Festivals-Événements

Delfin, Fiesta por el nacimiento del

El nacimiento del Delfín, hijo de Luis XV, fue celebrado en Bayona con un esplendor particular. Dos relatos de estos festejos fueron publicados en el Mercure de France en el mes de noviembre de 1729. Reproducimos estos dos artículos que añaden un nuevo y curioso factor a las fiestas de Baiona:

"El domingo 25 de este mes de setiembre fue el día señalado para cantar el Te Deum, y con este motivo, el Estado Mayor, los oficiales de marina, los magistrados de justicia, la Corporación municipal y un gran número de gentilhombres de los alrededores, acudieron a la catedral; se cantaron vísperas con una gran solemnidad; el señor obispo ofició en la ceremonia. Una vez terminada, el clero y todas las comunidades religiosas, seguidas de todos los asistentes recorrieron la ciudad en procesión. Las tropas bordeaban las calles que estaban engalanadas con colgaduras y todas las ventanas estaban iluminadas.

Además varias salvas de cañón fueron disparadas en los castillos y en los barcos que se encontraban en la rada. Al volver la procesión a la catedral, el señor obispo entonó el Te Deum, durante el cual el numeroso público que se encontraba en la iglesia dio muestras de su celo en dar gracias a Dios por el nacimiento de monseñor el Delfín, en un profundo silencio. Después del Te Deum, M. Dadoncourt, acompañado de la Corporación municipal, llegó hasta la plaza pública, donde fue encendida una gran hoguera ante las aclamaciones del pueblo y toda la artillería sonó tres veces. Las murallas de la ciudad, de los castillos y de la ciudadela estaban rodeadas por tropas que hicieron tres descargas igualmente.

El júbilo continuó hasta las dos de la madrugada, en una de las más grandes fiestas que ha habido en esta provincia; fue ofrecida por el señor obispo, el cabildo, los principales oficiales de la reina, primera viuda de España, el Estado Mayor, los oficiales de la marina, los cuerpos de ingenieros y de artillería, todos los oficiales de la Marche y de Saint-Simon, los magistrados de justicia, la Corporación municipal y los principales burgueses fueron invitados a ella; toda la extensa fachada del obispado estaba iluminada por un gran número de farolillos colocados también en el jardín al que prestaban un aspecto muy agradable con los diferentes e ingeniosos dibujos que formaban.

El pórtico estaba todo adornado con farolillos que formaban una corona sostenida por dos delfines, bajo la cual se leía: ¡Viva el rey, la reina y monseñor el Delfín! Todos los bayoneses se apresuraban para ver esta magnifica iluminación. Y los gritos de viva el rey, la reina y monseñor el Delfín, no cesaron hasta la madrugada ni por un instante. El interior del obispado estaba iluminado por un gran número de velas. El banquete fue servido a las nueve. Había 7 mesas ocupadas por 130 personas. Todas fueron servidas con mucha suntuosidad y magnificencia y con gran orden. Los músicos de la reina viuda de España amenizaron toda la cena. Hubo muchos cohetes. Y a la población que se había instalado en el patio, se le distribuyó vino en cantidad y comida.

En todas las calles había gran número de fogatas y todas las casas de la ciudad estaban iluminadas. El 4 de octubre se ofreció en el Ayuntamiento una magnífica comida precedida de una brillante pamperruque, formada por cerca de 160 personas distinguidas, hombres y mujeres; cada uno con sus más bellos atavíos y joyas, y lo curioso es que a pesar de la lluvia continua y sin tener en cuenta los suntuosos vestidos, la pamperruque se bailó en las calles, en el palacio episcopal, en el Gobierno, etc. Nunca se había visto al pueblo tan jubiloso; durante todo el día y la noche no se oyeron más que sinfonías y bailes. Así es como los bayoneses desde el más grande hasta el más pequeño, demostraron su celo y su fidelidad, no olvidando nunca la divisa de su ciudad: Nunquam Polluta. Hubo también en Baiona unos bellísimos fuegos artificiales en el río y otras muestras significativas de las más grande alegría".

El autor añade una nota sobre la pamperruque, esta danza propia de Baiona.

"Se llama pamperruque, a cierta danza o marcha, en la que hombres y mujeres, agarrándose unos a otros por medio de pañuelos, forman una larga fila y van generalmente, al son de un tambor de dos palillos que suena de una manera determinada. Se ejecutan diversos saltos y vueltas y de esta manera la cadena ofrece formas variadas. Se baila en corro cuando la cadena pasa por delante de alguna persona de condición o de alguna casa que se quiere honrar; el tambor suena en estos casos de manera diferente. La gente humilde al bailar la pamperruque. se coge de la mano".

