Udalak

DEBA

Ubicada en Plaza Zaharra, la iglesia parroquial de Santa María la Real sería en origen una construcción del siglo XIV, aunque el edificio que actualmente podemos admirar es fundamentalmente una reedificación iniciada en el siglo XVI y finalizada a principios de la siguiente centuria que conserva numerosos aspectos del siglo XV. Si bien la primitiva construcción era funcional para 1396 cuando menos, en el siglo XV se concretaría una iglesia gótica de tres naves escalonadas con cinco tramos y una cabecera recta. A este momento corresponden, como elementos más destacados, el cuerpo inferior de la torre situada a la entrada, efectuada hacia 1480, al igual que la portada principal, de hacia 1465, la actual puerta del claustro, antigua portada del lado sur, realizada hacia 1490, y las capillas laterales. El coro y capillas del sotocoro se realizaron a mediados del siglo XVI, encargándose Joan Martínez de Arrona de las bóvedas del sotocoro en 1554, si bien conviene destacar las capillas inferiores, realizaciones manieristas que una cartela sitúa en 1556 y que presentan un plan central cubierto por medio de una cúpula. Será en 1574 cuando el concejo de la villa decida llevar a cabo la ampliación del templo descrito. El nuevo edificio debía presentar una planta de salón, además de poseer una mayor longitud que el anterior. Aunque un año más tarde Martín de Armendia iniciaba las obras, su fallecimiento hace que le sustituya su primo Pedro de Mendiola, quien se encarga de la capilla mayor y crucero, finalizadas en 1580. La falta de recursos económicos hace que sea en 1599 cuando se continúen las obras, previo proyecto de fray Miguel de Aramburu. A pesar de que Fernando de Loidi y Joan de Arostegui se comprometen a finalizar el edificio en diez años, nuevamente surgen diferentes problemas, asumiendo en 1607 Joan Ortiz de Olaeta la responsabilidad de poner fin a las obras, algo que acontece en 1629, con la tasación efectuada por Martín Ibáñez de Zalbidea y Joan Martínez de Aguirre.

La portada principal se halla bajo la torre, con una disposición iconográfica basada en la portada de Santa María de los Reyes de Laguardia, la cual se relaciona a su vez con la de la catedral de Santa María de Vitoria. En cualquier caso, y desde parámetros puramente formales, la de Deba resulta, tal y como se ha señalado, anacrónica, dadas las diferentes cronologías de estas realizaciones. De este modo, la decoración escultórica del tímpano correspondería al periodo de ejecución de esta portada, en torno a 1465, habiéndose señalado que parte de la labor aquí incluida correspondería al círculo de Joan Acha, mientras que el Apostolado de las hornacinas situadas en las jambas son más tardías. Así, San Pedro es una imagen de hacia 1490, San Pablo se tallaría en torno a 1540 y el resto de los Apóstoles se confeccionarían alrededor de 1590. Con una calidad media ciertamente discreta, señalemos para terminar con este acceso que su complemento polícromo se debe a Diego de Zarate, que desempeña esa labor en 1682.

En cuanto al interior de la iglesia se refiere, ya hemos señalado que se trata de una planta de salón con tres naves, provista de cabecera recta poco profunda y cinco tramos, mucho más largo el más cercano al ábside, tramo llamado "crucero" en la documentación, debiendo hacer constar igualmente la existencia de diferentes capillas tardogóticas a ambos lados de las naves laterales, además de la sacristía en el lado del evangelio y un claustro al que luego nos referiremos al otro lado. Debemos el proyecto desarrollado entre los siglos XVI y XVII a Martín de Armendia, hallándose prácticamente obligado a otorgar continuidad a lo ya efectuado el tracista franciscano ya mencionado. Precisamente a Armendia corresponde el uso de artesones para cubrir la capilla mayor y una bóveda de cañón reticulada en el corredor que une el presbiterio con el claustro, elementos propiamente renacentistas que avalan la calidad del maestro. En el resto de la construcción, sin embargo, se hace uso de las habituales bóvedas de crucería estrelladas. Por lo que a la parte ejecutada por Pedro de Mendiola se refiere, las claves de esas bóvedas presentan bustos en relieve que superan el aludido marco, representaciones romanistas de indudable interés y que cabe asignar en principio al taller de ese maestro. En las restantes claves, debidas a la ampliación asumida por Olaeta, se imponen, en buena lógica, figuras de signo clasicista que, además, carecen de complemento pictórico alguno. Por otro lado, lo tardío de la fecha de finalización explica el uso canónico de los soportes, optándose por el dórico en esta ocasión. La capilla Irarrazabal, también llamada de San Pedro o de la Misericordia, es la más cercana a la cabecera en el lado del evangelio. Erigida en torno a 1470, es un espacio cuadrado cubierto por una sencilla bóveda de crucería que cuenta con un sepulcro pétreo de hacia 1485 y un retablo efectuado en 1606, mueble éste realizado por Joanes de Arbiza que alberga una Virgen con el Niño romanista de exquisita factura. Justo enfrente, en el lado de la epístola, la capilla Sasiola o de San Antón se erigiría algo antes de 1480. En su interior alberga un sarcófago labrado hacia 1490 y un retablo neogótico con lienzos de brocado flamenco como fondo, una imagen de San Miguel de la misma época, en torno a 1500, y un tríptico de pintura flamenca dedicado a la Pasión de Cristo y fechable hacia 1540. La capilla Zubelzu, también conocida como de San Juan Bautista o de la Hilandera, es la segunda por el lado del evangelio, espacio rectangular erigido hacia 1490. En su interior hallamos un sepulcro, de idéntica cronología, en el cual destacan los relieves que en su frente se disponen, de ejecución un tanto burda en realidad. De hacia las mismas fechas es la capilla Aguirre o de San Pedro, última del lado de la epístola, con una planta cuadrada y bóveda de terceletes. El sepulcro que alberga es, lógicamente, de carácter igualmente gótico, disponiéndose en el frente de la caja un relieve de la Anunciación. De hacia 1660 es el retablo dispuesto en el mismo lugar, obra clasicista presidida por una imagen de San Pedro, realización neoclásica debida a Narciso Arrúe. En 1515 se ejecutó la capilla Andonaegui, también conocida como de San Miguel o de Santo Domingo, última del lado del evangelio. De planta cuadrada y bóveda de crucería simple, el sarcófago que cobija se halla decorado con motivos propios del periodo conocido como Reyes Católicos, mientras que el retablo de San Diego de Alcalá procede del convento de Sasiola, tratándose de una realización de carácter romanista fechable en la segunda década del siglo XVII, al igual que su titular. Por último, la capilla del Santo Sepulcro es en realidad la sacristía vieja, habilitada aprovechando el espacio existente entre la capilla de los Sasiola y el claustro, dependencia que actualmente se utiliza como museo parroquial, en el cual hallamos, entre otros, un Cristo yacente del último tercio del siglo XVII.

