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El Tordo Vizcayno

A principios del siglo XVII se publicó, sin mención de autor ni de imprenta, una Historia del Búho gallego con las demás aves de España, reunión en la que figura un "tordo vizcaíno". Se insinúa como posible autor al Conde de Lemus. Un anónimo autor contestó a la citada historia con el panfleto titulado El Tordo Vizcaíno. "La opinión de los contemporáneos lo atribuye al historiador Garibay", ha escrito Herrero García (Ideas de los españoles del siglo XVII, Madrid, 1928, p. 253). Creemos que generaliza excesivamente al atribuir a los "contemporáneos" la que pudo ser opinión de alguno de ellos. Recordemos que El Tordo no pudo publicarse antes de 1638 y Garibay había muerto cuarenta años atrás (1599). Quizás la afirmación de Herrero parte de una nota, escrita con letra de fines del siglo XVII en uno de los ejemplares de El Tordo, edición B, que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Dice:

"Autor de esta obra es Garibay, el cronista. Es respuesta al Búho Gallego. Historia de las Aves de España. Da esta noticia D. Pedro Alonso y Padilla, Librero de Cámara del Rey, quien es tan inteligente en libros castellanos como es notorio" (BN, ms. 10449, fol. 39r. Corresponde al 1r de El Tordo Vizcayno ).

De esta nota deriva la que hallamos en el ejemplar de la edición A conservado en la biblioteca de Caro Baroja:

"Nota copiada a otro ejemplar en folio que se hizo de esta obra, con letra de aquel tiempo a que se refiere. Según el librero Padilla, impresor de S. M. y muy inteligente en materia de libros, es este opúsculo de Garibai, el Cronista. Sevilla 21 de setiembre de 1829. Juan de Dios Gil de Lara (rubricado)" (Loc. cit., p. 90).

Trueba apunta como posible el nombre de Fernando de Villalonga, capitán de Infantería y natural y oriundo de Almodóvar del Campo, que, en 1635, había escrito en Sanlúcar de Barrameda, una historia de las Provincias Vascongadas en la que se menciona al Búho Gallego (El Tordo Vizcayno, Bilbao, 1870, pp. 5-6). Esta mención es el único apoyo de Trueba para atribuirle la paternidad de El Tordo. Ignoramos el paradero -si se conserva- de la historia de Villalonga; pero ya Trueba nos advierte que el tono de su erudición está muy lejano del demostrado por el autor de El Tordo. Por otra parte, aunque también con fundamento insuficiente, cree Trueba que éste se escribió en Madrid (Ibid. p. 94, nota).

Prescindamos de estos nombres e interroguemos a la propia obra para ver si ella da algunos indicios para adivinar cuál fuera su padre. Inmediatamente viene el pensamiento, al ver el entusiasmo y amor que demuestra por las cosas de Vizcaya, que el autor fuera vizcaíno. Pero es detalle digno de notar que nunca -contra lo que pareciera natural, pues las ocasiones eran innumerables- se presenta como tal o se incluye entre los vizcaínos ni alude a su vinculación con el Señorío.

La primera y más acusada característica de la obra es la profusión de citas de escritores de la antigua literatura clásica griega y principalmente latina; lo que denota en el autor una abuntantísima erudición humanística. Sigue la costumbre -manía pudiéramos llamarla dados los extremos en que cayó- de echar mano de los clásicos para autorizar el propio pensamiento en un alarde erudito. A troche y moche, a diestra y siniestra, vengan o no a cuento, Ovidio, Horacio, Virgilio y otros muchos literatos van sucediéndose. Recuerdo la frase de Henao: "El siglo lleva citar muchos (autores)" (HENAO. Averiguaciones, I: Advertencias al lector, sin paginar). El abanico de autores citados es muy numeroso y se amplía más aún si tenemos en cuenta la multiplicidad de referencias de algunos. Analizando esta relación encontramos autores de primera fila y autores secundarios, como los panegiristas. En el conjunto, son minoría exigua los autores religiosos. Ello hace pensar en un asiduo cultivador de los estudios clásicos, posiblemente en un profesor de Humanidades. En esta dirección nos encamina el comprobar que, con frecuencia, el autor cita de menoria, como quien se halla familiarizado con los textos, incurriendo en pequeñas inexactitudes: una palabra por otra, el orden de las mismas alterado, fusión de varios textos en uno, atribución a un autor de un texto ajeno... Y es de notar, en ocasiones, que a pesar de las alteraciones, nuestro autor mantiene el ritmo de la poesía, lo que denota su formación clásica.

