El primer incidente de consideración tendrá lugar en Bilbao en octubre cuando el nuevo Corregidor, Juan Calderón de la Barca, haga publicar nuevas Reales Órdenes y ordenanzas tendentes a aminorar el precio de la sal. El anuncio venía a significar el acto formal de la reinstitución del impuesto sin tener en cuenta a la Diputación.
La explosión popular fue intensa y violenta. En primer lugar fueron quemadas por la multitud las Reales Órdenes en la plaza mayor de Bilbao, frente al edificio en el que se celebraba la sesión de la Diputación. A continuación los amotinados (principalmente gente de extracción social baja) asaltó los depósitos de sal y durante más de tres días se desarrolló una auténtica cacería de elementos reales obligados a esconderse en domicilios particulares y en sagrado. Sólo hubo un muerto -Domingo de Castañeda, procurador de la Audiencia del Corregidor- pero varias casas fueron saqueadas y/o quemadas.