Auñamendi Eusko EntziklopediaFondo Bernardo Estornés Lasa

En su tercer largometraje fechado en 1997 Daniel Calparsoro contó con la producción de Star Line Productions. Si con sus dos primeras películas Calparsoro había levantado una gran polvareda dentro del panorama cinematográfico vasco y español gracias a un estilo basado en una estética sórdida y violenta, el tercer proyecto del cineasta de Hondarribia va a sumar un nuevo componente conflictivo que contribuirá a colocar otra vez su cine en el ojo del huracán.

La nueva película que empieza a rodar Calparsoro a finales de 1996 es una historia de seres desarraigados con el fenómeno de ETA como telón de fondo. Durante el rodaje sucedieron diversos incidentes. La secuencia de la manifestación no pudo filmarse, tal y como estaba previsto, en Lesaka porque en el último momento la Delegación del Gobierno en Navarra no permitió la presencia de la Ertzaintza dentro de la Comunidad Foral de Navarra. Posteriormente, durante el rodaje de otra secuencia en San Sebastián, un coche conducido por un especialista chocó contra el puente de la Zurriola cayendo la cámara instalada en la carrocería al Urumea. Todas estas adversidades se olvidaron cuando A ciegas logró el gran éxito de ser seleccionada para competir en la Sección Oficial del Festival de Cine de Venecia. Sin embargo la presentación de la película en el certamen italiano fue acogida con una frialdad comprensible. La historia que desarrolla el cineasta se instala desde el primer momento en el terreno del absurdo. Una activista de ETA que ha de realizar un atentado en el último momento se arrepiente y dispara contra su propio compañero, dándose después a la fuga. Huyendo de sus compañeros de armas es secuestrada por su jefe, un ser libinidoso que la desea desde hace tiempo, y la retiene intentando aprovecharse de ella.

No es A ciegas una película de cine político. Más bien Calparsoro utiliza el mundo marginal y oculto de ETA, como antes había hecho con esos paisajes urbanos dominados por la industrialización, el paro y la droga, para poder diseñar ese tipología de personajes que tanto le obsesiona; seres perdidos, incapaces de controlar un medio o unas circunstancias que les desbordan y que a pesar de todo andan buscando siempre un poco de ternura en medio de la inmundicia. Es precisamente esa indefinición la que arruina la propuesta de Calparsoro. La trama inicial con los militantes de ETA parece que va a llevar a la película hacia el cine político pero todo queda en realidad en una obra sobre perdedores. Y en medio de este desconcierto está la escena de dominación sexual que sufre la protagonista. Escena que remite al cine de arte y ensayo con metáforas sobre la decadencia de la burguesía, pero que carece de sentido dentro del discurso narrativo de A ciegas. En cuanto a la resolución técnica hay momentos brillantes. Y es que Calparsoro es un director con un talento inmenso a la hora de crear imágenes llenas de fuerza. La conflictiva escena de la manifestación está resuelta con un clima de tensión, violencia y realismo difícil de superar. Pero también hay momentos penosos. Como la escena en que la prensa intenta entrevistar a la madre del miembro de ETA detenido. Ésta arremete contra el periodista, le arrebata el micrófono y como si se tratara de un reality-show se dirige al teleespectador para denunciar la situación política del País Vasco. Queda pues A ciegas como una película desconcertante, con una aproximación al mundo de ETA que mezcla la parodia y el absurdo. Tras su fracaso en Venecia la película se encontró a su vez con un frío recibimiento por parte del público y la crítica.