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VILLAMAYOR DE MONJARDÍN

Apuntes históricos. Algunos datos realtivos al castillo de San Esteban de Deyo, debidos a la pluma de Juli Altadill, contenidos en las obras Castillos medievales de Navarra y G.P.V.-N.

Domina a la villa, por el lado N., Monjardín, montaña aislada, de unos 550 metros sobre el pueblo, con el cual comunica mediante camino que en zig-zag se desarrolla por la ladera S., y está bien entendido su trazado, porque aumentando poco la distancia, se ha suavizado mucho la rampa de subida, que se desliza entre masas rocosas y raquítica vegetación. En su cresta se halla el histórico y afamado castillo del mismo nombre. El peñón sobre que se asienta este castillo excede de 100 metros de largura por unos 40 de ancho en el centro, simula la forma de un dreagnout y encierra la ermita provista de espadaña y campana, varios departamentos para alojarse unas 40 personas, habitación del ermitaño, huerto, magnífico y sorprendente algibe de remotísima construcción y otras dependencias. El castillo de Monjardín, llamado también Deyo, de gran renombre en la Historia de Navarra, uno de los baluartes de la morisma aquende el Ebro y que fue tomado por el rey Don Sancho Garcés II el año 908, tras de maduras reflexiones y rudo combate, como que constituía la más firme fortaleza del poderío musulmán en esta comarca. Aunque notoriamente alterado en el transcurso de los diez siglos de entonces acá transcurridos, la visita que al mismo tenemos hecha personalmente, nos permite afirmar que conserva su forma primitiva pentagonal, erigidos sus robustísimos murallones de unos 15 metros de altura media y más de dos de espesor, con enormes bloques de piedra y asentado todo él sobre sólidos peñascos monolíticos de forma cónica irregular, constituyendo de esta suerte una indestructible fortaleza coronada en parte de almenas. Subsisten indicios que parecen delatar algunas reparaciones o construcciones al exterior, no sólo en el frente N. sino que también en el opuesto; la entrada se halla protegida con almenas vetustas, en parte deterioradas, que recuerdan por su forma y disposición a las típicas fortificaciones del siglo XI, de las cuales perduran vestigios tan estimables en España, como son las murallas del siglo XI en Avila y una pequeña parte del celebrado castillo de Burgos. Entiendo que esas variantes o mejoras sean ulteriores a la toma de la fortaleza, por D. Sancho. En el interior hay una ermita y un aljibe, como dependencias más notables entre otras. El aljibe está cubierto de bóveda en piedra y jamás se ha conocido agotado; es cómodo, capaz, magnífico y no cabe admitirse que se alimente sólo de aguas pluviales, porque ni las lluvias son tan abundanters en la comarca, ni el recinto de la fortaleza es tan grande, ni tal vez los muros consientan la filtración lateral; aunque parezca algo extraño, debemos declarar que cuantas personas le visitamos una tarde del verano de 1912, coincidimos en la apreciación de ser el mencionado aljibe una peregrina e ingeniosa construcción romana, y tal vez esta particularidad es lo único que subsiste en Monjardín, de la dominación de los Césares, la cual como todos sabemos, tantísimos residuos dejó en todo el actual distrito de Estella, hasta las orillas del Ebro. Durante la última guerra civil hubo allí guarnición del ejército y del carlismo alternativamente, con lo cual sufrió mucho la disposición interior de esta extraña fortaleza; hoy se ha arreglado con parte de los primitivos muros una espaciosa capilla dedicada a San Esteban: pero lo más notable de este recinto lo constituye una venerable cruz que, según tradición, se apareció durante la sangrienta jornada a las huestes vencedoras. Está constituida por una madera muy obscura y de extraordinaria dureza, recubierta con plancha labrada de plata, y del mismo metal son las efigies y adornos que ostenta, todo ello tosco y rudimentario. En el muro N. se halla una hornacina con arco de medio punto no exacto y en ésta un relleno con mesa de altar, denotando un sepulcro en el lado del evangelio. (El presbiterio está enfilado a Oriente, de donde deduzco que esta ermita es reedificación de la primitiva), donde debió hallarse por algunos siglos el cuerpo del Monarca vencedor que hoy no se encuentra allí, ni hay memoria de cuando haya sido extraído, pudiendo recelarse que la barbarie de los siglos mal llamados del progreso, haya originado la brutal profanación puesto que no cabe la menor duda de que Sancho Garcés, queriendo allí dormir el sueño eterno, eligió esta fortaleza para propia sepultura. Sobre dicha mesa de altar se ve una pintura del siglo XVII en que se ven a Santa Bárbara, San Cristóbal y una Virgen. Al pie de esta eminencia que, con Montejurra, constituye la más alta pareja de vigías en la zona media de Navarra, se ven por NE. las frondosas arboledas de Irache y Ayegui, la argentina y sinuosa cinta del Ega por Poniente, Estella, Abárzuza, Azcona, Arizala, Ibiricu, Iruñela, Arbeiza, Zubielqui, Villatuerta, Noveleta y otros tantos poblados en el semicírculo septentrional; y en el opuesto, al pie de esta montaña, Villamayor, Arellano, Dicastillo, Arróniz, Allo, Urbiola, Etayo, Sorlada, Mués, Los Arcos y toda la inmensa vega que allá muy lejos corta el Ebro caudaloso, como en el Septentrión se levantan imponentes, cual queriendo escalar las nubes a porfía las sierras del Perdón, de Andía y Urbasa, las peñas de Echauri, San Donato y San Fausto, la sierra de Santiago de Lóquiz, cortando bruscamente las alfombradas llanuras amescoanas, y como extremo de esa inconmesurable media luna, la sierra de Codes con sus mil dientes y agujas que la dan un peculiar aspecto de mandíbula extraordinariamente agrandada.