Filólogos

Gouhier, Charles Felix Hyacinthe

Conde de Charencey.

Erudito francés, conde de Charencey, nació en 1832 y murió en 1916.

Filólogo y lingüista de gran prestigio, se especializó en el estudio de las lenguas y de la arqueología precolombinas. Fundador, en 1865, junto con Abbadie y Schoebel, de la Sociedad de Lingüística de Paris, y de la Sociedad Filológica en 1867. Se dedicó también al estudio del euskara, del que se hallaba preparando un Dictionnaire étymologique de la langue basque, que dejó sin ultimar tras haber consagrado a este empeño cuarenta años de su laboriosa vida. Fruto, asimismo, de esta asidua dedicación al estudio del euskara viene a ser una copiosa mies de artículos y ensayos que andan desparramados en diversas publicaciones periódicas. Citaremos La langue basque el les idiomes de l'Oural. Premier fascicule: Structure grammaticale et déclinaison, París, 1862, y Recherches sur la déclinaison basque [et comparation avec divers idiomes], Montagne, 1866.

Si es impresionante la cantidad de letra que el conde de Charencey ha dedicado al esclarecimiento del misterio del euskara, no cabe decir otro tanto cuando se lo enjuicia desde el punto de vista de la calidad de su esfuerzo histórico-filológico. Sus trabajos desde luego, nunca fueron recibidos con simpatía en nuestro País, sin duda porque -como escribe Resurrección María de Azkue en el Prólogo de su Diccionario vasco-español-francés (Bilbao, 1905, p. XVII)- "maznaba y sobaba la lengua para fuera", mostrando una marcadísima tendencia a negar carácter indígena a las palabras del léxico vasco. Sobre eso, se le achaca de fundar sus hipótesis e interpretaciones ("fantasías", llamaba Azkue) sobre una documentación insuficiente, y de carecer en general de método. Ello no es óbice, empero, para que hayamos de reconocer que, al lado de un gran número de etimologías erróneas, propuso igualmente, a menudo por pura intuición o "por el medio de una dialéctica ilógica" -según se expresa Georges Lacombe-, otro número igualmente grande de etimologías exactas. Queda, luego, que nuestro conde sabía a las tantas ver sus errores y corregirlos, aunque le sobraba vehemencia al sostener sus asertos.

Ref. George Lacombe: "H. de Charencey", RIEV, 9 (1918), 223-225; J. de Urquijo: "Vascólogo fallecido. El Conde Jacinto de Charencey", Euskal Esnalea, 6 (1916), pp. 181 y ss.