Sources historiques

Genealogías de Meyá

Los críticos difieren entre sí al discurrir acerca de su autenticidad, antigüedad y valor histórico. Después señalaré las deficiencias de éstas; ahora voy a trazar, en cuanto cabe, la historia y descripción del manuscrito. De dichas Genealogías conocemos dos versiones; la del Códice de Santa María de Roda, que copió primorosamente el Sr. Palomares, y la del Códice de San Isidoro de León; la genealogía es doble; de las rotenses, su poseedor D. Manuel Abad y Lassierra envió una copia al Sr. Traggia, que la publicó entre los documentos justificativos del "Discurso histórico sobre el origen y sucesión del Reino pirenaico". (Memorias de la Real Academia de la Historia, tomo IV, Madrid, 1805), ilustrada con las variantes del legionense. Tocante a las rotenses, dice el docto académico Sr. Traggia:

"La doble genealogía de los reyes pirenaicos está sacada de un códice, escrito a fines del siglo X, del priorato de Santa María de Meyá, que copió y me franqueó el erudito y sabio señor D. Manuel Abad y Lasierra, arzobispo de Selimbria, etc., y de un códice de San Isidro de León, cuyas variantes se ponen al pie, y que se cree escrito en el siglo XII". Algunos suelen llamar, al Códice más antiguo de los dos que contienen las genealogías, no sólo "medianense", sino también, disyuntivamente, "o de Roda".

Sin duda esto se debe a lo que dice el Sr. Palomares en su copia, la cual se rotula:

"Colección de diferentes cronicones antiguos que se hallan en un códice gótico ms. en vitela, de fines del siglo X, el cual parece haber sido de la Santa Iglesia de Roda. Copiados fielmente de su original y demostrados sus caracteres para el uso de la Real Academia de la Historia, de orden de su director el ilustrísimo Sr. D. Pedro Rodríguez Campomanes, por Francisco Xavier de Santiago Palomares. Año MDCCLXXX".

La labor caligráfica del Sr. Palomares es tan primorosa que sus facsímiles producen la misma sensación de los documentos originales, que no conocemos. Existen otros manuscritos de las genealogías; uno de ellos es un ejemplar, en pergamino, que estuvo en la biblioteca de D. Luis de Salazar y Castro, y finalmente, en la de la Academia de la Historia, y otro que es una copia en papel hecha por D. Francisco Llobet y Mas, que sucedió en el priorato a D. Manuel Abad. Vemos que en el título general puesto por Palomares no suena el nombre de Santa María de Meyá, que mencionó Traggia. ¿Cómo salió el Códice de Meyá y fue a parar a la iglesia de Roda, o viceversa? El Diccionario de Miñano menta cinco Rodas: en Segovia, Murcia, Aragón y Cataluña (Vich y Tarragona). Sin duda la poseedora del Códice fue la Roda aragonesa, de la que dice Miñano tenía parroquia colegiata y cuyo archivo es "rico en memorias antiguas".

Santa María de Meyá está sita en Cataluña, obispado de la Seo de Urgel. Las andanzas de este Códice forman una pequeña odisea. En Meyá no estuvo más que de paso, durante el priorato de Abad y Lassierra; existe en la Academia una copia hecha en vitela, de letra de Palomares y con facsímiles del mismo de la letra original, a la cual precede la siguiente noticia:

"La colección de Cronicones que contiene este volumen se copió fielmente de un Códice Gótico manuscrito en vitela, que parece haber sido de la biblioteca de la antigua Catedral de Ribagorza y hoy se halla entre los manuscritos de D. Manuel Abbad y Lassierra, Prior de Meyá, el cual lo adquirió. .. entre los desechos de una librería, al parecer del Arcediano don Diego Joseph Dormer, Cronista del Reino de Aragón; y por las cartas originales del mismo Arcediano Dormer, que casualmente encontró entre las hojas del referido Códice... consta ser este mismo el que en 10 de junio de 1699 se hallaba en el Archivo de la Catedral de Roda... Ella es una Colección rara de los Cronicones; unos, olvidados y son los que ha parecido conveniente copiar; otros, conocidos... por el carácter de la misma letra y del contexto de diferentes pasajes se há claramente de ver se escribió este Códice a fines del siglo IX".

