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Armentia

Iglesia de San Andrés

La iglesia de San Andrés de Armentia fue construida a finales del s. XII por el entusiasta obispo de Calahorra, D. Rodrigo de Cascante. Es, desde luego, a pesar de las reformas de 1776, uno de los monumentos románicos más hermosos y finos del país. Es difícil saber qué desapareció con la reforma y cuál era la disposición arquitectónica del primitivo templo.

El licenciado y presbítero D. Bernardo Ibáñez de Echarri, natural de Vitoria, nos describe la primitiva iglesia, 24 años antes de ser reedificada, de la manera siguiente:

Obra tan magnífica, toda es de piedra blanca, labrada a regla, de cantería contigua de San Bartolomé, propia del cabildo de Armentia; es de una nave muy capaz, su planta prolongada con su crucero que contiene dos altares: al lado del Evangelio el de Ntra. Sra. del Rosario, en que está fundada su cofradía, y al de la Epístola, el de nuestro patrón San Prudencio, con una imagen del santo de primorosa escultura y en el segundo cuerpo una antiquísima pintura que representa su entrada en Osma, cuando fue a pacificarla. En el altar mayor que le recibe una concha lisa de sillería (el ábside) primorosamente ejecutada, está de bulto su titular San Andrés. Hay en lo interior un caracol muy capaz para el tránsito de la iglesia al coro y de éste a lo superior de las bóvedas que son de la misma piedra, afianzadas en sus arcos sillares de medio punto. Por la parte de fuera hay unos arcos antiquísimos cerrados de mampostería, que denotan estuvo allí el atrio o pórtico en que hay un lucillo donde esta enterrado algún eclesiástico, como lo manifiesta una estatua que está puesta sobre su sepulcro con distintivos y señales de que fue sacerdote, a quien representa. En la parte superior del crucero, hacia el altar de Ntra. Sra., hay una puerta por donde se sale a un claustro antiguo que arguye la regularidad de sus prebendados. La fachada es de lo más primoroso en este particular; divídese en dos cuerpos y en el superior está Cristo con su apostolado de talla entera. En el segundo está en un óvalo el cordero de Dios tremolando el estandarte de la cruz... Debajo está el Lábaro de Christus.

En la radical reforma hecha en 1776, desapareció la fachada que mereció le diese Ibáñez el título de primorosa; y en la actualidad, sin ser la iglesia de San Andrés uno de los monumentos arquitectónicos en los que se atesora toda la grandeza artística de una época, es una preciada joya del arte románico y sirve para demostrarnos de una manera palmaria los adelantos que en el s. XI había hecho en Álava la arquitectura.

