En esta pequeña población del valle del Rojo, de caserío disperso, destaca el patrimonio artístico religioso. Dentro del núcleo urbano, la iglesia de Santa Eulalia y en el llano y en dirección norte, la actual ermita de Santa María de Tobera, que en origen fue la iglesia parroquial del actual despoblado del mismo nombre.
La iglesia de Santa Eulalia es de pequeñas dimensiones, como corresponde al discreto poblamiento del que forma parte. Su ingreso se hace por medio de un arco apuntado con doble arquivolta decorada únicamente con baquetones. Esta portada, orientada excepcionalmente hacia el norte, a causa de los condicionantes orográficos, se cobija por un pórtico de carácter popular con techumbre de vigas de madera y bovedillas. Sobre él las antiguas escuelas, hoy espacio rehabilitado para uso social. Como complemento arquitectónico vemos en el lado oeste una espadaña con la parte inferior de sillarejo y un cuerpo de campanas en piedra de sillería con tres vanos de medio punto para las campanas, en dos pisos. Todo ello rematado con pirámides y bolas que nos ayudan a datar la construcción en el siglo XVII avanzado o XVIII.
El interior consta de nave única con bóveda apuntada, sujetada por arcos fajones también apuntados y con cabecera recta, como venía siendo habitual en nuestro territorio (M. Portilla, 1983: 51). Tanto la portada como el perfil de la nave nos ayudan a datar esta construcción en el tránsito del Románico al Gótico en nuestro territorio, en torno a 1200. En la nave y justamente antes de acceder al presbiterio, se abren sendas capillas laterales con arcos de medio punto, dando sensación de falso crucero. Otra dependencia imprescindible en una iglesia, la sacristía, se sitúa aquí tras la cabecera. En la actualidad, lamentablemente, todos los muros interiores de la iglesia han sido picados hasta la altura del arranque de la bóveda, habiéndose perdido con el enlucido, las decoraciones pictóricas medievales y modernas, que sin duda decoraron la construcción.
En cuanto al ajuar mueble que contiene la iglesia de Tobera, destaca su retablo mayor, barroco rococó de hacia 1777-1779. Aunque no se ha documentado, hay indicios estilísticos considerables que invitan a pensar que puede ser obra de Manuel de Larios (J. J. Vélez Chaurri: 182 y 471). Este retablo se adapta perfectamente a la cabecera plana, incluye en la parte inferior sendas puertas que dan acceso a la sacristía y cobija las tallas también barrocas de la Inmaculada Concepción, san José y san Antón, ambos con el Niño en brazos y otro santo no identificado en el ático.
En la capilla lateral del lado de la epístola destaca un retablo barroco clasicista de comienzos del siglo XVII con la imagen de la Virgen con el Niño. En la capilla frontera a ésta, posiblemente de patronato privado, según se aprecia en la clave de al bóveda de crucería, se conserva la imagen de santa Catalina, talla del siglo XVI que formaba conjunto con una pequeña hornacina portátil con decoraciones de grutescos en grisalla sobre fondo azul, hoy en proceso de restauración en el Servicio de Restauraciones de la Diputación Foral de Álava. Igualmente, en esta capilla, se custodia una talla tardogótica de un santo no identificado y muy dañado en su policromía. Se completa el apartado de las tallas en madera con un buen Crucificado del Romanismo, del último tercio del siglo XVI, que hoy está colocado en el presbiterio.
Destacan también en la iglesia de Tobera otras piezas del ajuar mueble como son, el archivo de tres llaves, situado en la nave, en el muro del evangelio, con una discreta puerta de madera, donde se guardaban bajo llaves, los documentos más relevantes de la parroquia y del pueblo. Un púlpito de madera decorado con papeles que imitan casetones y grecas clásicas, adosado a la misma pared, y con barandilla de forja. La cajonera de la sacristía, de madera tallada. La pila bautismal medieval, situada bajo el coro y la pila de agua bendita, cercana a la puerta de entrada.
