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JARDIN

Siempre ha gustado el arte de la jardinería, reflejo en gran parte del propio país, jardín natural, en muchos de sus lugares. Si hoy se ven nuestras ciudades y pueblos dotados de jardines quiere decir que no ha faltado la tradición jardinera por lo menos en la corte navarra y en determinado momento. Es de señalar el palacio real de Olite en sus días de esplendor. Dice Madrazo, recopilado por M. Estornés Lasa, añadiendo otros datos: "Entre las cosas que más excitaban la admiración en este palacio de Olite hay que mencionar sus jardines y los incomparables artesanados de sus salones. El arquitecto que lo construyó, venciendo dificultades con sin igual maestría, estableció espaciosos terrados en lo alto de los muros, sustentándolos interiormente con arquerías ojivales notables por su robustez y valentía -Madrazo-. Y estos terrados fueron destinados a jardines. Nada faltaba en ellos de cuanto pudiera apetecer el gusto e imaginar la más caprichosa fantasía. Existía en ellos un juego de pelota y una pajarera con pinos en su interior, para descanso y regalo de las aves. "Los azores, de ordinario se capturaban en la montaña de Navarra, por cazadores expertos de Maya (Baztán), de Isaba (Roncal), de Valcarlos, el..." A. Díez, T. C. P., n.° 291. "Blasco Aznanz, de Isaba, cobraba este año (1362) 7 libras y 8 sueldos de carlines por 8 azores cogidos en 4 nidadas. 6 eran primos y 2 torzuelos". Criaban allí también cisnes y pavos reales. Estos jardines estaban dotados de un sistema completo de regadío para las plantas exóticas y árboles frutales que se cuidaban con esmero. "Los granados, las moreras, los limoneros y otros muy preciados de aquel clima, se alzaban lozanos y pomposos entre los dorados terrenos y embalsamaban el ambiente con sus aromas". Cuando aún no se conocía en Francia, la naranja figuraba en la mesa del rey de Navarra, recolectada en su "huerto de los naranjos". Otros jardines importantes eran los llamados "de los baños", "del Cenador", con hermoso salto de agua. Sobre estos jardines se habían construido vistosas galerías llamadas "claustros" cuyas arquerías recordaban a las de los monasterios. "En el palacio de Olite estaba de servicio un quirúrgico llamado Aznar, que era oriundo del Roncal, concretamente de Isaba. Había hecho varios viajes a su tierra por encargo expreso del Rey -A. Díez-. En esta ocasión (1412) fue con dos hombres y llevaron 4 bestias con las que trasladaron a Olite gran cantidad de fresales, abetos y gran variedad de árboles y plantas para los jardines. Cobró 7 libras y 16 sueldos". Entre la jardinería más o menos moderna están sin duda los parques y jardines de las cuatro capitales más algunos en ciudades y pueblos. Los jardines de la Taconera, de Pamplona, constan de dos amplias arboledas en su primera mitad, más el estanque, cascada, antiguo palomar ya desaparecido, yerbines y macizos de flores; y en su segunda mitad, mayor que la primera, seis espaciosísimos cuerpos de elegante y esmerada palmería, kiosko para música, gran surtidad de concha de hierro, el cuerpo chinesco, invernaderos, macizos de flores, amplias y numerosas avenidas dotadas de bancos, pedestales de piedra y gran iluminación. Terminan los jardines de la Taconera en el magnífico paseo del mirador, de donde se divisa, además de un espléndido panorama y todo el barrio de la Rotxapea con sus huertas, jardines, fábricas y edificios. Frente al mirador, el monte de San Cristóbal, embellece el paisaje. Otros jardines rellenan también el paseo de Sarasate, ciertos espacios de la Plaza del Castillo y la delantera del Archivo General de Navarra. Aparte de Pamplona es de destacar el Señorío de Bértiz, con una extensión de 2.040 Has., verdadero parque natural de singular belleza. A su masa arbórea hay que añadir la monumentabilidad de sus palacios y edificios y la incomparable hermosura de su jardín, en el que conviven una gran