Lekaide eta lekaimeak

PÉREZ NECOCHEA, José Joaquín

Personalidad eclesiástica navarra, político y escritor, nacido en Uztarroz el 9 de enero de 1772. Estudió Derecho y Cánones en Zaragoza; abogado de los Tribunales de Aragón, ejerció varias cátedras. Canónigo doctoral de Jaca (1799), en la colegiata de San Ildefonso (1803), examinador general y vicario general castrense. Fue perseguido y encarcelado tanto durante la invasión napoleónica como en 1823. De talante y filiación liberal fue amigo de Espoz y Mina. Arcediano de Calahorra (1830), censor del Reino (1834), rechazó las mitras de Vich y Sigüenza (1838) siendo designado obispo electo de la diócesis de Oviedo. En 1837 consiguió el acta de senador por Navarra, siendo en 1841 elegido por el viejo reino. En 1843 fue presidente de edad del Senado. Opuesto a la renuncia de los obispos electos en 1847, fue mal visto por los elementos más conservadores, si bien reconocían sus méritos y capacidades intelectuales. Autor de El Asno ilustrado o sea la apología del asno (Madrid, 1837), bajo el pseudónimo de J. J. Zeper Demicasa, la obra consiste en la reproducción de dos poemas satírico-morales de su amigo Manuel Lozano Pérez Ramajo y en las 172 glosas ("notas e ilustraciones") que el navarro hace a ambos, extensísimas glosas en las que da muestra de su enorme erudición sobre literatura antigua y contemporánea suya, cuyos autores cita con textos, títulos y páginas, como este final de la nota 139 que reproducimos a modo de ejemplo:

"Permitidme que acabe de desahogar mi inexplicable, pero justa sensibilidad, contra los tauricidios y los tauricidas, no menos que los taurómanos. Levántome más ahincadamente contra éstos porque sin éstos no existirían aquéllos. Confúndalos la policía humana y sabiduría de los que pasan por infieles y bárbaros entre nosotros. En Egipto no se podía matar ninguna res vacuna. Hoy mismo en la India los únicos delitos que castigan con pena capital son la muerte de un hombre o de un becerro: "conducta bien diferente de los que se complacen, dice otro español, en ver atormentar y matar cruelmente en las plazas a estos preciosos animales: y esta cruel insensibilidad influye en la moral pública más de lo que se piensa", Viajero univ. tomo I, Egipto, pág. 61. No olvidéis la Nota III. Mírase con razón como imagen de estos repugnantes y repugnados espectáculos la costumbre abusiva de muchos de nuestros pueblos de correr vacas, bueyes y toros por las calles, asidos con maromas, y que los dejan correr libremente, embraveciéndolos y sofocándolos a porfía, y haciendo su carne pésima a la salud y al gusto si el animal es destinado al matadero, como acontece ordinariamente: pueblos que hasta corren en alas dejando los arados en el campo a la voz súbita y resonante, A la vaca! La ordenanza siguiente de la villa de Madrid acordada en el reinado del Santo Rey D. Fernando III debiera estar esculpida en las bulliciosas plazas de semejantes pueblos: "Ad esto son abenidos los jurados, et los alcaldes, et los fiadores, et el concejo de Madrid. Que todo el omme que vaca corriere dentro en la villa o toro, peche II morabetinos a los fiadores, et quando la metiere la vaca o toro a la villa, metanla atada con II sogas, la una a los cuernos, et la otra al pie. Et todo el omme que piedra o escarrocha tirare a la vaca o al toro, et qui corriere en el coso con lanza o con astil agudo, peche II morabetinos a los fiadores por cada cosa a lo que ficiere desto que la carta vieda". A todos en conclusión, pueblos, sabios y el gobierno, les ponemos a la vista cómo sintió un Asinio, y qué hizo a su declamadora voz el más poderoso de los Monarcas en esta materia de combates y corridas. César Augusto hacía salir al circo lidiadores y matachines de fieras, confectores ferarum, que muchas veces eran jóvenes de las familias nobilísimas. En uno de estos solaces habiéndose estropeado de una caída C. Nonio Astrenates, le remuneró con un collar de oro, aureo torque, permitiéndole apellidarse Torquato con sus sucesores. Más por fin Augusto hizo cesar semejantes funciones a consecuencia de haber declamado contra ellas gravemente en el senado su mismo amigo el orador Asinio Polion, quejándose del fracaso que también había tenido su nieto Esernino de romperse una pierna. Mox finem fecit talia edendi, Asinio Pollione oratore graviter invidios- sèque in curia questo Aesernini nepotis sui casum, qui et ipse crus effregerat. Suetonio, lib. II, pág. 176. Lugd. Bat. 1647. Y aquí hacemos nosotros votos sinceros y patrióticos para que en la tierna Reina Isabel II se forme el alma tan hermosa y bella como en su abuela del mismo nombre, que conmovida con la primera corrida de toros que le presentaron sus castellanos, no quiso ver más corridas ni que sus castellanos las vieran; y que bajo su ilustrado, liberal y dulce imperio se cancele para siempre la segunda palabra del bárbaro Pan y Toros de los madrileños, como modificó Augusto la segunda del Panem et Circenses de sus romanos, merced a un Asinio".

Habiendo escrito gran parte de sus glosas en prisión, este roncalés ilustre exhibe, a lo largo de las mismas, un estilo ameno y desenfadado, mucho más enciclopédico y racionalista (abundan las citas de Voltaire, por ejemplo) que lo habitual en autores de la época romántica en la que le tocó vivir. Su desinhibición sexual le hizo acreedor al calificativo de "desvergonzado", cosa que probablemente lo fuera para su época. El Indice alfabético y analítico que curiosamente posee la edición de 1837 permite espigar los temas más diversos, tanto referidos a su valle natal como al resto del mundo. Otro título suyo, muy diferente, La Causa eclesiástica de Oviedo sobre desprecio y violación de Censura impuesta a varios canónigos y capellanes...por rebeldes (Madrid, 1840), es de utilidad para conocer de primera mano los problemas de la provisión de cargos eclesiásticos en los inicios del constitucionalismo español.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA