Lexikoa

VACUNACIÓN

Acción y efecto de vacunar o vacunarse, eztiketa (B), txetakera, txertaketa (G), xerto (H. Lh).
Con posterioridad al fenómeno de la variolización o inoculación en el s. XVIII (de persona a persona, sin atenuación en vacas), en la que le cupo parte importante a la Real Sociedad B. de Amigos del País y, en especial, a su eminente médico José Santiago Ruiz de Luzuriaga (v.), Jenner, discípulo de Hunter, descubrió la vacunación en 1796 a partir de sus observaciones sobre los ordeñadores de vacas, que no contraían la viruela sino una forma atenuada de la misma en las manos (vacuna). Su introducción en tierras de la Corona española parece deberse al bilbaino Mariano Luis de Urquijo, secretario de Estado y ministro de Carlos IV desde 1798. Las primeras vacunaciones se efectuaron el 3 de diciembre de 1800 por el Dr. Piguillén, a partir de lo cual el método se extendió incluso a las posesiones de Ultramar. La difusión en Euskal Herria fue, al comienzo rápida; en Bizkaia se debió al celo del padre del diputado general José Ma de Murga y a la labor divulgatoria efectuada por el médico vizcaino Ignacio Ma Ruiz de Luzuriaga (v.), autor de un importante Informe (1801) sobre las primeras vacunaciones efectuadas en Madrid. Según relata Humboldt en su viaje de 1801, Lope de Mazarredo, sobrino del almirante del mismo nombre, tradujo uno de los mejores escritos aparecidos en París e hizo vacunar, a efectos ejemplificantes, a su hija. En Navarra se distinguió Diego de Bances, propagador de la novedad, que publicó un libro sobre la materia en 1802: Tratado de la vaccina y viruela vacuna transmitida al género humano para preservarlo de la viruela natural o de los Arabes. En el Hospital general de Pamplona comienzan a ser vacunados los niños desde 1801 y de ahí la vacunación se extendió a toda Navarra, con ayuda incluso de la Iglesia que aconsejó la práctica desde los púlpitos. Pero, la guerra contra los franceses y la sucesión de alteraciones y conflictos que jalonan el s. XIX, amén del retroceso de las ideas ilustradas, retrasaron notablemente la difusión de las vacunaciones antivariólicas. Tal es así que, en 1885, en la Diputación de Bizkaia se presentaba una moción tendente al establecimiento de un Instituto de vacunación animal para la provincia pese a la existencia de otro establecido en el Asilo de San Mamés a cargo de la Casa de Misericordia en el cual los pobres eran vacunados "de brazo a brazo" en una de las salas de la Casa consistorial.

Ainhoa AROZAMENA AYALA