Sculpteurs

Garamendi Zaldívar, Bernabé de

Artista vizcaíno nacido en Bilbao en 1833 y fallecido en 1898.

Inicialmente, viaja a Italia, visita los Santos Lugares y expone en la Nacional de Bellas Artes de 1865, según Ossorio y Bernard. Obtiene la Gran Cruz de Isabel la Católica en la Exposición de 1871, por un Crucifijo hecho en madera del monte de los Olivos. Es asimismo el triunfador en la Exposición Provincial que tuvo lugar en 1882, al obtener el máximo galardón junto al pintor Anselmo Guinea. Se le otorga la medalla de oro de Bilbao en la Exposición Regional de 1897. Interviene en el retablo mayor de San Vicente de Abando (1860-64), con traza del arquitecto Juan Blas de Hormaeche, donde hace la imagen de San Vicente, por la que cobra 6000 reales de vellón. También trabaja en la casa de don Nicolás de Olaguíbel. Otras obras: un Escudo de Armas del Señorío de Vizcaya, para la caja que en 1865 se entregó a Isabel II; una Dolorosa para el Palacio Real de Madrid; otra para los Duques de Montpensier; un Crucifijo para D. Sebastián de Borbón. Realiza en 1868 un crucifijo para el cementerio de Begoña, por 600 reales. Hace los leones del puente de los Fueros en 1869. Se ofrece a participar en el Monumento a los Auxiliares de Mallona, solicitando la apertura de un concurso público. Asimismo lleva a cabo la más modesta labra de la fachada de la Misericordia de Bilbao.

No firma las obras lo que parece indicar que no se considera un artista en el sentido moderno del término. El eclecticismo es la nota dominante. Las esculturas Fides y Spes que lleva a cabo hacia 1875 para la iglesia Santo Tomás de Villanueva de Portugalete poseen un empaque sereno y desapasionado, cuya simetría e idealización le sitúa en una línea neoclásica. Mientras que los doce apóstoles de la Basílica de Begoña tienen unos rostros de intensa expresividad. En cualquier forma, lleva a cabo una actuación plástica que da forma a las aspiraciones de aquel tiempo.

Ejecuta otros trabajos religiosos, como los que efectúa en las iglesias de San Nicolás de Bari de Algorta (Concepción), San Nicolás de Bari de Bilbao (Calvario) o el Santuario de la Virgen de la Antigua, donde hace la réplica para la fachada en la que interviene, según indica Ana María Canales Cano, su "discípulo" Serafín Basterra, con quien se asocia hacia 1875. Se sabe de la realización de otras muchas obras desaparecidas o en paradero desconocido, como los pasos del Nazareno (1864) y la Cena (1865), ambas para Balmaseda o el de la Oración en el Huerto para Gautegiz Arteaga. En el campo de la estatuaria funeraria dispone obras en los cementerios de Deva (panteón del general Lerchundi), Ramales (barón Adzaneta), Mundaka o Artziniega, concibiendo algunos modelos que luego fueron repetidos por los herederos de su taller.

Tuvo taller en la calle de los Fueros, en la Plaza Nueva y en María Muñoz. Durante algún tiempo comparte vivienda con la familia Basterra, en la calle Somera 8 y 10. Después se avecinda en Begoña y dona su casa para unas escuelas de niños y niñas, por cuyo motivo se le erige en 1907 un pequeño monumento, obra de Higinio Basterra, autor de su panteón en el cementerio de Begoña, inaugurado con gran pompa en 1918.

Junto a su socio, trabaja en algunas de las más importantes actuaciones escultóricas de la época, como el monumento a Pedro Pablo de Astarloa en Durango (1886), el mausoleo a Uribarren y Aguirrebengoa en Lekeitio (1886) y el programa icónico de las seis estatuas del Ayuntamiento bilbaíno (inauguradas el 17 de abril de 1892).

En el mausoleo dedicado a José Javier Uríbarren y Jesusa Aguirrebengoa, encargo del municipio de Lekeitio para uno de los laterales de la Iglesia de San José, participan también los talleres de Aréizaga y Larrea. El trabajo costó unos doce mil duros que fueron totalmente sufragados por el Ayuntamiento. Se trata de un trabajo colectivo de singular importancia. Tanto de modo directo como mediante representaciones alegóricas, la escultura hace referencia a una serie de instituciones locales que financió y creó el matrimonio Uribarren-Aguirebengoa, según un programa icónico trazado por el arquitecto Casto de Zabala. Además de los lechos mortuorios, a los lados se disponen un anciano y una niña que representan sendas simbolizaciones del dolor. En los frontales del lecho hay tres escuetos relieves que muestran la arquitectura de sus fundaciones y aluden directamente a su generosidad. El conjunto es de lo más singular del momento pues en él se revive un eclecticismo no exento de calidad. Por un lado está el idealismo amanerado del ángel que aguarda en lo alto con las dos coronas. Por otro, el realismo de las filigranas en los ropajes y la cuidada fisonomía de los yacentes obtenida por medio de fotografías. Pero hay que destacar muy especialmente el naturalismo conmovido de las figuras compungidas, que parecen estar directamente sacadas del natural. Una composición asimétrica, en la que reviste de dignidad a ricos y pobres, mayores y niños. Se trata, en definitiva, de una pieza que no sólo concita el sentido religioso, sino que relaciona los individuos menos favorecidos con las clases más pudientes. Como indica Azcárraga Régil:

"Los señores Garamendi y Basterra, renombrados escultores, cuyas obras han merecido tantos laureles, tienen en su arte esa laboriosidad y perseverancia, esa corrección en el dibujo, esa limpieza en el modelar, esa perfección en las formas, ese conocimiento del ideal clásico, que dan rica inspiración a su mente y que imprimen el sello de la inmortalidad a sus obras".