Antón el de los Cantares.
Literato vizcaíno nacido en Montellano (Galdames, zona minera del Señorío) el 24 de diciembre de 1819. Muere en Bilbao el 10 de marzo de 1889.
Hijo de campesinos muy pobres, parece ser que su vocación literaria se despertó debido a los romances de ciego que le traía su padre cuando venía de visitar una feria.
Tuvo que abandonar pronto la escuela dedicándose al trabajos de minería y al trabajo de la tierra. A los 15 años marchó (1834), a fin de no verse implicado en la guerra, a Madrid donde trabajó duro en la ferretería de un tío suyo mientras, robándole tiempo al sueño, se forma de manera autodidacta en la lectura de los románticos españoles.
En 1845 pasa a trabajar al ayuntamiento de Madrid; la disposición de más tiempo libre le permite dedicarse, siguiendo a Fernán Caballero, Vital Aza, etc., a sus primeros borradores literarios y a conocer el mundillo apropiado. En 1851 publica el que va a ser su primer libro, El libro de los cantares, colección de ingeniosos versos sobre temas variopintos que le dará un rápido renombre a lo que contribuyeron sus colaboraciones en La Correspondencia de España, Museo Universal, Correo de la Moda y La Ilustración Española y Americana con poesías, cuentos, artículos, etc. A continuación vinieron Cuentos de color de rosa (1859) con una segunda edición a cargo de la reina Isabel II, Colorín colorado, Las hijas del Cid (1859). Cuentos campesinos (1860) y Cuentos populares.
En 1862 su vida cambió de rumbo al ser proclamado por las Juntas Generales de Vizcaya cronista y archivero del Señorío, se trasladó a Bilbao donde, pese a reconocer su precaria formación histórica, se ocupó en recopilar información para escribir "una modesta historia general de Vizcaya" que los disturbios políticos posteriores le impidieron, según confiesa, ultimar y publicar. De este período son Capítulos de un libro, sentidos y pensados viajando por las Provincias Vascongadas (1864), Defensa de un muerto atacado (los Fueros) por el Exmo. Sr. D. Manuel Sánchez Silva (1865), La paloma y los halcones (sobre las guerras de bandos, 1865), Cuentos de varios colores (1866), El libro de las montañas (1867), Bosquejo de la organización social de Vizcaya (1870), Cielo con nubecillas, recuerdos de la vida rural y familiar de Vizcaya, El molinerillo (1871), La familia cristiana (1871-1872), El gabán y la chaqueta, Las cataratas, Resumen descriptivo e histórico del M. N. y M. L. Señorío de Vizcaya (1872).
Tras el paréntesis de la II Guerra Carlista, durante la cual debió marchar a Madrid (1873) acusado de una supuesta simpatía hacia el carlismo, volvió a Bilbao donde fue rehabillitado, nombrado Padre de la Provincia (1876) y desarrolló una gran actividad: funda la sección literaria del diario intransigente El Noticiero Bilbaíno y publica buen número de obras didácticas, genealógicas, literarias, históricas, histórico-legendarias (lo peor de su producción), etc.
De los años madrileños son Mari Santa, cuadros de un hogar y, sus contornos, Narraciones populares, Cuentos de hogar, El redentor moderno.
Títulos publicados con posterioridad a su muerte son: El libro de los recuerdos (Madrid, 1898?), Cuentos de vivos y muertos (Madrid, A. Romero, 1909), Obras (Madrid, A. Romero. 1905-1914, 10 vols.). Comprende: I. El libro de los cantares. Canciones primaverales, II. El libro de las montañas. Arte de hacer versos, III. El libro de los recuerdos. Fábulas de la educación, IV. Cuentos de Color de Rosa, VI. Cuentos populares, VII. Cuentos de vivos y muertos, VIII. Cuentos del hogar, IX. Cuentos populares de Vizcaya, X. Cuentos populares de Vizcaya. El cura de Paracuellos y otras narraciones populares. Escogidas y anotadas por Theodor Heinermann... con la colaboración de D. Amado Alonso (Frankfurt am Main, 1924), Cuentos escogidos. Selección. Dibujos de Enrique Castillo (Madrid, A. Fontana, 1927), Cuentos y cantares. Selección y estudio previo del P. Alfonso M. Escudero (Madrid, Aguilar, 1959).
Su visión patriarcal y candorosa de la sociedad vasca tuvo, junto con las de Navarro Villoslada, Goizueta y Araquistain, una gran influencia sobre los llamados "euskalerriacos", generación fuerista que vivió con especial sentimiento la desaparición de las últimas instituciones forales de Euskal Herria. Su literatura, parangonable a cierto gusto de parte importante de la generación moderada isabelina por un romanticismo "bon enfant" y un costumbrismo idealizante, adolece de falta de garra y excesiva simpleza en cuanto a los personajes; el vuelo rasante desarbola sus novelas, que resultan fallidas. Incluso sus cuentos (su género óptimo), aunque bien escritos y aparentemente recogidos en su tierra, sólo tienen que ver con ella en detalles accesorios como romerías, paisajes, topografía, anécdotas, etc.