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Cinematografía vasca

Hay que remontarse a los propios orígenes del cine para relatar la extraordinaria aventura del séptimo arte en el País Vasco. Aunque conviene dejar claro desde el principio que una producción de películas estable y susceptible de llegar al público con mayor o menor éxito no se produce en Euskal Herria hasta la década de los ochenta del pasado siglo XX. De hecho es en estos años ochenta cuando encontramos obras pioneras de la filmografía vasca.

La primera película de largo metraje de animación llega en 1985 (Kalabaza Tripontzia). El primer largometraje de corte científico (Mar adentro) también se estrena en 1985. El primer largometraje adscrito al género de la comedia llega en 1987 con Tu novia está loca... Si repasamos brevemente la historia del cine universal encontramos numerosas comedias y películas de animación de largo metraje ya en la primera mitad del siglo XX. ¿Cuáles son las causas de este retraso?.

En principio, en los primeros días del cine no se da entre las autoridades y las clases pudientes un compromiso serio de apoyo a la creación cinematográfica. La lucha de los cineastas vascos de principio de siglo XX es casi una aventura suicida predestinada al fracaso antes de empezar. Pero es que además tras la guerra civil española cae sobre Euskal Herria un régimen dictatorial que aplasta toda iniciativa por desarrollar en libertad una expresión artística puramente vasca. En todo caso habrá que empezar desde el principio para que el lector pueda hacerse cargo de los numerosos obstáculos que han tenido que sortear los cineastas vascos para sobrevivir en su propia tierra.

La magia del cinematógrafo ilumina Euskal Herria ya en los primeros momentos de este invento genial. Si la histórica proyección de los hermanos Lumière en el Salón Indio del Gran Café del Boulevard de los Capuchinos se realiza en París en 1895, Biarritz acoge el nuevo invento en el verano de 1896 mientras que otras ciudades vascas como Bilbao, Vitoria, Pamplona o San Sebastián lo harán poco después. No sólo se produjeron tempranas exhibiciones. Los investigadores de la historia del cine vasco Jon Letamendi y Jean Claude Seguin han encontrado rastros de varios rodajes -todos con la cámara y película Lumière- en el solar vascón en fechas muy tempranas si se compara con otros territorios cercanos.

El primer rodaje del que se tiene constancia es Rochers de la Vierge. Las cámaras realizaron unas tomas de ese célebre paraje de Biarritz en junio de 1896, antes incluso de la primera exhibición del invento de los Lumière en la propia localidad labortana. Otras noticias de rodajes pioneros son las tomas del vidamotógrafo de Hugens en julio de 1896, las vistas de la Plaza Vieja de Vitoria de Antonio Salinas en junio de 1897 o los rodajes de julio de 1897 en Bilbao de José María Obregón (Gigantes y cabezudos de Bilbao y Puente del Arenal). Lamentablemente sólo Rochers de la Vierge se conserva.

Como ya se ha comentado ni la burguesía ni las instituciones de la época mostraron el menor interés por apoyar la creación cinematográfica. Un dramático ejemplo de la precariedad en la que se van a desenvolver los pioneros vascos en estos años es Josetxu (1910), película de Isaac Díez que no pudo culminarse por falta de medios. En 1920 la artista francesa Musidora codirige junto al bilbaíno Jaime de Lasuen Pour Don Carlos. La película se rodó a ambos lados de los Pirineos y tenía como telón de fondo las guerras carlistas.

En 1923 surge en Bilbao la Academia Cinematográfica Hispania Film formada por los cineastas Alejandro Olavarría, Aurelio González y Enrique Santos. Tras rodar Un drama en Bilbao (1923) y Lolita la huérfana (1924) en 1924, con Telesforo Gil del Espinar en la dirección, la Academia lleva a cabo su proyecto más importante, Edurne, modista bilbaína, ingenuo folletín -como todas las producciones de esa época- con el mundo proletario vasco de fondo ambiental. De esta primera película vasca de largo metraje sólo se conservan descartes, el guión y unas fotografías. Telesforo Gil del Espinar envió una copia de la película -probablemente la única existente- a una casa de dulces pensando que se trataba de los descartes. Así, esta obra pionera de incalculable valor histórico fue troceada fotograma a fotograma acompañando a los caramelos como reclamo publicitario. Mientras, entre 1923 y 1928 Manuel Inchausti rodó varios documentales rotulados en euskera, francés y castellano. Los tituló Eusko Ikusgaiak y pueden considerarse como el antecedente más claro del cine documental vasco moderno.

Otro intento clave en la lucha por crear desde Euskal Herria una cinematografía vasca propia viene de la mano de los hermanos Azkona (Víctor y Mauro) que estrenan en 1928 El mayorazgo de Basterretxe, melodrama rural más cercano en su espíritu a la idea sabiniana del país que su antecesora la proletaria Edurne, modista bilbaína. Las primeras noticias -y no las únicas por desgracia- de censura política sobre una película vasca arrancan ya en estos remotos días. Y es que el Gobernador Civil de Vizcaya prohibió usar la ikurriña en un festival de danzas que abría el film. No fue, desde luego, el único problema que afectó a la película. La llegada del cine sonoro coincidió con el estreno de la película. Al ser ésta muda quedó anticuada antes de exhibirse frenando así su carrera comercial. Una dificultad añadida, pues, en la ardua tarea de los cineastas vascos por rodar desde el país.

La primera película vasca sonora se estrenó en 1930. Se trata de Au Pays des Basques. Fue realizada por Maurice Champreux y se rodó en el País Vasco continental. Y en 1933 se estrena Euzkadi de Teodoro Ernandorena. Se trata de la primera película política vasca y se perdió para siempre durante la toma de San Sebastián al ser quemada por los soldados franquistas que la encontraron en la sede del PNV. La temprana caída de Gipuzkoa y Bizkaia en la contienda y la falta de recursos del gobierno del lehendakari Agirre impidieron que desde la zona vasca leal a la república se desarrollara una producción cinematográfica propagandística de importancia. Entre los escasos trabajos de estas características destaca el cortometraje Guernika (1937) de Nemesio Sobrevila, testimonio de la agresión fascista sobre la tierra vasca que contenía emotivas escenas de la evacuación de los niños vascos y su largo camino al exilio. Las desoladoras imágenes de este documental anunciaban los tristes días que esperaban al pueblo vasco.