Lexikoa

FERRERÍA

El declinar de las ferrerías. En el siglo XVIII se comienzan a notar indicios de concentración capitalista en los establecimientos donde se trataba el hierro, aunque no se alcanzara ni de lejos el grado de concentración inglés de la época, ni se hubiera operado todavía la revolución técnica del carbón mineral y la máquina de vapor. Se advierte una especialización de ferrerías que trabajan exclusivamente para satisfacer necesidades militares mientras otras trabajan para la población civil. Existen manufacturas reales de armas en Placencia, Eibar, Mondragón, Tolosa, Alegría; las forjas de Leiza, Erasun, Goizueta fabrican clavos para la flota real; la de Eugui, después trasladada a Tolosa por razones estratégicas, produce bombas y balas de cañón. La de Banca, en el valle de Baigorry, fabricaba en 1755 cañones y balas de cañón, y producía 3.000 quintales de hierro. 18 ferrerías guipuzcoanas forjaban anclas a final de siglo; la mayor parte estaban establecidas a orillas de los ríos Urumea, Oria y Leizarán. Hacia 1770 una ferrería instalada junto al río Oarso, en Rentería, poseía una costosa fandería o tren de laminación. Comenzó siendo del Estado, pero pronto fue transferida al capital privado. Más tarde se montó otra fandería en la ferrería de Iraeta, sobre el Urola. En la segunda mitad del siglo XVIII se introdujeron nuevos adelantos, al amparo de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País. En 1776 se abrió un concurso para comparar la efectividad de los sistemas de fuelles o trompas para insuflar aire en los hornos, que no consiguió un resultado positivo. La mayoría de las pruebas se efectuaron en la ferrería de Amaroz. (v. PAPELERA DE AMAROZ). La Sociedad subvencionó también viajes de estudio a las principales ferrerías de Austria y Suecia, otorgó premios a los inventores de nuevos procedimientos, publicó trabajos técnicos, etc. La extracción del hierro para su exportación en bruto fuera de Vizcaya supuso un peligro para las ferrerías, peligro que el Fuero conjuraba en lo tocante a la legalidad. En 1713 los ferrones vizcaínos denunciaron la contravención de esta norma. También la desforestación progresiva fue una grave amenaza para las ferrerías. Ya en 1332 se prohibió en Alava el establecimiento de forjas nuevas, con el fin de preservar los bosques. Las forjas de Bidarray, Arnegui, Came dejaron de trabajar en el siglo XVIII por falta de madera; en 1786 paró por la misma razón la de Baigorry, y más tarde la de Larrau. Una disputa entre una fundición de cobre y otra de hierro en Banca, en el valle de Baigorry, a causa de que los bosques de las inmediaciones no podían abastecer a las dos forjas, no cesó hasta quedar cerrada la fundición de cobre en 1767. A comienzos del siglo XIX las cuatro ferrerías de Cegama, en Guipúzcoa, consumían anualmente de I.000 a 2.000 Tm. de carbón vegetal. Teniendo en cuenta que por entonces trabajaban, sólo en Guipúzcoa, 94 ferrerías, con una producción de 10.000 Tm. de hierro, se comprende que las reservas de leña disminuyeran peligrosamente. En breve las ferrerías vascas hubieran declinado a causa de la falta de madera si ya antes la aparición de la moderna industria siderúrgica no les hubiera administrado el golpe de gracia.