Al final del Códice de la Academia viene un dictamen del Prior de Meyá:

"El Códice de la Catedral de Roda es una Colección de Cronicones escritos de varias plumas de diferentes tiempos... Las genealogías de los Reyes de Pamplona, Condes de Aragón y demás Príncipes, que trae al folio 231, no tienen data... ninguno de los (Príncipes) que expresa me parece excede el año 950; y es de creer que a haberse escrito después no omitiría la noticia de los Príncipes que llegaron hasta su tiempo".

En el Códice de Meyá figuraban cincuenta y cinco Cronicones, según el índice de la copia íntegra; al fin de él se halla una adición que dice: Initium regum Pampilonensium, de pluma posterior y poco exacta, copiada del Cronicón Albeldense, que nada debe influir para conjeturar la antigüedad del Código; asimismo contiene una docena de notas cronológicas. El Sr. Sampere colige de su examen que los tratados más antiguos del Código de la Catedral de Roda se escribieron antes del año 865; las genealogías, por lo años 950; yo opino que éstas, durante el reinado de Sancho I Garcés, que reinó de 905 a 925, o de su hijo García, a quien también nombran; pero advierto que las genealogías de los Condes de Aragón, insertas en el mismo Códice, nos llevan a los días del rey García III Sánchez (926-970); me falta saber de una manera cierta si las genealogías argonesas son de la misma letra que las nabarras. Ignoramos quién es el autor de ellas; yo encuentro probable atribuírselas a un monje nabarro, o a otra persona que por lo menos tenía pleno conocimiento de las cosas de Nabarra. El escritor catalán arriba citado, dada la predilección que las genealogías experimentan por las cosas del reino de Pamplona, supone que aquí fueron escritas. Tocante al punto escabroso de marcar la edad de los documentos antiguos por la naturaleza de su letra, no se ha de olvidar el principio general de que ésta, cuando no nos las habemos de una manera cierta con documentos originales, sólo nos demuestra la época en que éstos pudieron copiarse, no la en que por primera vez se escribieron.

Las genealogías de los Reyes de Pamplona son dos: nos expresan la sucesión familiar de dos dinastías, la arista y la jimena. La primera genealogía va de Iñigo Arista a D.ª Sancha; lleva por epígrafe Ordo numerum regum Pampilonensium; la segunda, de García Jiménez a D.ª Belasquita; la precede el epígrafe Item alia parte regum. Con estas generaciones dice relación más o menos íntima otra cuyo epígrafe es: Item genera Comitum Aragonensium.

Obsérvase en la redacción de estas genealogías dos estilos, que arguyen la concurrencia de dos autores diferentes; el primero campea en la genalogía íñiga; se ciñe a dar escuetamente el nombre de las personas y algunas circunstancias que tocan directamente a éstas; el segundo muéstrase en la genealogía jimena, estampando pormenores de índole histórica; por ejemplo, al mentar a García Iñiguez declara que fue muerto en Liédena, y respecto a García Jiménez, asevera que mató a su madre en la villa de las Galias llamada Laco, y que a él le mataron en Salerazo o Saleraro; es imposible confundir la sequedad del primero con la relativa exuberancia del segundo. Pero acaso esta exuberancia se debe a que ciertos personajes de la genealogía eran más cercanos a los días del autor, y podía conocer de ellos ciertos pormenores que no conoció de los otros; así, no es seguro, sino probable que sean dos los redactores de las genealogías rotenses.

Estas genealogías por transcripción o copia al Códice de San Isidoro de León; el texto de ambos códices difiere o no es idéntico. Las diferencias son de poca monta: ortográficas generalmente, y algunas veces, léxicas; en la genealogía de la familia jimena del legionense se abulta la exuberancia que ya señalé al hablar de dicha genealogía segunda en el Códice medianense; merecen las añadiduras el nombre de retoques de naturaleza histórica, hasta el punto de hacemos pensar en un tercer genealogista que se hubiese sentido animado a exagerar la tímida labor del supuesto segundo; así al nombrar a Sancho Garcés le da el sobrenombre de Abarca, que llevó su nieto; menciona las eras de su exaltación al trono, añade pormenores concernientes al rey Alfonso de León y a sus hermanos D. Fruela y D. Ramiro, etc.: puede suponerse verosímilmente que este amplificador era leonés.

