Politikariak eta Kargu publikoak

Amat Maiz, Antonio

Amat, la esperanza de la disidencia. Rodolfo Llopis se lamentaba de que, por culpa de las detenciones de 1958, los socialistas estaban ausentes de la lucha y, con ocasión de las huelgas de abril de 1964 en las minas de Asturias, Huelva y Ciudad Real, escribía a Pablo que "el Comité de Coordinación no puede permanecer ausente de los conflictos existentes en España, la U.G.T. tiene que dar pruebas de que existe" (citado por Bruno Vargas, p.269 in Rodolfo Llopis: una biografía política, Ed.Planeta ,1999). El P.S.O.E. y la UGT pasaban la mayor parte del tiempo intentando solucionar sus problemas internos. En los años sesenta hubo varios intentos para reemplazar al todopoderoso secretario general de Toulouse, pero todas las maniobras renovadoras fracasaron. El hombre en quien confiaban los disidentes en 1961 era Antonio Amat, recién salido de prisión. Josefina Arrillaga declararía años después que se habían equivocado de persona : "Venían todos con gran expectación a conocer al líder, aunque algunos ya le conocían, y pienso que no respondió a esa expectación. No le culpo a él de eso, porque creo que era más nuestra fantasía, el afán de combatir al exilio, que nos hizo ver en Antonio a alguien que encarnase todos nuestros deseos. Los del Labour Party que tanto ayudaron a su libertad, estaban dispuestos incluso a que Antonio fuese el secretario general del partido. Pero Antonio Amat ni estaba interesado en ello ni lo había estado nunca; él era un activista que nunca pensó en dirigir nada..." (p.176 in El hombre que pudo ser Felipe González: pasión y muerte de Antonio Amat Guridi de Fernando Jáuregui y Manuel Angel Menéndez, Ed.Temas de Hoy, 1994).

No obstante, hubo una última conspiración en vísperas del X congreso del P.S.O.E. en agosto de 1967. Según Carlos Martínez Cobo, Rubial hizo abortar el intento de Ovidio Salcedo y Víctor Salazar de sustituir a Llopis por Amat. Los del interior no podrán prescindir del tenaz Llopis hasta la tardía fecha del 13 de agosto de 1972 cuando se produzca la escisión entre "renovadores" e "históricos".

Amat, recluido en Vitoria a fines de los sesenta, sigue en contacto con sus correligionarios. El ambicioso Enrique Múgica -nuevo hombre fuerte de un partido débil-, el indestructible Ramón Rubial, el tranquilo Nicolás Redondo, el profesor Tierno Galván, y el joven Leguina son algunos de los ilustres visitantes. Los periodistas Luciano Rincón y Sergio Vilar o la escritora comunista Rossana Rossanda se encargan de difundir la leyenda del luchador maldito que le ha de perseguir incluso después de muerto. Se ha ganado además la admiración de un puñado de comunistas alaveses e incluso la policía parece respetar al arruinado líder cuando se le ve en las tímidas manifestaciones de la época, Aberri Eguna o Primero de Mayo.