cantidad de especies exóticas procedentes de todas las partes del mundo. El Parque de Alderdi-Eder en San Sebastián se extiende a lo largo de la barandilla de la playa y delante del antiguo Gran Casino, hoy Casa Consistorial. Más de 200 árboles tamarindos adornan y constituyen el parque además de otros no tamarindos. Los espacios libres se dedican a la jardinería y paseo. El Gran Casino fue inaugurado en 1887. Son de señalar también los jardines de Miramar, Parque de Cristina Enea e Igueldo. El parque de doña Casilda de Iturrizar y cercanías es el más espléndido lugar de esparcimiento de los bilbaínos. Sobre un terreno ligeramente desigual se ha construido esta obra de jardinería con mucha inteligencia y sentido de belleza. Se puede considerar el parque en dos zonas, la alta y la baja. En aquella se abren avenidas en todas direcciones, entre óvalos, galerías mitad sol, mitad sombra, y una gran abertura forestal. De ahí se desciende a lo bajo del parque que es un laberinto de caminos entre hojas, laureles, tamarindos, magnolias, cipreses, pinos y otros árboles y arbustos asociados en bellísima selva. No falta tampoco la nota romántica, un estanque bellamente irregular con sus ánades, gansos y patos o la presencia de bandadas de palomas. El paseo del Arenal fue en otro tiempo prado y alameda de recreo público y ya a mediados del s. XIX ofrecía ya una frondosa alameda y vistoso jardín, circundado por una verja y dos monumentales puertas de hierro y ornamentado de fuentes, surtidores y estatuas. Necesidades imperiosas surgidas una tras otra sacrificaron jardincillos y elementos ornamentales hasta perder el nombre de jardines y queda en simple paseo. La historia jardinera de Bilbao se sitúa también en los jardines de Albia y otros parques dignos de recuerdo. El parque de la Florida de Vitoria fue trazado en 1820 y ampliado en 1855. Entre su arbolado, ya centenario, se levanta el monumento a Manuel Iradier. Al principio solamente tenía un salón central y dos pequeñas alamedas laterales cerradas por tapias. En 1855 se prolongó el paseo hasta las calles del Prado y de San Antonio, quedando transformada la huerta del convento de Santa Clara y otras que la rodeaban en jardines y paseos. Hoy día se extiende entre las calles B. Bengoa y Ramón y Cajal. Los diversos paseos se hallan separados entre sí por jardines a la inglesa y árboles de distintas especies y macizos de flores, que forman combinados dibujos. Gran parte de Bayona está rodeada de un cinturón verde cerrado por los jardines León Bonnat y la Place des Basques. Desde este lugar, y sin dejar el centro de la ciudad romana, se puede dar un paseo por la amplia avenida de los Glacis (fortificaciones), poblada de grandes árboles, que se extiende al pie de las murallas de Vauban, rellenas de cesped, hasta la vetusta puerta de España, tras el bonito paseo de la Poterna. La creación de esta avenida se debe a una recta interpretación del urbanismo moderno; oprimida durante mucho tiempo en su corset de piedra en forma de estrella, Bayona ha sabido, en efecto, abrir con tacto boquetes en el mismo, sin destruirlo brutalmente. De esta manera, después de las pendientes herbosas del Chateau-Vieux, los fosos que rodean las fortificaciones han sido transformados en macizos de flores y parterres entre los que se encontrará hasta una pista de tenis. Casos de rara originalidad hemos visto en Arcangues (Laburdi) convertido en jardín desde la casa en que vivió Luis Mariano, y en Motrico. El jardín de Motrico se destaca por ser único en su especie ya que se basa, más que en el colorido de flores y plantas, en la aromaticidad. Es, quizás, único este jardín aromático, perceptible por los ciegos, compuesto en un 75 % de plantas aromáticas, condimenticias, de perfume, etc. Se hizo pensando en los ciegos, que de esa manera pueden identificarlas. Se halla instalado en Motrico (Gipuzkoa) y es propiedad de los señores de Urreisti, dueños del Restaurante Kai.