Concepto

Árboles sagrados en Euskal Herria (versión de 1977)

Árboles sagrados. El árbol, figura antropomorfa, cuya duración, siempre superior a la vida del hombre, ha inspirado a éste un respeto religioso y una vaga idea de eternidad, parece haber sido uno de los primeros objetos del concepto animista del mundo.

De la época romana son las lápidas aquitanas con nombres de árboles para ciertos dioses locales precristianos, tales como Arixo deo, Arteche deo y Fago deo. Es digna de destacar, por otra parte, la frecuente presencia de árboles venerables -generalmente robles- en las cercanías de antiguos santuarios, hecho que podría relacionarse a un posible culto totémico del árbol. Juan Antonio Urbeltz, director del ballet "Argia", de San Sebastián, nos dio a conocer en una interesante charla (1969) la existencia de uno de estos árboles en el santuario de Muskilda de Ochagavía (Navarra).

El País Vasco, zona montañosa y arbórea por excelencia, con el famoso "saltus vasconum" mencionado por Estrabón y Plinio, cuenta con una larga e interesante serie de este tipo dé árboles. Sin que se hayan podido hallar pruebas irrefutables de "culto al árbol", como ocurre en la mitología grecorromana -el roble dedicado a Júpiter, el pino a Cibeles, el mirto a Venus, el olivo a Minerva- o en la indú -árbol sagrado de los bhil, tribu del estado indio de Gujerat-, en la germana, bretona, gala, celta, etc., el árbol en el País Vasco parece haber sido un elemento sacro de gran importancia. Tal es el caso del árbol de mayo o "mayatzaretxa", árbol que se colocaba a fines de abril para que luciera el día 1 de mayo, representación luminosa de renovación anual del grupo humano en primavera. Este "mayatz aretxa" equivale al "may pole" inglés, "Jorjé verde" de los eslavos, "maj stanger" de los escandinavos, en general a rituales similares hallados en coda Europa septentrional y central. Caro Baroja habla de esta costumbre perceptible aún en época contemporánea, en el N., centro y S. de Navarra, así como en los festejos dedicados al árbol de San Juan en bastantes pueblos de Gipuzkoa y Navarra.

Nos consta que el nogal aparece en la proximidad de casi todas las cuevas de habitación prehistórica. Su nombre, intxa-ur, podría estar relacionado con los genios denominados "intxisus". El árbol de Kruzia se halla dibujado con pintura roja junto a una sepultura de la cueva artificial del término de Kruzia, sobre la senda que va de Faido (Álava) a la ermita de Ntra. Sra. de la Peña. Esta cueva, cuya antigüedad es dificil de precisar, al igual que los vestigios dejados por sus sucesivos habitantes, parece existir desde la edad del bronce. Restos de antiguas creencias aparecen en la rama del árbol que aún se coloca en el "gallur" de la casa recién terminada para celebrar la culminación de la obra y desear la protección y buena suerte. El árbol de la vida, símbolo tan extendido que no merece la pena de ser examinado en esta Enciclopedia dedicada a temas exclusivamente vascos, aparece reiteradas veces en las arcas o "kutxas", asociado a motivos cósmicos, hélices, rosetones, swásticas curvas, etc.

Ya en época histórica, otro árbol sacro, el de Sobrarbe, aparece como tipo monetario. Se usó tempranamente en los sanchetes navarros de Sancho el Mayor (999-1035), en los de García V (1036-1054) y en los de Sancho IV (1054-1076). Se trata de un árbol rematado por cruz griega. Su empleo, contrariamente a lo afirmado por el Diccionario Enciclópedico. "Salvat", es anterior al que se hace en los dineros de plata de Vich en el reinado de Ramón Berenguer I (1035-1076). La falta de testimonios escritos nos deja por el momento ante un amplio terreno a investigar. Sin embargo, alejándonos del campo de las conjeturas, constatamos el hecho de que es rara la asamblea pública que se celebre dentro de la historia antigua y medieval vasca cuyos componentes no se acojan a la sombra de un árbol venerable. El árbol simboliza, en estos casos, la continuidad de la tradición oral, la voluntad del pueblo reunido, su capacidad para dictar leyes y la legitimidad del instrumento legislador. En las provincias rurales pero de sociedad estamental, el estado llano se reúne bajo el árbol tradicional, en contraposición a la nobleza y el clero que lo hace en lugares cerrados y de acceso restringido. Un ejemplo típico es el Biltzar de Laburdi; los representantes de las treinta parroquias laburdinas se reúnen en el robledal de Aitze, sito en Ustaritz, en el lugar llamado "Kapito-harri", bajo un antiguo roble diferenciado de los demás. El tercer estado se reúne también en Zuberoa independientemente de los otros estamentos; es en el bosque de Libarrenx donde se reúne el "silviet" -de "sin", juramento-, salvo algunas ocasiones que lo hace en la corte de Licharre y en el palacio del gobernador de Mauleón. Sin embargo, aun en el caso de celebrar sus sesiones en Licharre, éstas tenían lugar bajo un vetusto nogal, por lo que tomaban el nombre de "Cortes del nogal de Licharre".

En tierras de "nobleza universal" los árboles simbólicos proliferan. La merindad de Zornoza celebraba sus Juntas bajo el árbol de Aretxabalagañe, situado en término de Larrabetzu (Bizkaia). Este "aritz-zabala" o roble ancho era visitado por el señor de Vizcaya después de jurar en Gernika. Las Juntas de las Encartaciones lo hacían bajo el árbol de Avellaneda y la merindad de Durango en la ermita situada en la cumbre de la colina de Guerediaga. El árbol de Guerediaga proyectaba su sombra sobre la mesa y asientos de piedra colocados ante la ermita que servían de asientos y mesa deliberatoria a los apoderados de las repúblicas vizcaínas que correspondían a la merindad. Este árbol era un roble secular que dejó de existir a raíz de un corrimiento de tierras en la segunda mitad del siglo XIX. El Ayuntamiento de Arcentales se congregaba bajo el roble llamado la Rebolla del Concejo, situado al lado de la parroquia de Linares. La merindad de Marquina celebraba sus Juntas bajo el árbol de Sagastiguren.