Tras de los escritores clásicos latinos y griegos, muy distanciados numéricamente, encontramos referencias a autores posteriores, principalmente historiadores: Rodrigo Jiménez de Rada, el Tudense, la Crónica General de Alfonso el Sabio, Lope García de Salazar, Florián de Ocampo, Morales, Vaseo, Garibay, Mariana, Colmenares, Navarro de Larrategui... Y con los historiadores, los hombres de leyes, desde Justiniano y su compilación hasta los juristas recientes, pasando por el Corpus Iuris Canonici y el celebérimo Bártolo. En la aducción de unos y otros observamos un contraste. De los autores clásicos se limita a mencionar el nombre (Ovidio, Horacio, Tácito ... ) y aun lo sustituye por un apelativo (el Satírico, el Filósofo); los textos y tratados legales se citan con mayor precisión (Cfr. El Tordo (A) pp. 44-48). En los primeros casi siempre transcribe literalmente los textos, en los segundos, rara vez. Aquéllos se van distribuyendo por toda la obra, de la primera a la última página; éstos se agrupan casi exclusivamente cuando trata de la nobleza de los vizcaínos. Es manifiesto que, al menos en la inmensa mayoría de los casos, las citas de clásicos son de primera mano y nuestro autor los utiliza directamente; de una buena parte de las citas jurídicas hemos comprobado (Cfr. nota 314 al texto) que están transcritas de un autor utilizado. Ello nos lleva a pensar en una segunda mano, distinta del humanista, que aportara a éste las referencias jurídicas que requería para su apología.

La unidad de estilo de El Tordo Vizcayno impide pensar que varias personas intervinieron en su última redacción. Creemos que el redactor fue único: el humanista. Pero ¿quién fue éste? La consideración de cómo utiliza la literatura clásica antigua nos llevaba a la conclusión de que se trataba de persona de gran formación humanística y posiblemente profesor de humanidades. Ante ello surge rápido en la mente un nombre: Gabriel de Henao. En virtud del convenio celebrado ante la villa de Bilbao y el rector de los Jesuitas, el 20 de mayo de 1611, éstos se obligaron a mantener dos clases de latín gratuitas en su colegio de San Andrés (Cfr. T. GUIARD. Historia de Bilbao, II, Bilbao, 1906, p. 370, nota). Esta enseñanza se suspendió en 1636; pero nuevo convenio del 16 de noviembre de dicho año la reanuda a perpetuidad y lo confirma así una carta-patente del general de la Compañía de Jesús, P. Mucio Vitelleschi, del 24 de octubre de 1636 (Ibid. p. 372, nota. El decreto de Vitelleschi lo publica también Labayru: Historia de Bizcaya, V, apénd. 39, p. 702). Por propia confesión sabemos que el año 1636 era profesor de Gramática en este colegio de San Andrés, el P. Gabriel de Henao: "Que desde el año treinta y seis de este siglo, leyendo Gramática en el Colegio de Bilbao ... " (Henao: Averiguaciones, I: Adición a la dedicatoria, n. 11, sin paginar). Y el año 1637 aparece impreso en Zaragoza, el librito Vizcaya illustranda, ab Academicis Humaniorum Literarum Bilbaensis Scholae Societatis Iesu, que recoge los trabajos que en una velada literaria defenderán varios alumnos del colegio (Cfr. Vizcaya ilustrada, fol. 44v-45r.); trabajos que son todos ellos obra del Padre Henao (Lo manifiesta él mismo: Averiguaciones, I: Advertencia al lector, hacia el principio). (Cfr. J. E. DE URIARTE. Catálogo razonado de obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús, II, Madrid, 1905, n. 2297), que en otro lugar nos dice que de dichas cátedras de Gramática salían "Gramáticos aprovechados" (Cfr. Averiguaciones, 1, p. 246, 2).

