A finales de la Edad Media, la economía marinera y comercial de la Bahía de Vizcaya requirió gente para viajar y contactar con otras culturas y sociedades, razón por la cual lugares con nombres vascos están esparcidos por los paisajes de regiones costeras de Europa, Escandinavia, y Terranova. Los balleneros vascos, mercaderes y navieros junto con militares profesionales se encontraban entre estos primeros emigrantes. Sin embargo, no fue hasta las aspiraciones coloniales de 1500 bajo la corona de Castilla y más tarde de España cuando un colectivo notable de vascos comenzó a dejar Vasconia de forma permanente.
En la primera fase de emigración al comienzo del siglo dieciséis, España carecía de la suficiente población y recursos económicos como para aspirar a la colonización en todos sus frentes. Sin transporte militar y comercial, España no veía posible mantener sus posesiones en el Viejo Mundo ni desarrollar sus recién adquiridos territorios en el Nuevo Mundo. Los esfuerzos para la colonización requerían suministros constantes de instrumentos de hierro y las campañas militares precisaban grandes cantidades de armamento. Para la economía vasca la apertura hacia el Nuevo Mundo fue inmediatamente un fuerte estímulo.
Los vascos, a menudo, actuaron de forma consciente como un grupo étnico, manteniendo lazos entre ellos y con sus lugares de origen lo que se tradujo en el establecimiento de redes comerciales, acciones colectivas, programas de ayuda mutua, escuelas para niños vascos, asociaciones y sociedades para el mantenimiento de la lengua, cultura y tradiciones vascas. Los vascos se implicaron en el esfuerzo colectivo de la colonización y en 1501 intentaron crear su propia colonia vasca en Santo Domingo. Aunque no tuvo éxito, demostró la acción colectiva y solidaria de los vascos en el Nuevo Mundo. Otros campamentos coloniales vascos fundados más tarde en México, Cuba, Perú, Bolivia y Venezuela también estuvieron organizados siguiendo aquellas premisas étnicas si bien en los archivos históricos, los vascos fueron denominados generalmente "Vizcaínos".
Un tipo diferente de vascos comenzó a llegar a las colonias una vez que las poblaciones nativas fueron conquistadas militarmente; promotores de tierras, escribientes educados buscando puestos en la administración y muchos otros que fueron enviados por la Iglesia Católica en busca de gente a quien convertir. El atractivo de los proyectos proselitistas era fuerte en muchos clérigos vascos que solicitaron y obtuvieron puestos en las colonias del Nuevo Mundo. Los exploradores vascos abrieron las rutas marítimas entre Nueva España y Oriente en buques construidos en el País Vasco y gobernados por vascos. Otros vascos como Cristóbal de Oñate y su hermano Juan, controlaron la población de Jalisco y fundaron la ciudad de Guadalajara. Juan de Tolosa, descubrió plata en Zacatecas, e inició lo que pasó a convertirse en una de las operaciones mineras más importantes del Nuevo Mundo. Francisco Ibarra exploró regiones más norteñas entre 1554 y 1564 y fundó la provincia de Nueva Bizkaia, denominada así en memoria de su lugar de nacimiento. Siendo gobernador, declaró que el Fuero de Bizkaia sería la ley del nuevo territorio, todo el mundo sería considerado como noble y estarían exentos de los impuestos reales.
A comienzos del siglo XVII, la presencia vasca en Chile era bastante amplia. Thayer y Ojeda constató que la emigración a Chile se caracterizó por "el padre trayendo a su hijo, el hermano llamando al hermano, el primo induciendo a venir a su primo, el amigo al amigo... Esta emigración vasca, impropiamente denominada vizcaína, no fue más que un cambio de residencia de varias familias relacionadas entre sí...". Las redes transnacionales de cadena migratoria estaban bien establecidas en Chile ya que durante el siglo diecinueve, la mitad de las personas ilustres de la historia y la sociedad de Chile eran descendientes de vascos.
Los vascos en el Nuevo Mundo iniciaron las redes de comercio, religiosas y de empleo con base en su identidad étnica. Varias generaciones de expansión colonial en América se realizaron bajo liderazgo vasco, capital vasco y personal vasco. La estructura social y económica de las nuevas colonias incluían numerosos terratenientes vascos, propietarios de negocios, administradores, soldados y clérigos. La gran cantidad de nombres vascos refleja los esfuerzos de estos colonizadores y su tendencia a estar juntos.
