Cinematic

Tierra

Coproducción entre Sogetel y Lola Films de 1996. Es el tercer largometraje de Julio Medem.

El protagonista de Tierra es Ángel (Carmelo Gómez), un ser hipersensible con una imaginación desorbitada atrapado, tal y como se plantea ya en la hermosa y sugerente escena que abre el film, en un demoledor conflicto interno. Y es que Ángel apenas puede sobrevivir a la guerra disputada en su interior por las dos personalidades distintas que habitan su alma, el Ángel terreno y el Ángel cósmico. Ángel llega a un pueblo para acabar con una plaga de cochinilla que deja en la producción vinícola de la zona un genuino sabor a tierra. Allí, los deseos contrapuestos de sus dos personalidades le arrastran a un dilema de difícil solución al aparecer en su vida dos mujeres. El ángel terreno se decanta por Mari (Silke), una joven con el sexo a flor de piel. Si ella apenas puede dominar su libido él sufre el mismo problema con la imaginación. En cambio el ángel cósmico se enamora perdidamente de Ángela (Emma Suárez), una dulce y sensible ama de casa. Ella le centra y le aporta el equilibrio anhelado. La trama se ve salpicada por diversas historias paralelas que enriquecen el relato sin romper la línea argumental. La de Patricio (Karra Elejalde), por ejemplo, el insensible marido de Ángela. La de los gitanos que ayudan a Ángel con la plaga de la cochinilla. La de Alberto (Nancho Novo), el hermano de Mari. O la de Tomás (Txema Blasco), el padre de Ángela, un hombre atormentado por el fallecimiento de su mujer.

En Tierra Medem sigue indagando en ese estilo propio lleno de sensibilidad y de emoción, dotado además de una habilidad innata de generar hermosas escenas que se quedan fijadas en la retina para siempre. Hay varias dignas de ser resaltadas. La brillante escena inicial, por ejemplo, un encadenado de imágenes que revelan un viaje desde la inmensidad del espacio hasta ese ser diminuto, la cochinilla, acompañado de una música arrebatadora y de una voz en off que pone en evidencia la gran calidad literaria del guión. El vertiginoso travelling que recorre el hilo telefónico en la conversación entre Ángel y Ángela. La escena en la que Tomás, en medio de una comida familiar, no encuentra consuelo ante el recuerdo de su mujer muerta y entonces su nieta le acaricia la mano. Caricia que da paso a otra de Ángel a Ángela cuando ésta va a retirar su plato, y que a su vez, como una onda expansiva, genera otra caricia esta vez de Ángela a Ángel provocando un verdadero temblor en el hipersensible protagonista que se propaga como un terremoto por toda la mesa. O la mágica aparición de la mujer de Tomás. Medem no inserta un contraplano de esa visión. Pero el rostro henchido de felicidad de Tomás y la mirada cómplice de Ángel lo dicen todo.

Más allá de los logros estéticos del film, Medem habla en Tierra de la angustia de vivir, de la fascinación que produce el abismo, de la fragilidad del hombre ante la inmensidad de la naturaleza y por supuesto de amor, deseo, pasión y sexo. Resaltar además la belleza del guión literario, las soberbias interpretaciones de todos los actores, el inmenso trabajo de Javier Aguirresarobe en la dirección de fotografía o la inspirada y romántica música de Alberto Iglesias. La película se estrenó en la sección oficial del Festival de Cannes. Obtuvo dos premios Goya (uno a la Mejor Música Original para Alberto Iglesias y otro para los Mejores Efectos Especiales para Reyes Abades), el premio a la Mejor Película Española en los Premios OLID de Valladolid y la Mención Especial de la Crítica en el Festival Internacional de Sao Paulo. Otro hito, sin lugar a dudas, en la historia de la cinematografía vasca.