En septiembre de 1639 encontramos al P. Henao, de residencia al parecer, en el colegio de Valladolid (Carta del Padre Henao al P. Rafael Pereira (17-09-1639), en Memorial Histórico Español 15, Madrid, 1862, pp. 337338) y el día del Corpus de 1640 se hallaba -quizás incidentalmente- en La Coruña donde asiste a morir al almirante Antonio de Oquendo (Lo que dice el propio P. Henao: Libro de la Genealogía de San Ignacio, cap. 14; en la edición Villalta de las Averiguaciones, VI, Tolosa, 1895, p. 316). Aunque el resto de su larga vida académica va a discurrir lejos de las tierras vascas, sin embargo el P. Henao seguirá interesado por las cosas de Vizcaya y su historia: "Nunca descuidé de apuntar lo que en los Autores que iba leyendo, concernía con las Ilustraciones" (Averiguaciones, I: Advertencias al lector. Dice "Ilustraciones" por "Averiguaciones"). "Comencé el bosquejo y primeras líneas de esta obra en la edad juvenil, aún casi entonces trabajé gran parte; ahora en la ancianidad he procurado perfeccionarla" (Ibid.). Interesa recoger algunas fechas:

  1. 1618-1622. Lemos escribe El Búho Gallego.
  2. 1622 (19 de octubre). Muere el Conde de Lemos.
  3. 1636. Henao profesor de Gramática en el Colegio de San Andrés de Bilbao.
  4. 1637. Publica la Vizcaya illustranda.
  5. 1638. A partir de este año pudo publicarse El Tordo Vizcayno.
  6. ----. Segunda edición de El Tordo Vizcayno.
  7. 1682. Se publica en Lyon el Horacio español del P. Urbano Campos.
  8. ----. Tercera edición de El Tordo Vizcayno.
  9. 1689. Aparece en Salamanca el primer volumen de las Averiguaciones del P. Henao.
  10. 1704 (13 de febrero). El P. Henao muere en Salamanca.

La confluencia de fechas es significativa. Henao en sus años juveniles, cuando mantenía su Academia Humanística en el colegio de Bilbao y escribía los tratados de la Vizcaya illustranda tuvo que vivir el impacto provocado por El Búho Gallego. Es imposible pensar lo contrario. Ni que se mantuviera al margen. Profesor de Humanidades fue Henao en aquellos días y en un profesor de Humanidades nos llevaba a pensar el análisis de las citas clásicas de El Tordo Vizcayno. Henao, además, se dedicaba ya al estudio de la historia vizcaína y comenzaba a recoger los materiales para las Averiguaciones; lo cual concuerda perfectamente con la erudición histórica que denota en su autor El Tordo. Más aún, en éste y en aquéllos, encontramos la misma forma abusiva de utilizar las citas de autores clásicos. En otro lugar y cuando no pensábamos en el problema que ahora nos ocupa, a propósito de las Averiguaciones, escribíamos:

"Acumula las que él estima pruebas, que frecuentemente no son tales, sino acumulación de citas y testimonios, que prueban la gran erudición de su autor y el número pasmoso de apuntes con que preparó su obra. El resultado no fue proporcionado al trabajo y el libro resulta en ocasiones farragoso y arduo de leer... En las Averiguaciones sobra erudición y falta crítica... No logró liberarse de la literatura falsaria y le concedió demasiada beligerancia. Otro defecto grave: no sabe apreciar las pruebas; confunde el valor intrínseco de ellas con el número de los testimonios y autores opinantes". Mañaricua: Historiografía de Vizcaya, Bilbao, 1973, pp. 202-203.