Los intereses vascos y sobre todo vizcaínos, suministraron el capital, el equipo y las mercancías para el comercio así como mucha de su gente y varios de los intereses comerciales vascos establecidos previamente en España abrieron sucursales para operaciones con familiares en la Indias, especialmente en Santo Domingo. Los vascos de Francia (Iparralde) también participaron en la aventura americana y los navíos de Donibane Lohitzune (Saint-Jean-de-Luz) fueron registrados por las autoridades como vizcaínos. Lynch estima que casi el ochenta por ciento del tráfico del Nuevo Mundo entre 1520 y 1580 estaba controlado por los vascos, y entre 1580 y 1610 los intereses vascos representaban al menos el cincuenta por ciento del total. Estos porcentajes en casi cien años de dominio vasco, en los esfuerzos coloniales españoles, empujó a los especialistas marítimos vascos hacia el Nuevo Mundo lugar desde donde establecieron líneas comerciales con su país de origen.
Muchos experimentaron la llamada de los lazos familiares u otros contactos de poblaciones establecidos desde la época del periodo colonial, sobre todo de Argentina, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Colombia, Chile, Perú, Méjico, y Cuba. Las conquistas de España y Francia proporcionaron nuevas alternativas a los vascos para las emigraciones de ultramar y aunque Francia no impuso leyes estrictas para la emigración, España sí lo hizo obligando a cada emigrante a solicitar una licencia y a viajar a través de los canales gubernamentales establecidos. Las violaciones a estas reglas sin embargo, eran numerosas y la mayoría de los emigrantes salía de España ilegalmente, sin registrarse en las listas oficiales de la administración. Así, muchos vascos partieron del lado francés de Euskal Herria beneficiándose con ello de la ayuda y trato preferente dado a los vascos. Un documento del siglo diecisiete informa de que, "en 1640 tres cuartos de la población de Vizcaya se componía de mujeres debido al número de hombres que partieron para nunca retornar" (Nadal 1966:79). Debido a la falta de registros exactos de las autoridades de los puertos de salida, así como a los registros sin detallar de las autoridades de los países de destino agrupando en el mismo paquete a Vascos, Gallegos, Catalanes y otros Españoles, desconocemos las cifras exactas de emigrantes por año o por destino.
Aquellos vascos que partieron sin contactos en el Nuevo Mundo pero con la esperanza de encontrarlos, sabían que se podía encontrar un grupo vasco establecido en casi cualquier región comercial del Nuevo Mundo y sabían que gracias al dinero que aquellos vascos enviaban a sus familias, se construían nuevos caseríos e iglesias y se mejoraban. Era por tanto lógico esperar que sus compañeros vascos les ayudarían a adaptarse a la nueva sociedad.
Durante y después de la Revolución Francesa, las provincias vascas del norte permanecieron ocupadas militarmente y las antiguas leyes forales fueron abolidas. A los vascos les arrebataron sus tierras y su ganado, y mientras algunos fueron internados en campos, hubo también una deportación forzosa de más de tres mil vascos que fueron acusados de traidores a España. En 1793 sólo en Bayonne (Lapurdi), se pronunciaron más de sesenta penas de muerte por "complicidad en la emigración ilegal o correspondencia con sacerdotes en el exilio". La llegada al poder de Napoleón y el inicio de la conquista de la Península Ibérica dio como resultado varias guerras que tuvieron como escenario el País Vasco y en ellas, vascos de ambos lados fueron reclutados a la fuerza.
Para 1830 había agentes vascos en el País Vasco continental (Iparralde) reclutando emigrantes a puertos seguros de Uruguay. Observando las listas oficiales de pasajeros para los buques con salida desde Bayonne, podemos ver que entre 1832 y 1844, 64.227 personas emigraron del departamento de Basses Pyrénées, y que para finales de 1880 había en Burdeos veintitrés agencias de viajes trabajando con agentes uruguayos para supervisar la emigración vasca al Río de la Plata. Desde el lado francés del País Vasco, se estima que entre 1832 y 1907 más de cien mil personas emigraron a Argentina y que las provincias de Zuberoa y Baja Navarra (Behe Nafarroa) perdieron entre un veinte y un veinticinco por ciento del total de su población. El crecimiento total de población en Iparralde durante la última mitad del siglo XIX se perdió por la emigración.
La Primera de las Guerras Carlistas comenzó en 1833, con los legitimistas vascos y católicos apoyando al aspirante al trono. Financiar la guerra significaba un fuerte aumento de los impuestos en gran parte del País Vasco y el reclutamiento forzoso en las filas carlistas. La derrota de los carlistas en 1839 tras seis años de guerra que desbarataron la economía y la agricultura, dejó al país sumido en deudas de guerra políticas y económicas, y se estima en ocho mil el número de exiliados de la guerra que escaparon a Argentina, Uruguay y Chile. Un desastre en la cosecha del maíz y la hambruna de 1846-1847 agravaron las ya de por sí duras circunstancias y potenciaron que muchos abandonaran aquella situación económica, militar y política e intentaran buscar una alternativa en las Américas. La revolución francesa de 1848 puso de nuevo a los vascos luchando en el lado perdedor contra las aspiraciones revolucionarias, con recuerdos de las repercusiones de las rebeliones anteriores y animando a las salidas desde esas zonas. Entre 1852 y 1855 hubo 1.311 desertores vasco franceses, casi la mitad del total francés, y la Segunda Guerra Carlista (1873-1876) vio una repetición de los episodios de derrota y emigración para escapar de los tiempos duros. Los archivos marítimos muestran cientos de hombres en edad militar que evitaron o desertaron de sus tres años obligatorios de servicio militar y otros que, más tarde, escaparon de las represalias de los liberales.
Los destinos inicialmente preferidos de México, Venezuela y Perú, cambiaron hacia Argentina y Uruguay lo que ha dado lugar a que para la actual población vasca en Perú, los vascos estén conectados en la historia de ese país con los conquistadores y colonizadores españoles y definidos por la población en general, como "españoles". En la historia del Río de la Plata sin embargo, los vascos están considerados como pioneros que lucharon por la independencia y construyeron los nuevos países. La palabra "Vasco" en Perú es una descripción relativamente desconocida y mal entendida tanto en la historia lejana de la colonización de América como en las pocas y más recientes inmigraciones de 1900. Sin embargo, "Vasco" en Argentina y Uruguay conlleva una connotación positiva desde la historia más reciente y la creación de sus respectivas sociedades, proporcionando un estatus social positivo como fundadores.
Durante todo este tiempo, la emigración no se vió ni como una opción inusual, ni como un último recurso para remediar los tiempos difíciles. En siglos posteriores y al igual que sus predecesores, los vascos sabían de conocidos vascos que escapaban de la pobreza, de la opresión económica y política en busca de empleo y oportunidades. La clave para la emigración pudo haber sido la información. La elección de destino y el momento de marcharse dependían de las circunstancias en el hogar y los vínculos con la familia y los vecinos y las oportunidades de trabajar. Debido a que el desarrollo económico de Europa implicaba un incremento en la especialización, pequeños propietarios y comerciantes se enfrentaron a la elección entre encontrar empleo alternativo o emigrar, y las redes de información de la cadena migratoria entre los vascos facilitó la segunda opción.
La primera expedición a la región del Río de la Plata fue dirigida por vascos en representación de la corona española. Juan de Garay cruzó los Andes desde Perú y denominó al territorio entre el río Paraná y el océano "La Nueva Vizcaya" continuando con la fundación de Buenos Aires en 1580. Treinta y cuatro gobernadores del territorio, entonces provincia de Buenos Aires, han sido vascos, y el cuarenta por ciento de quienes componían el consejo fundador de la provincia en 1810, eran vascos. La Declaración de Independencia de Argentina en 1816 fue firmada por veintinueve diputados, diez de los cuales eran vascos, y cuatro de los cinco sacerdotes que lo bendijeron eran vascos.
Durante siglos y hasta que, en 1859, Argentina creó sus propios Códigos Comerciales, los códigos reguladores comerciales fueron los de las "Ordenanzas de Bilbao". El sociólogo y economista, Juán José Guaresti, apuntó que la ley argentina esta basada en los principios de los Fueros Vascos. La emigración vasca incluyó no sólo la transferencia de personas, sino también sus actitudes, valores y principios institucionales.
Fueron décadas llenas de historias exitosas de riquezas en las que se produjo una atracción frenética de inmigrantes potenciales hacia Sudamérica, especialmente Argentina y Uruguay y. a principios de 1800, la mentalidad de bienvenida fue por primera vez mencionada por el ensayista vasco Juán Bautista Alberdi (1810-1884) al pronunciar la frase "En América, gobernar es poblar". Las leyes de inmigración argentinas de 1879 autorizaban el adelantar el coste del pasaje a los futuros inmigrantes, particularmente a los vascos. El gobierno argentino utilizó los lazos étnicos de los vascos ya establecidos y envió personal a Euskal Herria para informar de las oportunidades económicas y animar a la emigración de familias enteras; subvencionó los pasajes transatlánticos y ayudas para la tierra y habilitó locales con alojamiento y comida gratis así como transporte y empleo para los nuevos inmigrantes. Estos factores favorables convencieron a miles de personas a dejar sus lugares de origen y trasladarse a Sud América.
Los gobiernos uruguayos, ya en 1832, solicitaron específicamente inmigrantes vascos para trabajar en el campo y la demanda fue alta gracias sobre todo a la Revolución Industrial Europea y a los beneficios que originaba la industria ovejera, industria mayoritariamente controlada por vascos. Había agencias en Iparralde dedicadas exclusivamente a reclutar y transportar emigrantes vascos a la región del Río de la Plata y en 1852 el cónsul de Argentina tramitó 2.800 destinos de emigrantes a Buenos Aires. Hay evidencias que sugieren que aunque alguna emigración fue necesaria como válvula de escape a las presiones políticas y económicas de la región, también parece que creó problemas sociales tales como la falta de brazos jóvenes como trabajadores y, especialmente, hombres para el matrimonio.