Junto al lado de la epístola se dispone el claustro, de planta cuadrada y un único piso de galerías. En cuanto a su ejecución, se iniciaría en torno a 1500, siendo aspecto destacable su situación, mediatizada por la capilla funeraria de los Sasiola, lo cual impidió que pudiera apoyarse en la iglesia o disponerse en paralelo a sus naves. De planta lógicamente cuadrada, sus cuatro corredores ojivales presentan capillas hornacina y disponen de dieciséis vanos apuntados. Aspecto señalado es el de sus dimensiones, toda vez que la relación entre los cuadrados exterior e interior nos revela el uso de la proporción áurea (1,618). Las obras se iniciarían por el lado más cercano a la iglesia, finalizándose hacia 1520 la galería occidental. En 1547 se solicitó a un desconocido maestro un modelo de ventanal, encargándose posteriormente a Domingo de Gainza que ejecutara otros trece iguales. Resultado de todo ello es un organismo de enorme interés y atractivo. La traza para la sacristía se debe a Martín de Zaldua, quien la otorgó en 1712 -en realidad presentó tres proyectos, eligiendo el ayuntamiento una versión más sencilla del más modesto de ellos-, encargándose de su ejecución Lázaro de Lizardi entre 1713 y 1714. Situada al lado del evangelio, junto al crucero, es una sencilla construcción rectangular cubierta con bóvedas de cañón con lunetos. Alberga un mobiliario muy destacable, diseñado por Francisco de Ibero en 1770 y materializado por Domingo de Lasa y Domingo de Pellón. Preside el mueble una imagen de la Inmaculada, mientras que en la sillería se disponen alternativamente espejos y lienzos con los Apóstoles, conformando en definitiva un conjunto rococó muy señalado.

El retablo mayor corresponde al diseño otorgado en 1662 por Bernabé Cordero, quien estableció igualmente el programa iconográfico del conjunto. Un año más tarde Pedro de Alloitiz contrata su ejecución, encargando la labor escultórica a José de Palacios, escultor de Limpias. La finalización de esta obra se produciría en 1671, con el peritaje de Juan de Sagües y Pedro de Albiz, mientras que para la escultura el examen corre a cargo de José de Gárate y Diego González. De su policromía se encargaría Miguel de Brevilla y Apallua en 1678. Es un organismo que consta de banco, dos cuerpos de tres calles y ático que prácticamente viene a suponer otro cuerpo, pues cuenta también con relieves en los laterales, si bien de menor dimensión que los inferiores. El adelantamiento de las calles laterales introduce cierto movimiento a la planta, debiendo destacar además el uso de columnas compuestas emparradas. Por lo que a la escultura se refiere, digamos que el nivel medio es muy aceptable. Los retablos colaterales de Nuestra Señora del Rosario y de San Miguel se deben también a la labor de Pedro de Alloitiz, acompañado en esta ocasión de Mateo de Azpiazu, obligándose a ejecutarlos en 1683. Es dos años más tarde cuando Juan de Apaeztegui reconoce el de Nuestra Señora del Rosario, otorgando en 1686 el concejo la carta de entrega y recibo, lo cual supone que para ese año cuando menos también se había finalizado el otro colateral. Muebles de acusada tendencia vertical, poseen dos cuerpos de tres calles y remate, utilizándose como soportes columnas salomónicas de orden compuesto. Independientemente de la lógica barroquización del ornato, las imágenes de estos retablos resultan un tanto anodinas. Los retablos de San José y San Roque son dos modestas pero correctas realizaciones situadas en las dos columnas delanteras del templo que trazó y ejecutó Ignacio de Ibero en 1749 y 1750. Obras de carácter rococó, su disposición motiva su planta semicircular, quedando relegadas a un segundo plano las calles laterales. En cuanto al desarrollo escultórico, se trata de realizaciones igualmente modestas. Por último, conviene citar que los púlpitos situados en esos mismos soportes se realizarían hacia la misma fecha, debiéndose los guardavoces a Lucas de Camino, quien los ejecuta en 1752.