Las mismas palabras pudiéramos escribir sobre El Tordo Vizcayno. Varias objeciones pudieran oponerse a la atribución de esta obra a Henao. La primera, que el vigor con que el autor siente el ultraje a Vizcaya, la violencia de su reacción, la pasión que pone en su defensa y que, en ocasiones, le desliza al insulto, parecen denotar a un vizcaíno de naturaleza. Y Henao había nacido en Valladolid. Es verdad; pero no es menos verdad que su amor al País nos dejó una obra que supone un trabajo inmenso de recogida de datos realizado desde su juventud hasta su larga ancianidad de noventa años (Cfr. ibid., p. 198). Las Averiguaciones fueron su obra querida trabajada a lo largo de casi setenta años, transcurridos en tareas extrañas. La raíz de esta ilusión la manifiesta el mismo:

"Siendo mi antiguo designio escribir de las tres Provincias Cantábricas, Guipúzcoa, Vizcaya y Alava, por derivarse de ellas Nuestro muy Glorioso Patriarca y Fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola... vive en el pensamiento desta obra, porque pareció resultaría al Santo alguna mayor gloria extrínseca, si se diesen noticias de los sucesos gloriosos de las tierras de su nacimiento y origen, siendo cierto cede en recomendación de los naturales y originarios la excelencia de sus patrias y orígenes" (Henao: Averiguaciones, I: Advertencias al lector).

Su afición al País arraigaba, por lo tanto, en el mundo afectivo del Padre Henao por San Ignacio y su Compañía. Tampoco obsta que encontremos algunas opiniones contradictorias entre El Tordo y las Averiguaciones. Por ejemplo, el primero admite los retos entre cántabros y romanos (El Tordo (A), pp. 25-26); que las segundas niegan (Averiguaciones, I, p. 137). Aquél sitúa Segisama en Beizama (El Tordo (A) p. 15, cfr. nota 99 y 29); éstas, tras prolija disquisición, niegan tal localización (Averiguaciones, I, pp. 8287 y 111- 115). Tales discrepancias pueden deberse a cambios de opinión en Henao, como se comprueba en ambos casos: en la Vizcaya illustranda, más próxima en el tiempo a El Tordo Vizcayno había admitido la historicidad de los retos (Vizcaya illustranda, fol. 15v- 17v) y había identificado a Segisama en Beizama (Ibid. fol. 13 v.). No ha de olvidarse que las Averiguaciones se publican varias décadas después de la primera aparición de El Tordo.

En contraposición de estas discrepancias pudiéramos alegar numerosas coincidencias bibliográficas. Hay una que queremos destacar. El Tordo (A) p. 47 cita al licenciado Puente que, como queda dicho, ha de identificarse con el Lic. Landeras Puentes. De la obra de éste, inacabada de imprimir, dice el P. Henao: "Tengo esta Glossa, parte impressa, parte ms. Aprovechóse luan Gutiérrez della, esparcida entre pocos dentro del Señorío de Vizcaya" (Averiguaciones, 1, p. 12, nota 39). También hay diferencia de contenido entre el El Tordo Vizcayno de una parte y Vizcaya illustranda y las Averiguaciones, de otra. No insistimos en ellas, pues si pudieran explicarse por haber dispuesto el autor de El Tordo de los apuntes que iba acumulando el P. Henao, también es posible explicación -aunque la estimemos menos probable- que el laborioso jesuita hubiera utilizado los datos contenidos en El Tordo. La consideramos menos probable ya que, dada la costumbre extremosa de citar autores del P. Henao, no nos explicamos que no aparezca en su obra una sola cita de El Tordo Vizcayno. Que lo conoció es indudable; el silencio pudiera deberse a ser obra suya.

