Concept

Literatura Vasca Clásica. Siglo XVIII

El contexto cultural condiciona la producción literaria vasca: en el País Vasco del norte la lengua culta más importante, la lengua de referencia en el nivel culto, es el latín, aunque el francés se va fortaleciendo paulatinamente; en la parte sur, el castellano. En la costa labortana después de 1740 decae la economía y desciende la demografía; en cambio, la producción de libros en euskera aumenta en la segunda parte del siglo. Las ediciones y publicaciones de libros nuevos se doblan (de 18 pasan a 36, y de 6 a 12, respectivamente).

La escolarización básica de la mayoría de los habitantes, realizada en euskera, estaba en manos de la Iglesia católica, pero su nivel era cada vez más bajo, a medida que el prestigio del euskera descendía y el del francés ascendía. Por eso, los destinatarios de los libros en euskera fueron, cada vez más, gente de humilde condición y los objetivos menos pretenciosos; como consecuencia de ello, la creación literaria quedó casi asfixiada. En cambio, el francés, fue cada vez más poderoso, gracias al poder y a la enseñanza, sobre todo en la segunda parte del siglo XVIII. Un buen ejemplo de ello es la gramática de Harriet (1741), redactada en euskera, con el objetivo de enseñar el francés.

En la parte sur el castellano penetró en los siglos XVI y XVII, antes que el francés en el norte. El castellano fue el vehículo de enseñanza de los euskaldunes con algún estudio. Por eso, en esos siglos no se escribió ningún libro para los que solo sabían euskera, excepto catecismos bilingües. En el siglo XVIII, al extenderse la enseñanza primaria, un grupo de eclesiásticos, bajo la influencia Larramendi, elevó al euskera a un rango superior, dándole mayor prestigio mediante la predicación y la publicación de libros; para ello cultivaron sobre todo el euskera guipuzcoano (el llamado guipuzcoano literario). Pero ese movimiento literario se limitó al dominio eclesiástico.

El euskara quedó fuera del dominio profano culto, y también del pensamiento y la literatura placentera culta (salvo algunas piezas teatrales y poesías de ambiente ilustrado), precisamente porque estaba prohibido en la enseñanza e incluso castigado con el famoso anillo, y porque los ilustrados vascos no se esforzaron mucho para que fuese introducido en la enseñanza.

Así pues, la mayoría de los autores de libros religiosos del norte son traductores y adaptadores; algunos de ellos, excelentes escritores, por ejemplo Xurio o Haraneder. Desde el punto de vista de la originalidad, los más interesantes son Joanes Etxeberri de Sara y el zuberotarra Egiategi, pero sus libros no fueron publicados, salvo uno de Etxeberri, debido a las dificultades que conllevaba la publicación de libros en euskera. Los mejores escritores continúan la tradición del labortano clásico del siglo anterior, salvo Egiategi.

El surgimiento del guipuzcoano literario se produce por el magisterio de Larramendi y la consiguiente renovación lingüística, así como por la publicación de los libros de sus seguidores (Kardaberaz, Mendiburu, Ubillos). Sobresalen los jesuitas, pero junto a ellos también los ilustrados vascos, que introducirán el neoclasicismo. Así pues, las producciones de esta época consisten, por un lado, en libros de devoción y materias de doctrina o de predicación, y por otro, algunos géneros neoclásicos (teatro, fábulas). Anteriormente a todos ellos, el teatro popular de Barrutia en verso, de factura tradicional y popular en cuanto a métrica y lenguaje.

En cuanto a la producción en verso, hay que mencionar algunos géneros y autores: por un lado, la lírica tradicional y los versos de B. Mardo; por otro, géneros y autores más cultos: villancicos, el cancionero de 1798 y los cánticos espirituales.

Los acontecimientos políticos y los movimientos culturales de finales del siglo XVIII tendrán influencia duradera en la literatura vasca. Las consecuencias de la Revolución Francesa (1789) se extendieron al País Vasco del sur. Por otra parte, el neoclasicismo y el preromanticismo tendrán su influencia en la literatura vasca. En la confluencia de los siglos XVIII y XIX se juntan los frutos de la Ilustración y las obras de un grupo de autores. Entre ellos destacan: en el País Vasco del norte, Monho con su poesía satírico-política y sus cánticos espirituales, así como Duhalde y Larregi con sus libros religiosos; y en el sur, Juan Antonio Mogel, Añibarro y Agirre de Asteasu con sus libros religiosos, así como el mencionado Mogel con su Peru Abarka (escrito en torno a 1802).