Sailkatu gabe

GIPUZKOA (ARTE Y PENSAMIENTO: MÚSICA Y DANZA)

Música popular.

No difiere en absoluto de las características generales: melodías de tipo silábico, rara vez melismático, de marcada ascendencia gregoriana, comprendiendo canciones de cuna, de juegos, enumerativas, de novios, báquicas, festivas, satíricas, amorosas, religiosas, de baile, etc. Destacaríamos que entre sus textos son más frecuentes las alusiones al mar, como algo vital para el guipuzcoano, cuya historia está cuajada de brillantes hazañas y vivencias marinas.

En cuanto a los "zortzikos", que tanto han dado que hablar a los folkloristas vascos sobre su autenticidad popular, habrá que decir que su difusión mayor arranca de San Sebastián, merced a las casas editoras "Almacén de Música de Santesteban" y "A. Díaz y Cía.", que en la segunda mitad del siglo XIX inundaron el mercado de partituras de este género, obra de compositores como Iparraguirre, Gorriti, Cendoya, Letamendía, Trabadello, Furundarena, Buenechea, Peña y Goñi, Sarriegui, Mocoroa, etc.

Tocante a colecciones de música popular, a Guipúzcoa le cabe el honor de ofrecer el primer cancionero de melodías vascas, que, al menos como colección coreográfica, es la más antigua de Europa. Juan Ignacio de Iztueta (Zaldivia 1767-1845) es el autor de este interesante documento, impreso en San Sebastián en 1826 en la imprenta de Ignacio Ramón Baroja con el siguiente título: Euscaldun anciña anciñaco - Ta are lendabicico etorquien - Dantza on iritci pozcarri gaitcic gabecoen - Soñu gogoangarriac beren itz neurtu edo - Versoaquin." Complemento de este cancionero, la obra Gipuzkoako Dantza Gogoangarriak del mismo Juan Ignacio de Iztueta nos suministra un gran banco de datos del folklore coreográfico-musical de la época. En 1862, José Antonio Santesteban (S. S. 1835-1906) edita en el Almacén de Música de Santesteban (S. S.) la Colección de Aires Vascongados para canto y piano, en la que aparecen mezcladas melodías populares y partituras de reciente composición, entre ellas las de José María Iparraguirre. En 1893, José María Echeverría (Lasarte 1855-?) y Juan Guimón (S. S.1870-1916) publicaron en "A. Díaz y Cía." su Ecos de Vasconia para canto y piano, colección en la que igualmente se mezclan melodías populares con otras de reciente composición.

En 1918 el P. Donostia (S. S. 1886-1956) publicó en "Unión Musical Española" (Madrid) su cancionero Euskal eres-sorta con 493 melodías populares, presentadas sin más aditamento que el lugar de procedencia. A estas melodías habría que añadir las que periódicamente fue publicando en la revista "Gure Herria" de Bayona (Francia). También debemos consignar que el actual director del Archivo del P. Donostia (Lecároz), P. Jorge de Riezu, prepara en este momento la edición del cancionero popular definitivo del P. Donostia, que contendrá más de un millar de melodías con sus variantes y toda clase de notas y acotaciones. Si además tenemos en cuenta sus conferencias, artículos, etc., que versan sobre la música popular (próximas a editarse en varios tomos), bien podemos afirmar que tenemos en él el principal patriarca del estudio de la música vasca. Así lo ha entendido el pueblo, que, a través de la R. S. V. A. P., le dedicó en 1959 un impresionante monumento en el monte Agiña, Lesaca (Navarra), consistente en una capilla y una ciclópea estela, sitas en una estación megalítica dotada de dolmen, cromlechs y túmulo. Desde este lugar se divisan las zonas del país que más recorrió él en su tarea de recolección de melodías: pueblos de la costa cantábrica, valles de Guipúzcoa, Navarra y Laburdi.

También conviene recordar los nombres de quienes con su aportación literario-musical ampliaron los conocimientos del folklore vasco: Antonio Peña y Goñi (San Sebastián, 1846-1896), Francisco Gascue (San Sebastián, 1848-1920), Telesforo de Aranzadi (Vergara, 1860-1945), Carmelo de Echegaray (Azpeitia, 1865-1925), Francisco de Madina (Oñate, 1907-1972), Manuel Lecuona (Oyarzun, 1894- ).

En cuanto a instrumentos musicales populares, comenzaremos diciendo que la documentación antigua (Edad Media) existente en las provincias del País Vasco, es menor en Guipúzcoa. Bien es verdad que esa documentación gira en torno a un fondo instrumental común a toda Europa. A partir del Renacimiento comienzan a concretarse los documentos que nos hablan de instrumentos que hoy clasificamos como autóctonos. Existen en Guipúzcoa referencias al "rabete" o "arrabita" (violín), alboka, pandero, triki-trixa, etc., por orden cronológico. En resumen, menos variedad de instrumentos que en otras provincias.

Queda claro que en Guipúzcoa el instrumento rey es el txistu, citado él y su intérprete en toda clase de documentos con los nombres de jular, juglar, silbo, pito, tamboril, tamboritero, tamborilero, tamborín, flauta y atambor y, sólo en el siglo XX, txistu y txistulari. El clásico txistulari, con su tamboril, constituye la orquesta popular más reducida y antigua del país: dos instrumentos en un solo instrumentista. Como ampliación importante se le incorporó el redoblante o atabal. Y así perduró el conjunto musical durante mucho tiempo. En el siglo XIX se intentan las aventuras de la polifonía en el txistu, incorporándole una segunda voz. Es difícil precisar fechas, pero al finalizar el primer tercio del siglo XIX aparece un nuevo modelo de txistu más alargado y de sonido más bajo, el silbote, que viene a constituir el trío. En opinión del P. Donostia, la agrupación de txistus parece nacida en Guipúzcoa. Este conjunto de músicos, presentado con uniforme que variaba según los lugares, ha sido durante muchos años un importante elemento que acompañaba al concejo municipal en sus desfiles en corporación, interpretando "Alkate soinua" u otras melodías apropiadas. En la década de 1970 nace de Guipúzcoa la tentativa de ampliar la familia del txistu con la presentación del txilibitu, txistu-bajo y silbote-bajo. Todo esto gracias a las iniciativas del "Grupo Experimental del Txistu", conjunto donostiarra, en el que habría que destacar la labor de Javier Hernández Arsuaga, Martín Rodríguez y José Ignacio Ansorena. Paso importante en esta época es el esfuerzo para incorporar el txistu a la música de cámara. Introducido en el Conservatorio en 1950, han sido profesores Isidro Ansorena, Javier Hernández Arsuaga y José Ignacio Ansorena. Este último ha conocido la declaración de Conservatorio Superior en 1980, con lo que se hace necesaria la música de cámara en el txistu. Esto ha exigido a los artesanos o txistugilles un tratamiento distinto en la fabricación del txistu y a los compositores una nueva concepción de las partituras para txistu en música de cámara. En esta época debemos destacar dos nombres, a quienes el mundo del txistu tiene mucho que agradecer: Isidro Ansorena (Hernani, 1892-1975) y José Ignacio Ansorena (n. en San Sebastián en 1953), abuelo y nieto respectivamente. El 20 de setiembre de 1927 se fundó en Arrate (Eibar) la Asociación de Txistularis del País Vasco, que logró aunar fuerzas, organizar alardes o conciertos masivos de txistularis y, sobre todo, fundó la revista "Txistulari", cuyo primer número salió en marzo de 1928, conteniendo literatura apropiada y música, generalmente para tres txistus y atabal. La Asociación se disolvió en el año 1936 y comenzó en 1955 su segunda etapa, revista incluida. Inseparable de la canción es la danza, que emplea ordinariamente textos humorísticos.

El pueblo en las plazas públicas gusta del "Ariñ ariñ", "Orripeko" (Fandango) y "Biribilketa". Grupos más preparados exhiben el "Zortziko", "Makil-dantza", "Ezpata-dantza", "Aurresku", etcétera. Conservan tradición particular los dantzaris de Oñate y los de la Antigua en Zumárraga. En San Sebastián se destacan el grupo Goizaldi, como continuador de la línea Iztueta-Olano-Pujana, y el grupo Argia por su gran labor de investigación.