El segundo relato, presenta la forma de carta y aporta algunos detalles que no están en el primero y que lo completan acertadamente.

"No he visto nada tan brillante como las fiestas que han tenido lugar en Baiona y me han sorprendido las manifestaciones de alegría que la gente de todas las edades, de todo estado y condición ha dado en esta ocasión. Estaba ya prevenido sobre la gran adhesión y fidelidad que los bayoneses profesan a su rey, pero los testimonios que me han ofrecido me han sorprendido y me han hecho admirarles. No penséis que al ser muy sensible a los cumplidos, me he dejado impresionar demasiado por la presentación. Inmediatamente después de la llegada del correo que llevó la noticia, M. Dadoncourt hizo disparar los cañones de los castillos y de la ciudadela y un gran júbilo se extendió por todas partes. El señor obispo comenzó por hacer cantar el Te Deum en su iglesia, acto que fue precedido de una procesión general y seguido de tres salvas generales de los cañones de la mosquetería de las tropas de la guarnición y de las tropas burguesas. En las calles se encendieron numerosas fogatas y todas las casas fueron iluminadas durante la noche; la jornada terminó con una cena en el palacio episcopal.

M. Dadoncourt ofreció una fiesta algunos días después; las iluminaciones fueron generales esta vez también y su casa fue iluminada por fuera y por dentro con magnificencia y gusto. Hubo concierto, cena y baile. "Finalmente la Corporación municipal comenzó sus festejos que duraron tres días. El señor obispo, M. Dadoncourt, los principales de todos los cuerpos y todos los notables, más de cien personas en total, fueron invitados a una cena que se sirvió con mucho orden, pulcritud y magnificencia. Después de los postres hubo un gran concierto y fue cantado con motivo en acción de gracias. Después del concierto que terminó al anochecer, fuimos a coger sitio para ver los fuegos artificiales que habían sido programados en el Nive. Nuestro prelado fue conducido a casa de uno de los magistrados, iluminada de manera especial, y poco después le presentaron un águila artificial a la cual debía prender fuego para que lo comunicase al resto. Los fuegos fueron un éxito según todos los espectadores.

No se había visto en Baiona, desde hacía mucho tiempo, un espectáculo semejante; y como en Baiona no había ningún artesano capaz de prepararlo, se había traído a un pirotécnico español, hombre de gran reputación, que en esta ocasión no quedó desmentida. Las iluminaciones siguieron a los fuegos y se vieron cohetes volantes que tiraban en casi todos los barrios de la ciudad. Al día siguiente fueron formadas dos fuentes de vino que corrieron durante todo el día delante del Ayuntamiento, y al mediodía fueron distribuidos trozos de oca, y todos los artesanos de todas las corporaciones mostraron a porfía, su gran júbilo. El martes todas las señoras y señoritas se reunieron en el Ayuntamiento, hacia las 4, para oír un concierto músico-vocal que no terminó sino a las 7. Después se formó una pamperruque muy concurrida y brillante.

Al son de las trompetas, oboes, tambores, violines y tamboriles, se encaminaron primero a la residencia del señor obispo y a la de M. Dadoncourt y después recorrieron la ciudad. Se contaron 160 personas entre damas y caballeros que se enlazaban por medio de unos bastones muy artísticos. Esta numerosa concurrencia, al volver, encontró una magnífica cena servida con gran delicadeza en una mesa en herradura; hubo tres mesas de la misma magnificencia, ocupadas solamente por las damas; un gran número de caballeros las rodeaba; y en los dos banquetes de la ciudad se cantaron canciones muy bonitas sobre el motivo de los festejos. Después de la cena comenzó un baile muy brillante, que terminó con la noche. La artillería de la ciudad hizo varias descargas. Se lanzaron muchos cohetes y las iluminaciones del Ayuntamiento fueron prodigadas con generosidad durante las tres noches Los días siguientes fueron señalados aún con festejos particulares y con los testimonios de júbilo que dieron todas las corporaciones de la ciudad; muchos bailes públicos, banquetes en las calles y bajo tiendas de campaña; en el río muchos cohetes volantes, la artillería de los barcos, etc. Los carniceros patrocinaron una corrida de toros, protagonizada por toreros españoles, que fue muy interesante."

Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.