Un punto nos queda por considerar en relación con el autor. ¿Dónde se escribió El Tordo? ¿Dónde se imprimió? Ningún apoyo hay a favor de Madrid como insinuó Trueba (El Tordo Vizcayno, Bilbao, 1870, p. 94, nota. Se basa en la frase: "Quantos ha conocido esta Corte Vizcaynos ... ". El Tordo (A), p. 54). Otra cosa es respecto a Sevilla. ¿Nació El Tordo Vizcayno en el ambiente vascosevillano? No juzgamos prueba suficiente para afirmarlo el parangón "allá, acá" que se cita y puede ser simplemente un recurso literario. Pero la importancia del inciso dedicado a la Capilla de Sevilla nos sugiere la posibilidad de que entre los colaboradores con que contaba el autor, se contase alguien radicado en la ciudad del Guadalquivir. Nada sabemos de estancias en Sevilla del P. Henao; sí, de correspondencia suya con personas allí residentes (Por ejemplo el P. Rafael Pereira, a quien escribe desde Valladolid el 17-09-1639. Memorial Histórico Español 15, Madrid, 1862, pp. 337338). ¿Dónde se imprimieron las primeras ediciones de El Tordo Vizcayno? No lo sabemos. En 1638 trabajaba en Bilbao el impresor Martín de Azpilicueta de cuyas prensas salió la Relación de todo lo sucedido en Fuenterrabía, desde que el Príncipe de Condè la puso cerco, hasta que se retiró con afrentasa (sic) huida (Cfr. L. Pérez de Guzmán: Noticias poco conocidas sobre la imprenta en Bilbao, Bilbao, 1956, pp. 25-29). El 25 de octubre de 1639 se lee en Juntas Generales la petición del librero Juan Martínez de Beinza de ser nombrado impresor del Señorío. Fue aceptada la propuesta y, en consecuencia, quedó nombrado por acuerdo del Regimiento General de 18 de Abril de 1640 (Archivo de la Diputación de Vizcaya. Libros de Decretos 10, 1638-1645, fols. 65r y 89r.). Ninguna impresión se conoce de él. En 1643 hace en Bilbao varias impresiones, entre las que destaca El Fuero del Señorío de Vizcaya (El Fuero, Privilegios, Franquezas y Libertades de los Caballeros hijosdalgo del Señorío de Vizcaya. En Bilbao por Pedro de Huydobro, impresor del dicho Señorío. M.D.XXX.III. Imprime también el mismo año la Apología en defensa de la Orden de Penitencia de San Francisco, por Fr, Gabriel de Guillistegui), Pedro de Huydobro que hace constar en las portadas de sus libros su condición de impresor del Señorío. Parece que, a la sazón, el Señorío tenía dos impresores oficiales (Cfr. D. de Areitio: Introducción a El Fuero, Privilegios, Franquezas y Libertades del M. N. y M. L. Señorío de Vizcaya, Bilbao, 1950, pp. 90*-91*), ya que Beinza no murió hasta el 28 de noviembre de 1655 y a su fallecimiento fue nombrado para sucederle Martín de Marbelli que había comprado las letras de impreta de su predecesor (Diputación General de 19-03-1656. Libros de Decretos II [ 1645-16571 fol. 310v.). En 1656, Juan de Azpiroz imprime en Bilbao la Doctrina Christiana del P. Ripalda, con los complementos euskéricos de Martín Otxoa Kapanaga (J. Vinson: Essai d'une bibliographíe de la langue basque, París, 1891, n. 24, pp. 94-97). En 1669, Roque Rico de Miranda trabaja en Bilbao varias publicaciones oficiales (Pérez de Guzmán, p. 12-23). Le sucede Juan de Elorza (Ibid. pp. 19-27. M. BASAS. La imprenta en Bilbao, en Boletín de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País 17, 1961, 3-11). De 1673 a 1691 se suceden las impresiones de Nicolás de Sedano, impresor del Señorío en Bilbao (Cfr. M. Carral: La imprenta en Bilbao en los siglos XVII y XVIII. Memoria de Licenciatura en Filosofía y Letras, Universidad de Deusto, pp. 79-89). Pudo, por lo tanto, El Tordo Vizcayno ser impreso en Bilbao. Sin embargo, algunas erratas que se reiteran parecen de difícil explicación en tal caso, v. gr. Gaungoicoa (El Tordo [A], p. 27; B, fol. 11r.) o Gaungotcoa (El Tordo [C], fol. 9r.), por Jaungoícoa; Gorbojuela (El Tordo [A], p. 46; B, Fol. 18v.) o Gorgojuela (El Tordo [C], fol. 15v.), por Gordejuela y Mama (El Tordo [A], p. 87; B, fol. 33v y C, fol. 28v.), por ama. La tercera edición, que sale de las prensas en los últimos veinte años del siglo XVII, precisamente cuando en Salamanca, imprenta de Antonio García, estampaba el P. Henao los dos volúmenes publicados de las Averiguaciones, está impresa en idéntico tipo de letra al empleado en éstas. Recuérdese que la Vizcaya illustranda del P. Henao se imprimió en 1637 por la imprenta de Juan de la Naja, en Zaragoza.