y detalles técnicos de este logro metalúrgico. Baste decir que cuando Chabaneau comenzó sus investigaciones, muchos científicos ya consideraban que el platino era una sustancia de características singulares, pues era soluble en agua, precibitable y susceptible de purificación, calentando el precipitado y por forja. Innovador en este sentido fue el método mecánico de forja desarrollado por Chabaneau, que permitió eliminar las sales que fragmentaban el platino. El método nunca fue publicado, en parte porque se lo había prohibido el Gobierno español, lo que sugería que las autoridades reales estaban detrás de los experimentos con platina (no olvidemos que las cátedras de química y metalurgia eran sufragadas por el rey y que fue el Ministerio de Indias quien le envió muestras de platina); se hacía así patente la importancia para el Imperio de este metal precioso, cuyas menas dominaba España de forma exclusiva.

Cuando el método de purificación se hizo público, en una memoria leída ante la Junta de la Sociedad Bascongada el 2 de agosto de 1786, Chabaneau pasó a convertirse en una figura famosa. Rara vez sufrió a partir de entonces los apuros económicos que siempre dijo sufrir. A esto ayudó el interés de la Hacienda pública española en producir platino puro de las menas americanas. Para perjuicio del Seminario, vio cómo el Marqués de la Corona, Ministro de Indias, le volvía a encargar más trabajos que le obligaban a regresar a París, hecho que, a su vez, llevaba a la Bascongada a tener que buscar un nuevo profesor de física (éstos, por cierto, trataron de convencerle para que se reincorporara, y así parece que fue, de septiembre de 1786 a abril de 1787). Finalmente, Chabaneau aceptó, en 1787, otra oferta suculenta de los gobernantes españoles, esta vez al frente de un laboratorio químico que pusieron a su disposición, en la Casa del Platino, en Madrid, en donde investigaría con alternancias de éxitos y fracasos, en lo que hace referencia a la calidad del platino obtenido.

En 1799, regresó a Francia, siendo nombrado profesor de física y química en la Escuela Central de Périgueux. Tuvo, más tarde, alguna oferta para enseñar en la Sorbona, que rechazaría por su avanzada edad. Falleció en 1842.