De los cuatro puntos cardinales del horizonte, destacábanse cuatro larguísimas hileras de fantásticas sombras, que con infernal bataola y rapidez espantosa, se dirigían a encontrarse en un punto concéntrico. Este punto era precisamente el prado circular ya descrito. Pintar aquí las extrañas cabalgaduras sobre que venían montadas las sombras en cuestión, es obra superior a las fuerzas humanas... Grabado de la leyenda alusiva al akelarre de Zugarramurdi, de la obra Leyendas Vascingadas, de José María Goizueta (tercera edición, Madrid, 1856).