El Códice legionense, dando un salto sobre la filiación de los monarcas de las genealogías citadas, acrecienta el número de los monarcas enumerados con la mención de un rey Sancho a quien pro militie strenuitate quatrimanus vocabatur (por su valor militar era llamado cuadrimano): este Sancho es el ilustre y poderoso monarca Sancho el Mayor. Pudiera suceder que el adicionador de la versión leonesa fuese el mismo que introdujo las variantes que la diferencia de la versión rotense. El párrafo consagrado a Sancho Garcés difiere mucho en su redacción del que leemos en el rotense dedicado al mismo personaje. Las adiciones del legionense suelen ser poco felices. La última mención del rey pamplonés que en ellas se contiene es la de García, hijo de Sancho el Mayor. Los autores de las genealogías rotenses hicieron labor de meros genealogistas; su lectura causa indecible sorpresa que frisa en el desengaño. Después de haber declarado el epígrafe general que iban a tratar de los reyes de Pamplona, cual si todos los personajes de su larga lista hubiesen sido monarcas, excepcionalmente nos declaran quiénes de ellos reinaron; la primera genealogía medianense menciona al rey Iñigo Garcés, que pertenece a la segunda, y a las reinas Toda y Andregoto; esta segunda califica de obtime imperator a Sancho Garcés, y de rey, a García (hijo del anterior); el legionense es un poquito más pródigo de realeza; en la primera genealogía se llama rey a Iñigo Garcés, y reinas, a D.ª Tera (Toda), esposa de Sancho, a quien califica de óptimo rey, y a D.ª Andregoto; en la segunda se denomina optime imperator y preclarísimo emperador óptimo a Sancho Garcés, del que declara recibió el reino de Pamplona, y en la continuación de las genealogías califica de reyes a García y a Sancho, de quien expresa que por su valor militar era llamado cuadrimano (guatrimanus), el cual, según el mismo texto, extendió su reino hasta el río Pisuerga: es nuestro Sancho el Mayor. Esta parquedad es tanto más de notar cuanto que dichas genealogías proclaman la dignidad real, condal y señorial de las personas citadas con motivo de los enlaces de las mujeres por aquéllas enumeradas. Nos mencionan al rey Abdela o Abdalla, al conde de Aragón Galindo o Aznar Galindo, al conde Regimundo de Pallars, y a García, conde Bagiliense; al rey de León, Alfonso; a Ordoño, emperador de León; al rey Ramiro (que fue grande, según el legionense); a su hermano el rey Alfonso; a otro rey Ordoño; al conde de Bizcaya Momi y al conde Bernardo.

El hecho es inexplicable para mí. ¿Acaso dichas genealogías eran apuntes, o preparación de un trabajo más amplio que no llegó a escribirse, o que no ha llegado hasta nosotros? Ciertos críticos se han ensañado con las genealogías antedichas poniendo de bulto sus indudables defectos; Mr. Poupardin las equipara al falso privilegio de Alaón. Mr. Molinier asevera que sería prudente no tomarlas en cuenta; Mr. Barrau-Dihigo va en contra de la utilidad histórica de ellas, achacándoles su falta de cronología y su imprecisión tocante a las personas que ciñeron la corona; el señor Valls y Taberner, cuyo trabajo escrito en catalán es digno de encomio por su claridad y método, de apreciaciones mucho más modernas, escribe que además de ser insuficientes adolecen de algunas equivocaciones notorias, de ciertas pequeñas trasposiciones, bastante claras, y de algunas omisiones imputables a errores de transcripción de los copistas. Otros críticos las estiman como guías insustituibles de la investigación; yo las comparé a una luz cuyo resplandor penetra en lugar sombrío y subterráneo; si la apagamos, quedaremos a oscuras: usemos, pues, de ellas con cautela y sano juicio crítico.