Kontzeptua

Sozialismoa (1997ko bertsioa)

En su nacimiento, el socialismo fue una doctrina que centraba su ideario político y económico, en la propiedad pública de los medios de producción y distribución, y -para ello- propugnaba, frente al individualismo burgués defendido por el liberalismo, el control del poder político por parte del proletariado, único que podía llevar a cabo esa sociedad igualitaria.

Nació al compás del proceso de industrialización a partir del siglo XVIII, muy ligado, por tanto, al desarrollo del Movimiento obrero. Tras una primera etapa de socialismo «utópico» -cuyos teóricos plasmaron los primeros ideales de sociedades comunitarias organizadas por los obreros-, pronto apareció un socialismo «científico», de acuerdo con la metodología marxista.

Marx y Engels concretaron la idea de la lucha de clases como motor de la historia y establecieron la inevitabilidad de la caída del capitalismo cuando los medios de producción entraran en contradicción con las transformaciones de las fuerzas de producción, dando paso a una nueva sociedad, dirigida por la clase obrera. A partir de ahí las discusiones en el seno del socialismo se centraron en la política que debía seguir esa clase obrera para la conquista del poder político. Eso originó, muy pronto, la aparición de distintas tendencias. Por un lado, la de los partidarios de, -en espera de la inevitable caída del capitalismo-, reforzar la organización del proletariado en un partido político no revolucionario, sin desdeñar incluso su participación en el sistema político «burgués».

Esa fue la línea mantenida por la II Internacional y por los principales partidos socialistas de la Europa occidental, -cuyo modelo más representativo fue, sin duda, el social-demócrata alemán-, y que, tras la crisis económica de 1929 y la amenaza del fascismo, acentuaron su colaboración con los gobiernos burgueses, reforzando su apoyo a regímenes democráticos.

Por otro lado, y acusando de «reformismo» a esta línea «socialista», se colocaron los partidarios de apoyar una acción revolucionaria que llevara a la clase obrera al poder, y de establecer posteriormente una dictadura del proletariado, dirigida por el partido obrero, que consolidara el camino hacia un verdadero socialismo.

Esta tendencia tomó mayor impulso a partir de la Revolución rusa de 1917 y la formación de la III Internacional, que dio pie a la aparición de numerosos partidos comunistas. Las discusiones se acentuaron tras el final de la II Guerra Mundial. La aparición de un fuerte bloque de países socialistas que, siguiendo el modelo soviético, establecieron regímenes totalitarios, en lo que se ha venido denominando el socialismo «real», por un lado, reforzó la vía reformista de la social-democracia, partidaria del acceso pacífico al poder por medios democráticos. Por otro, dentro del socialismo «revolucionario» produjo también importantes disensiones en cuanto a la realización práctica del sistema socialista.

Frente al sistema soviético, de revoluciones nacionales, el trotskismo, por ejemplo, defendió la idea de la necesidad de una revolución internacional, que acelerara el proceso hacia el socialismo de todos los pueblos.

Por su parte, tras la revolución de China de 1949, el maoísmo defendió la idea de una revolución cultural, con una acción revolucionaria permanente de las masas (y no del partido) para evitar así las posibles contradicciones entre una producción socialista y una conciencia alienada del pueblo.

Por tanto, han sido y son muchas las opciones políticas que, en base a esas diferentes concepciones políticas, han mantenido o mantienen como base de su cuerpo doctrinal la idea del socialismo, pese a las grandes distancias que separan a algunos de sus ideales.

En el País Vasco, la primera -y durante mucho tiempo la única- fuerza política defensora del socialismo, fue el propio PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y su sindicato afín, la UGT (Unión General de Trabajadores).

El socialismo utópico no tuvo ninguna difusión en el País Vasco y las primeras ideas socialistas que se oyeron en el país de boca de Perezagua y de los primeros líderes obreros que se fueron asentando, primero en Bilbao, a partir de mediados de la década de los 80 del siglo XIX y luego, poco a poco, en otras localidades, seguían ya la orientación del socialismo científico o marxista. A la creación de las primeras agrupaciones políticas socialistas, siguió, a partir de 1888, la lenta implantación de sindicatos ugetistas que, durante muchos años, marcaron la dirección política del movimiento obrero en el País Vasco.

Los años finales de la década de los 10 y los primeros años 20 del siglo XX fueron el momento de su mayor auge, coincidiendo con la nueva orientación dada al partido por uno de sus líderes más carismáticos, Indalecio Prieto, que apoyó las líneas más reformistas, evitando los enfrentamientos directos con la patronal que habían marcado los primeros años del movimiento obrero, y propiciando la participación del partido en el juego político.

Tras la ruptura de la Internacional socialista y la formación de la III.ª, con apoyo de la Rusia bolchevique, el tenso debate interno en el PSOE dio paso. en 1921 , a su escisión y a la aparición de un nuevo partido político, el comunista (PCE), partidario de una vía revolucionaria hacia el socialismo.

Aunque la mayoría de los militantes socialistas vascos permanecieron en el seno del PSOE tras la escisión, algunos líderes destacados e importantes núcleos sindicales, abandonaron sus filas y pasaron a engrosar el nuevo partido. Sin embargo, la Dictadura de Primo de Rivera (1923-30), impidió un desenvolvimiento normal de la vida política y hubo de esperarse a la proclamación de la II República para contemplar su evolución.

En el período republicano, el PSOE aumentó su presencia en la vida política vasca, a la vez que reforzó su línea reformista, llegando a participar en algunos gobiernos republicanos. Esa actitud varió a partir de la formación del gobierno de centro-derechas en 1933, produciéndose entonces un acercamiento entre socialistas y comunistas cuyo fruto fue el intento revolucionario de octubre del 34, que encontró una importante respuesta en el País Vasco, donde las ideas antirreformistas del PCE habían levantado también un amplio eco en esos años.