En la actual ermita de Santa María de Tobera, de sólida construcción románica y de marcado carácter popular, destaca el ábside semicircular con interesantes decoraciones labradas en la piedra (M. Portilla, 1983: 51) (A. Urturi et al., 1983: 17/23) (J.J. López de Ocariz, 1997: 105/106). Se trata de una pequeña iglesia de una sola nave, con orientación este-oeste y rematada con pequeña espadaña, de dos arcos, hacia poniente. En su parte inferior de su muro, bajo la ventana, se conserva una lápida conmemorativa en la que se lee "ESTA OBRA MANDO HACER D. DIEGO HURTADO DE MENDOCA CONDE DE LACORZANA SEÑOR DE ESTA BILLA DE SANCTA MARIA SIENDO ALCALDE P. SAENZ DE TUYO AÑO DE 1650" ( M. Portilla, 1978: 575). La puerta, de arco de medio punto de escasa perfección se abre hacia el sur. Se aprecia en el exterior al menos dos fases en su construcción, la cabecera levantada con piedra de sillería bien labrada y el cuerpo de la nave, con sillarejo. Éste último ha sido cubierto recientemente con una techumbre de madera de par y nudillo con tirantes, construida por un taller de talla de madera que organizó la Fundación Santa María en la catedral homónima de Vitoria-Gasteiz.
La cabecera románica, que se corresponde al interior con el presbiterio de la iglesia, cuenta con ábside semicircular, divido en tres paños por dos esbeltas columnas adosadas y rematadas con basas y capiteles decorados geométricamente y un tramo de bóveda de medio punto sobre muros rectos. Hacia el exterior se abre una ventana abocinada y rematada en medio punto en el centro del ábside y otras dos en los muros rectos del presbiterio. La cornisa exterior se decora con un friso de taqueado jaqués sobre modillones historiados. Otras dos líneas de esta misma decoración en damero se colocan en los muros del ábside a la altura del límite inferior y del arranque del arco de medio punto que remata las ventanas, otorgando unidad a los muros desde el exterior. Estos vanos se decoran en el remate superior con el mismo taqueado jaqués en su extradós y con bolas en el intradós. Lo más característico y también lo más atendido desde el punto de vista histórico-artístico han sido los canecillos que sujetan la cornisa, por su interesante iconografía. Aunque muy mutilados hoy en día, todavía se puede apreciar dos representaciones de coito y un hombre con gesto procaz. Otro de los canecillos nos muestra una cabeza de animal de cuya boca sale la pierna de un hombre en clara referencia a los diferentes pecados y con un tono moralizante muy propio en la cultura popular del momento (A. Gómez, 1898:269/276).
En el interior de reducidas dimensiones, apreciamos como el presbiterio románico se estrecha con respecto a la nave por medio de pilares angulares que desembocan en el gran arco de triunfo, de medio punto, que descansa sobre columnas adosadas al muro. Seguidamente tenemos el tramo recto del presbiterio y el ábside cubiertos ambos con bóveda de cañón y bóveda de horno respectivamente. Como en el exterior, dos líneas de taqueado jaqués decoran los muros y unen los tres vanos de la cabecera, que se decoran igual que en el exterior, por medio de taqueado y bolas.
El interés iconográfico del interior se centra en los capiteles historiados de las columnas del arco de triunfo, con un estilo muy esquemático propio del Románico rural. En ambos se localizan representaciones humanas separadas por grandes piñas, que dividen las diferentes caras del capitel. En el del muro norte se pueden ver una figura masculina desnuda, una serpiente y otra figura vestida con túnica hasta los pies y un arquero también desnudo. Parece ser que se trata de una alusión al frecuente enfrentamiento entre el bien y el mal. En el capitel del muro sur, un cuadrúpedo, una figura femenina con túnica hasta media pierna y a su lado un pez y por último y tras un cuerno o tuba, otra figura humana vestida del mismo modo que la anterior y con un puñal en la mano. Este último ha sido interpretado como una escena de caza o como clara alusión al sacramento del Bautismo o de la Eucaristía, de acuerdo al simbolismo del pez (A. Gómez, 1898:269/276).
Es de gran interés comprobar como en el interior del ábside se conservan amplias zonas coloreadas tanto en los paños de muro como en los capiteles y decoraciones geométricas, lo que nos ayuda a recrear como fueron estos espacios sagrados en época medieval y moderna, completamente policromados. Completa el ajuar mueble de esta ermita una pila bautismal medieval de copa lisa y basa troncopiramidal.
Amaia GALLEGO SÁNCHEZ (2008)