Lexikoa

PRUEBA DEL HIERRO CALIENTE

En algunos pleitos, por ejemplo, sobre reconocimiento de la prole, si la madre no podía presentar testigos, o éstos se hubiesen muerto, y el padre negaba, debía levantar aquélla el hierro caliente, "si Dios le face merced -dice el Fuero navarro- que non se quema la mano, debe ser fillo de aquel padre".

Los detalles y ritual de la prueba los da el Fuero General en el Tít. III cap. XIII: "De fierro calient. En quoal manera deven levar el fierro calient, et cómo deven provar si es calient et si es ligado, et cómo lo deven bendizir, et qué calonia ha qui caye. El cap. CV especifica "Cómo deve ser conoscida quemadura de fierro calient". Cuando el hierro estaba a punto y había levantado llama, los testigos decían al litigante: "Toma el hierro". Si éste vacilaba, repetían la orden hasta tres veces; y si se negaba a cogerlo perdía el pleito o resultaba culpable. Si lo cogía y lo levantaba, se le volvía a poner el guante y se le sellaba la mano. A los tres días se le quitaba el guante y se le reconocía la mano. Si los testigos declaraban que había quemadura, el litigante que había empuñado el hierro perdía el pleito. Si decían lo contrario, era absuelto. Si había discordancia entre los testigos, podían trabar entre si la batalla que acordasen de hierro caliente, de bastón o desafío, que hemos de ver más adelante. Pero si las partes no consentían en esta prueba, el alcalde que había presenciado toda ella debía decidir, llamando dos herreros que, bajo juramento, daban su opinión". (Ref. Salinas, F., El derecho civil en el fuero de San Sebastián..., en "II Congreso. El Fuero de San Sebastián y su época". San Sebastián, 1982, p. 345).

Don Francisco Salinas Quijada, uno de nuestros investigadores más solventes y de amplia bibliografía, resume la ordalía del hierro caliente, después de mencionarla en el Fuero de San Sebastián y en el Fuero de Sobrarbe. La resume así: "Se reconocía primero la mano del que debía llevar o alzar el hierro; y si en la misma había alguna llaga, vejiga o arañazo, se ponía con tinta, y se colocaba un guante de lino sellado con el sello del alcalde. A los tres días concurría todo el pueblo a la iglesia, y allí se calentaba el hierro con leña llevada por el demandante. después de bendecido por los clérigos aun cuando posteriormente -como veremos- la Iglesia prohibió intervenir a los mismos, reiteradamente y con carácter universal. En este acto juraba el demandante: que pedía con derecho, que las escrituras eran ciertas, y que los documentos del deudor eran falsos y los suyos verdaderos. Al que debía levantar el hierro se le quitaba entonces el guante de lino sellado por el alcalde y se le reconocía nuevamente la mano, volviendo a marcar con tinta las vejigas, llagas o arañazos que en ella hubiese, para no confundirlos con los que pudieran producírsele después. En esta disposición se mandaba salir de la iglesia a toda la gente, excepto al alcalde, a los testigos nombrados por las partes, y naturalmente al que debía levantar el hierro: demandante o demandado. Cerradas las puertas de la iglesia, se tocaba solemnemente las campanas, y los testigos explicaban al actor o al reo cómo había de coger el hierro en la palma de la mano, encargándole que no moviese el pie izquierdo, ni diese un solo paso con el derecho, registrándole nuevamente la mano para que no tuviese en ella papel o arena. Sacado el hierro del fuego, lo ponían los testigos sobre dos ladrillos separados y se pasaba por él un manojo de lino. Si este manojo levanta llama, estaba ya el hierro en disposición de hacer la prueba; en caso contrario se volvía el hierro al fuego hasta que se cumpliera este requisito".

Bernardo ANAUT