El fracaso de la revolución dio paso a la adopción de una política de Frente Popular, en la que ambos partidos participaron. Tras el estallido de la guerra civil en el 1936, ambos formaron parte, también, del Gobierno Vasco.

Pero sin duda la gran eclosión de la doctrina socialista en el País Vasco se produjo en los últimos años del régimen franquista, a partir de la década de 1960, con el incremento de la oposición a la Dictadura y, -sobre todo-, con la conjunción de dos factores que hasta entonces habían estado separados e incluso, en muchos aspectos, enfrentados: el ideario socialista y el nacionalismo.

En efecto, a semejanza de la evolución política de muchos movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo compaginando luchas de liberación nacional con ideales socialistas, el nuevo nacionalismo que aparece en el País Vasco en esos años, dio un giro fundamental a su doctrina política acercándose a la visión revolucionaria propiciada por aquéllos.

La primera formulación socialista desde formaciones nacionalistas, fue realizada en 1962 pese a haber sido, en sus primeros años de existencia, enemigo irreconciliable de los socialistas, por ELA-STV que pasó entonces a definirse como un sindicato nacionalista, de clase y socialista.

Pero, sin duda, mayor trascendencia tuvo la aparición de propuestas socialistas, dos años después, en 1964, en el seno de ETA (Euskadi ta Askatasuna). Desde entonces, el socialismo, en sus distintas concepciones, aparece casi invariablemente, en los contenidos programáticos de todas las fuerzas políticas que nacen a partir o en torno a la organización nacionalista armada.

Así, en la V Asamblea de ETA el socialismo «humanista» defendido desde la revista Branka, se contrapuso, a un socialismo revolucionario y marxista que se impuso finalmente como línea oficial, adoptando ETA la definición de Movimiento Socialista de Liberación Nacional. Otro grupo de afiliados, partidarios también de un socialismo «científico» fueron expulsados de la organización bajo la acusación de españolismo, pasando a formar ETA-berri (1966), que luego adoptaría el nombre de MCE (Movimiento Comunista), manteniendo su ideario de socialismo revolucionario.

La VI Asamblea acaba también con una nueva escisión, que tampoco afectó a la doctrina socialista de sus militantes, pasando los expulsados a engrosar las filas de un partido trotskista, la LCR-LKI (Liga Comunista Revolucionaria).

En la última gran escisión, que dio paso a la división de ETA entre milis y polimilis, ambas fracciones coincidieron en su definición como «organización revolucionaria y socialista» y ambas defendieron una «Euskadi independiente, socialista y euskaldún». Las diferencias se encontraban en la distinta formulación de la Dictadura del proletariado, y en el análisis de la utilidad de la lucha armada.

Otros partidos políticos nacionalistas, surgidos en torno a estos años o en los primeros años del régimen democrático, tras la muerte de Franco en 1975, adoptaron también formulaciones doctrinarias socialistas. Es el caso de LAIA (Langille Abertzale Iraultzaileen Alderdia), nacida como una escisión del Frente Obrero de ETA V, en 1974, y que con el tiempo pasaría a formar parte de HB (Herri Batasuna); de EHAS (Euskal Herriko Alderdi Sozialista), nacida en 1975 de la convergencia de sectores comunistas y socialistas tradicionales de Iparralde y Hegoalde, insatisfechos por las soluciones dadas por esas corrientes al problema nacional; de ES (Eusko Sozialistak); de ESB (Euskal Sozialista Biltzarrea), surgida en 1976 en defensa de una alternativa socialista abertzale, democrática y pluralista o las propias EE (Euskadiko Ezkerra) -que de un socialismo marxista ha evolucionado a un socialismo democrática- y HB (Herri Batasuna),-que coincide en su formulación política con los planteamientos de ETA- y en general de todo el bloque de KAS (Koordinadora Abertzale Sozialista). Junto a ellos, coexisten los partidos socialistas tradicionales, el PSOE-que ahora adopta la denominación de PSE-PSOE (Partido Socialista de Euskadi)-, y el PCE (que, desde los años de la República, tiene también la denominación de PC de Euskadi), partidario actualmente de una vía pacífica hacia el socialismo; y otros partidos nacidos en los años del franquismo, en defensa de las nuevas orientaciones socialistas revolucionarias (trotskistas, maoístas, etc...), como los ya citados MCE-EMK -ahora hacia posiciones más abertzales- o LKI, u otros como la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) o el PTE (Partido de los Trabajadores de España). Incluso un antiguo partido de derechas, -opuesto por tanto férreamente al socialismo, -el carlista, sufrió en la década de los 70 una gran transformación y pasó a defender, -bajo las siglas EKA (Euskadiko Karlista Alderdia)- la idea de un «socialismo de autogestión global». Quedarían por citar los numerosos sindicatos, históricos o de nuevo cuño, surgidos también en tomo a la década de los años 1960 o 1970, y que, también en su mayoría, adoptaron en sus programas objetivos socialistas. Es el caso de la UGT, de las Comisiones Obreras (CCOO), de la Unión Sindical Obrera (USO) -que se define como organización socialista y democrática- o de sindicatos nacionalistas como LAB (Langille Abertzale Batasuna), -en la óptica de KAS defendiendo un socialismo revolucionario-, y la propia ELA-STV que, como ya hemos comentado, fue la primera en adoptar un ideario socialista dentro de posiciones abertzales.

Félix LUENGO TEIXIDOR