D. Federico Baraibar, en su obra Epigrafía Armentiense dice:

La primorosa fachada desapareció, pero el director de las obras conservó la mayor parte de los miembros arquitectónicos y de los relieves, trasladándolos a un pórtico con cinco arcos de medio punto, a la parte del Mediodía, en el cual se halla ahora la entrada de la iglesia. Se tapió la puerta que quizá se abría en el crucero. Se colocó sobre el lucillo del eclesiástico el tímpano de la puerta primitiva, exornando su periferia exterior con una franja de vástago y flores. En los arcos antiquísimos de que habla Ibáñez, se acomodaron diferentes relieves que, al parecer, representan entre otros asuntos el enterramiento de Jesús, su bajada a los infiernos y la parte inferior en el que figuraba su Resurrección gloriosa. El tímpano del cuerpo superior de la imafronte se puso a la izquierda del realzado por el Divino Cordero, con el relieve que representa a Santiago a un lado y al otro el de la Anunciación. Al extremo izquierdo quedó la puerta con su arco de medio punto, embellecido por hojas de acanto iguales a las que encuadran el relieve del apostolado. Las jambas de la puerta son, sin duda, impostas de la antigua fachada, aprovechadas para este objeto. Es la fachada actual de piedra sillería decorada muy sobriamente y varios mascarones y canecillos con monstruos, que parecen ser obra del s. XII y, por lo tanto, adornos de la primitiva, sostienen su tejaroz; de dicha época deben ser también los pedazos de falso ajedrezado que sostienen las ventanas y la fachada descansa sobre cinco arcos viñalescos que franquean la entrada al pórtico; en él están acumulados los restos románicos, los bajos relieves representando dos pasajes del Antiguo Testamento y el tímpano a Jesús con los Apóstoles. Tres arcos sostenidos por tres columnas sirven de marco a los bajos relieves que, aunque han sufrido las injurias del tiempo y de los hombres, aún conservan la tosca labor no exenta de elegancia de la escultura románica. Importantes son también los deterioros que han sufrido las labores que adornan los fustes de las columnas: las de dos parecen representar una cariátide y la tercera el sacrificio de Abraham, y todas tienen hermoso capitel bizantino. Sobre la estatua yacente de un eclesiástico, colocada ya en 1752 en la pared exterior de la iglesia, hoy interior del atrio, asentóse el referido tímpano, con el cual, y con varios balaustres ochavados, se hizo un remedo de enterramiento, donde se echa de ver extraña disparidad de estilos. La parte superior es del s. XII y el bulto sepulcral, según D. José Amador de los Ríos, pertenece al s. XIV. Forma el tímpano un arco de medio punto, cerrado por una faja larga de 1,84 m., paralela a la de abajo, a una distancia de 39 cent. El tímpano resulta de este modo distribuido en dos zonas: la superior entre figuras arrodilladas y orantes de San Juan Bautista y de Isaías, ostenta en el centro un nimbo circular con el simbólico agnus; en la inferior dos ángeles tendidos longitudinalmente, en actitud voladora, sostienen otro nimbo con el crismón o lábaro. El monograma de Cristo, formado con el enlace de una X, una P y una S, aparece flanqueado por el alpha y la omega e inscrito en el nimbo que representa el mundo, sobre el cual se extiende y a cuyos límites llegan los brazos del aspa. Es de notar que, además de estos brazos hay otros dos horizontales que forman cruz con el vástago vertical de la P. Tal circunstancia no parece, sin embargo, rara y menos peculiar del crismón armentiense, pues sin haber hecho indagaciones expresas, la hemos visto en los que en el cementerio románico de San Juan de la Peña, exornan sepulcros de nobles aragoneses y a la cabeza de una escritura de 1174. Hay en el pórtico varias inscripciones que, separadas en la acertada forma que lo hace el señor Baraibar, son diez. En el borde externo de la zona superior:+ REX : SABBAOTH : MAGNVS : DEVS : EST : ET : DICITV : AGNVS :. El haberse unido indebidamente a esta obra dos inscripciones, ha motivado confusiones, pues algunos han hecho de las tres una sola. En el círculo que sirve de marco al Divino Cordero: Yo soy muerte en la muerte, me llamo cordero y soy león fuerte. En la que horizontalmente divide el tímpano: Por ésta se hace accesible a todo fiel la puerta del cielo. A la izquierda de San Juan, sobre el fondo de la zona superior: : IQHS : BBA :. En el pergamino que muestra San Juan: ELCE AGNVS DEI. A la izquierda de Isaías: ISAYAS. En la filacteria que Isaías sostiene en la mano derecha: SIGVT OVIS. A la izquierda, sobre el borde externo del tímpano, en el trozo comprendido entre el diámetro inferior y la faja media, a los pies de uno de los ángeles que sostienen el crismón: AGELVS. Ambos letreros dicen lo mismo: uno ángelus, con el nombre de origen griego; otro con la perífrasis latina Dei nuncius. Así se evitan repeticiones, lo cual si fue de propósito, revela no poco atildamiento. Como en el tímpano todo parece intencionado, los divinos nuncios de la zona inferior acaso representan al ángel apocalíptico que, con el evangelio eterno, vuela por mitad del cielo, mientras en honor del Agnus retumba «como voz de muchas aguas» el himno de los 144.000 elegidos (Apocalipsis, XIV 6). Confirma esta suposición la circunstancia de hallarse los dos ángeles sosteniendo el crismón, símbolo conciso y enérgico, donde descuellan el alpha y la omega, con la augusta significación que en los comienzos de la Apocalipsis tienen esos signos.

La basílica -resume Micaela Portilla- es de planta de cruz latina, con ábside semicircular, presenta linterna nervada en diagonal con tetramorfos de cuerpos humanos y cabezas aureoladas. Los capiteles interiores son muy bellos: acantos bien trabajados, aves de cuellos estilizados, esbeltos felinos enfrentados y opuestos, jinetes en actitud de lucha entre complicados tallos, fieras cebadas en sus presas, monstruos devorando a seres humanos, torturantes mascarones y todo un mundo rico en simbolismo y alegoría. El exterior del templo es más sencillo. Destacan los canes de la fachada sur con sirenas, seres monstruosos y otros elementos decorativos. En el ábside una imposta escaqueada y estrechos ventanales aspillerados, prestan elegancia y belleza a la vista del templo desde Oriente.

Referencia. V. V., Álava, «Geografía General del País Vasco-Navarro» y Micaela Portilla, Álava. Vitoria, 1968.

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