Léxico

CABALLO

Un personaje tipo centauro, mitad hombre, mitad caballo desfila con papel preponderante en la mascarada suletina. Forma parte del elenco de los «rojos», en contraposición a los «negros». Es el zamalzain que oculta la mitad inferior de su tronco tras el armazón multicolor del caballo simulado. Su cabeza está tocada de una alta corona compuesta de espejuelos, cintas, flores y plumas. Durante la larguísima representación de la mascarada, este zamalzain protagoniza diversas peripecias: se escapa, siendo objeto de una jocosa búsqueda por parte de los «negros», baila sobre el godalet o vaso de vino el baile central de la representación con una habilidad que generalmente mantiene en suspenso a los espectadores, es herrado por los kherestuak, es castrado por los txerreros que lanzan al aire dos corchos simbólicos que los «negros» -los malos o los tontos de la función- se precipitan en comer... Finalizados estos ejercicios, el zamalzain es ayudado por los «rojos» a recuperar sus fuerzas hasta que puede volver a ejecutar sus prodigiosos saltos. ¿Qué pueden significar estos misteriosos ritos entreverados de danza, diálogos y canciones? Chaho ve en este caballo un vestigio de la antigua caballería navarra. «Detrás del caballo bailarín -interpreta V. Alford- encontraremos al caballo doméstico, domado, herrado, castrado. Detrás del caballo doméstico encontraremos a un ser misterioso, medio hombre, medio caballo y el reflejo de una pintura sobre la roca de una gruta paleolítica». Alford, al relacionar las mascaradas suletinas con los ritos europeos de la primavera, nos recuerda que no es éste el único hombre-caballo representado en el folklore vasco. «AtravesemosFrancia y los Pirineos hasta el pequeño pueblo de Lanz, en Nav. Los últimos días de Carnaval un hombre-caballo, el zaldiko, se pasea en medio de unos 30 dantzaris disfrazados, de un hombre vestido de mujer y un compañero que lleva una escoba. Al caballo lo herran, y el martes de Carnaval termina su paseo de una manera trágica, pues lo matan de un tiro. En B. Nav. conozco dos caballos, el uno ha desaparecido desgraciadamente en Anhaux, y el otro vuelve a aparecer en San Juan de Pie de Puerto, después de una ausencia de 30 años. Si de aquí atravesamos el puerto de Oskitx encontraremos un caballo magnífico, el zamalzain coronado de Zub.». Este caballo, según los ritos europeos invocados por V. Alford, debería de morir, pero el de Lanz no lo hace; el de Zub. era antes alzado sobre las ocho manos de cuatro dantzaris, en lo cual ve Alford el símbolo del animal sacrificado, el hombre-caballo,personaje esencial del rito de la primavera, representante inconsciente del caballo dios que moría. «No cabe duda -concluye Alford- que el caballo ha tenido siempre mucha importancia en este país desde los caballos pintados, esculpidos, modelados por los artistas paleolíticos; los caballos cazados, sacrificados, muertos por millares en los acantilados de Solutre. Parece natural que un Espíritu de la Abundancia tomase la forma de un caballo en un país de ganado, como es la Nav. y el Béarn. Es natural que los siglos hayan añadido detalles que no pertenecían a los primeros representantes del Espíritu,y que haya algo más reciente derivado de la domestificación del caballo. La castración parece que podría confundirse con la muerte propiciatoria, puesto que los «negros» se precipitan sobre las partes sacrificadas para comerlas, como hacían las Bacantes y otros muchos ritualistas que trataban de aumentar de esta manera sus propias fuerzas. Nuestro zamalzain ha guardado también algo del caballo salvaje, puesto que se escapa por las calles para ser perseguido». Ref.: Violet Alford: Ensayo sobre los orígenes de las mascaradas de Zuberoa, «R.I.E.V.», 1931, XXII, n.° 3, pp. 373-396.