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MILICIA (NAVARRA)

La Real Orden de 1803. Tras la guerra, el País Vasco va a vivir en un estado de total confrontación con Godoy que prepara su muy conocida ofensiva teórica y política contra los Fueros de las cuatro provincias. Por una R.O. del 4 de julio de 1803 las Vascongadas y Navarra eran obligadas a engrosar con 2.000 hombres el ejército real. Dicha R.O. dio lugar, junto con el asunto del Puerto de la Paz, a la agitación y sedición llamada «Zamacolada» que se estudia en artículo aparte. Vizcaya fue ocupada por la tropa creándose un Comandante Militar de Vizcaya y un Gobernador de Bilbao que durará hasta 1808. En Navarra no hubo sublevación pero sí una gran tensión. Refiere Rodríguez Garraza que habiéndole correspondido a Navarra reclutar 800 hombres, la R. O. dio un mes de tiempo para reclutarlos. Y la Diputación (representación de 11 de julio de 1803) se explana al Gobierno diciendo que obedece la R. O. , pero que no la cumple. El alcalde de Corte en Navarra, Juan Angel Morales e Illescas, comisionado por el Gobierno para esta leva «ha empezado por una distribución a los pueblos-se dice en la representación- que, en mucha parte, ha sido defectuosa, y exige con apremios, cominaciones de multas u otras severas providencias contras las Justicias que apronten las personas que les ha cabido, sin querer oír las representaciones verbales o por cartas que, deferentes, le han hecho, exponiendo fielmente que en sus pueblos no hay personas de calidades que piden las Reales Ordenes; y por este temor se han quitado a la agricultura y a las artes muchos brazos inocentes y laboriosos». A pesar de todo, es igual, dice Garraza: para su cumplimiento está el comisionado del Gobierno, Morales. Ni siquiera el virrey puede contener sus excesos en la leva de gente. Por lo menos, así lo declara a la Diputación, a la que aconseja que se dirija al monarca. El asunto es grave, más aún que el de las contribuciones, porque a éstas ya estaba acostumbrada Navarra, pero a las quintas, no. Por consiguiente, se piden Cortes. Es la Constitución la que está en peligro, y sólo puede responsabilizarse el reino reunido con sus Tres Estados. Como es natural, nada cabía esperar para que, con sus compromisos políticos, Godoy respetase las instituciones de un pequeño reino. El asunto estaba resuelto, y Navarra oirá otro exabrupto: en lugar de Cortes, se formará una Junta compuesta por el virrey, el regente y un ministro del Consejo. La Diputación expone su triste situación con objetividad: «La R. O. -dice- ocasiona a la constitución del reino el golpe más doloroso y sensible». Pero la última palabra del Gobierno es que se ejecute la ley, y que se haga la quinta por medio de la Junta. El 17 de octubre de 1806 se exige a Navarra 1.498 hombres para el ejército. «Para mantener la tranquilidad habida en sus estados hasta nuestros días -dice la R. O.-, mandamos que las provincias que no tengan milicias concurran por ahora con 20.000 hombres, por lo que corresponden a Navarra 1.498, dejando para las levas que cada provincia emplee los métodos más idóneos a su constitución». La Diputación tiene varias deliberaciones. Pero podía hacer muy poco, y representa a Godoy sin energía -«lo hace simplemente por escrúpulos de ley» dice-, e insinúa la reunión de Cortes como el medio más adecuado para satisfacer el servicio. El Príncipe de la Paz responde que no hay tiempo para Cortes, pues el servicio es muy urgente. Acepta, sin embargo, la oferta de 3.000 reales por cada hombre. Esta va a ser la táctica que emplea, a partir de estas fechas, la Diputación de Navarra junto con las Diputaciones vascongadas. Tal es así que en 1807, el virrey pide «hombres o dinero» para el reemplazo del ejército, por lo que la Diputación acabará pagando 3.000 reales vellón por cada hombre. Las continuas guerras y estados de sedición interrumpirán este intento de homogeneización de la Monarquía española.