Concept

Estudios feministas y de género en Euskal Herria

Barandiaran es considerado el fundador de la antropología vasca y un referente en el análisis de la sociedad y la cultura vasca. En su obra las mujeres se ubican principalmente en torno a dos áreas bien definidas: el ámbito rural y el mundo mitológico.

Barandiaran observa a las mujeres en la sociedad rural prestando una especial atención a la institución familiar y el espacio religioso. Tal y como se señala en Mujer Vasca, (Del Valle, 1985:23) Barandiaran realzará la importancia de la mujer dentro de la unidad socioeconómica del caserío; siendo las principales actividades en las que ésta aparece las asociadas con los ritos de paso, especialmente el nacimiento y la muerte. Además la mujer se encarga de todo lo relacionado con la organización doméstica, así como del cuidado de menores, tareas de socialización y transmisión de la lengua.

El protagonismo otorgado en estos primeros análisis al papel de la mujer en la unidad doméstica dará pie a hipótesis que señalaban la importancia de las mujeres en la sociedad vasca, haciendo referencia a su (supuesta) posición de igualdad respecto al hombre. El primer soporte teórico a este tipo de creencias queda recogido en la obra de Caro Baroja, quien, según apunta Del Valle (1985:28), en Los pueblos del Norte (1977) habla ya de la existencia de una posible sociedad matrilineal.

Este tipo de afirmaciones cobrarían aún más fuerza con la irrupción de una segunda línea de investigación, vinculada al análisis de la mitología vasca y desarrollada también con especial énfasis por Joxemiel Barandiaran. En este ámbito destaca la figura de Mari, considerada un elemento principal de la mitología vasca y que es descrita como un núcleo temático o punto de convergencia de numerosos temas míticos de diversas procedencias (Del Valle, 1985:25). Merece la pena fijar la atención en la figura de Mari debido a que constituye una referencia central en los análisis sobre el matriarcado.

Precisamente la culminación de los estudios sobre el matriarcado, desarrollados básicamente durante los años setenta, se produce una década más tarde cuando el filósofo Andrés Ortiz-Osés llega a afirmar, basándose en el análisis de los mitos recogidos, la existencia de una "estructura matriarcal vasca", que se encuentra en conflicto con influencias posteriores de tipo patriarcal racionalista e individualista. (Del Valle, 1982:280).

En esta breve descripción del tipo de imaginario desarrollado en los estudios iniciales en torno a la mujer vasca quedaría por señalar el tratamiento dado al tema de las brujas. Atendiendo a lo recogido en Mujer Vasca, (Del Valle, 1985:28) en la obra de Barandiaran, la bruja es un genio que habita el mundo mitológico vasco, pero también es una persona concreta sobre la que se encarna el mito y que lleva a cabo maleficios de varias clases y asiste a ceremonias que preside el diablo. Este retrato se completa con el estudio monográfico que realiza Caro Baroja en cuya obra habría que distinguir el estudio, por una parte, del proceso histórico de la quema de brujas por la Inquisición y, por otra, todo lo referente al mundo de las brujas tal y como se las concibe en las creencias populares (Del Valle, 1985:30).

En sintonía con estas propuestas enaltecedoras de la imagen de la mujer rural y del poder de los personajes mitológicos femeninos emerge otro paradigma narrativo dispuesto igualmente a elogiar el perfil de la mujer vasca. Se trata del nacionalismo clásico o tradicional, que, independientemente de sus distintas corrientes ideológicas, ha ejercido como uno de los puntales en la consolidación de una representación "idílica" de la mujer vasca. Como se remarca en Mujer Vasca (Del Valle, 1985:229):

"En las teorizaciones y escritos nacionalistas, la mujer aparece sistemáticamente asociada a las imágenes de madres, tierra, Virgen y Patria. Así, ama (la madre), Amabirjiña (la Virgen), Ama Aberria (la Patria), y Ama Lur (la Tierra), se identifican con la figura de la madre, lo más puro, lo más elevado, lo que está por encima de lo humano. A otro nivel, la mujer se considera un elemento fundamental como perpetuadora de la raza, transmisora de la lengua y mantenedora de la familia.

Precisamente una de las componentes del grupo investigador de Mujer Vasca, Begoña Aretxaga publicaba en 1988 el trabajo Los funerales en el nacionalismo radical Vasco. Esta obra contempla los rituales funerarios con objeto de analizar las funciones "impuestas" a las mujeres vascas desde una particular cosmovisión o ideología. Aretxaga basa su interpretación en el análisis de las formas de participación que desarrollan las mujeres en los funerales de la izquierda abertzale. En ellos, resaltará la autora, aparece una importante condensación de símbolos en torno a la familia y especialmente en relación a la función de la mujer como madre biológica y como mediadora. Pero además Aretxaga anticipa en su obra una de las cuestiones centrales en posteriores desarrollos académicos: el enorme peso de la tradición en la sociedad vasca y las consecuencias que ello conlleva para las mujeres.