Naturalmente, el más famoso de todos es el Árbol de Gernika, elogiado por Tirso de Molina y saludado por Tallién el convencional. Enclavado en Gernika, villa en la que celebraba sus Juntas la merindad de Busturia y Bizkaia las Juntas Generales del Señorío. El Fuero de Vizcaya habla de este árbol como lugar donde "era costumbre antiquísima hacer Junta". Árbol simbólico de las libertades tradicionales, ningún vizcaíno podía ser capturado por delitos sin ser antes emplazado ante él, como se recordó en las Juntas de 1570 al ser contravenida en cierta ocasión esta disposición foral. En 1811 el roble secular fue sustituido por uno de sus renuevos que se secó por completo en 1892, guardándose su tronco seco en una urna construida en 1897. El que en la actualidad se alza ante la Casa de Juntas fue plantado por D. Nemesio Urquijo en 1860 y es descendiente de aquél. En la Edad Media poseyó un rústico asiento de piedra, sustituido en 1665 por siete sillas, también de piedra, de las cuales una correspondía al corregidor, dos a los diputados generales, dos a los alcaldes de hermandad, uno al prestamero mayor y el último al tesorero real, aunque en el siglo XVIII sólo eran ocupados por los diputados y el corregidor. Fueron desalojados estos accesorios en 1828 al construirse la nueva Casa de Juntas.

El Arbol Malato se hallaba en Luyando, frontera S. de Bizkaia. Antonio de Trueba da dos posibles etimologías a la palabra "malato". Una de ellas "malastu", que equivaldría a "lozano"; la otra tiene significado opuesto, "mallatu", "macerado"; "golpeado". Confirmando esta segunda hipótesis menciona una estrofa de un antiguo cantar: Oldurik eldu ginian mallatu arbola onetaraeta urren daozanak berealan ikusiko gaitubela"Cubiertos de sangre llegamos a este árbol, que en señal de ello golpeamos, y los que osen volver a traspasar esta frontera, nos verán llegar aquí del mismo modo", Todo vizcaíno estaba obligado a tomar las armas en defensa de su suelo y rechazar al enemigo hasta la frontera que señalaba este árbol; al llegar ante él las armas eran hincadas en su tronco, y el que quisiera seguir luchando y perseguir al invasor tenía que ir en calidad de asalariado del Señor de Vizcaya y ya no de vizcaíno. Esta disposición aparece en el tít. I del "Fuero de Vizcaya", ley V, y es la siguiente: "Que habían por fuero y ley, que los caballeros-escuderos, hombres hijosdalgo del dicho condado y Señorío, así de la tierra llana como de las villas y ciudad de él, y sus adherentes siempre usaron y acostumbraron ir cada y cuando que el Señor de Vizcaya los llamase, sin sueldo alguno, por cosas que a su servicio los mandase llamar; pero esto hasta el árbol Malato, que es en Lujando. Pero si el Señor, con su Señoría, les mandase ir allende del dicho lugar, su Señoría les debe mandar pagar el sueldo de dos meses, si hubieren de ir a aquende los puertos; y para allende las puertos de tres meses, y así dando el dicho sueldo ende que los dichos Caballeros, Escuderos, Hijosdalgo usaron y acostumbraron ir con su Señoría a su servicio, doquier que les mandasen; pero no se les dando el dicho sueldo; en dicho lugar, nunca usaron ni acostumbraron pasar del dicho árbol Malato; y que la dicha exención y libertad, así se les fue siempre guardado por los Señores de Vizcaya". Ante la seriedad y sobrio pragmatismo de esta disposición foral toda posible interpretación fantasiosa y romántica se desvanece. El árbol malato garantiza el límite de obligatoriedad de la milicia vizcaína; más allá de éste el señor tiene obligación de pagar una soldada bien determinada. En 1603 el árbol ya no existía, por lo que las Juntas deciden conmemorar el lugar con una cruz de piedra y un letrero. Un siglo después la disposición no pareció haberse cumplido, ya que en 1709 se decreta que habiendo desaparecido el famoso árbol se perpetuara el lugar plantando otro y colocando una piedra con la inscripción: "Aquí es el sitio del Arbol Malato". Llegados a 1723 aún no se había colocado y se encomendó al síndico general, Juan José de Aranguren y Sobrado, que llevase a cabo esta disposición, cuya realización se retardó sin embargo hasta 1730.

Otro árbol similar, el de Atapuerca, se alzaba en la frontera de Navarra con Castilla. El Compendio Historial de Garibay en su libro 24, cap. 13, p. 188 y 189 de la ed. de Amberes de 1571 de Cristóforo Plantino, y p. 159 y 160 de la ed. de Barcelona de 1628 de Sebastián de Cormellas, dice así: "La Chronica General arriba citada (del Arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada) cuenta un hecho notable, que sucedió a este rey D. Sancho el Sabio y Valiente, que según el tiempo que aquella historia señala y otras circunstancias en su narración contenidas y el llamarle el Valiente, fue este rey D. Sancho. El qual, tratando las ocasiones, que quedan referidas, con don Alonso rey de Castilla su sobrino, congregó las gentes de su Reyno, con las cuales entrando en las tierras que el rey D. Alonso su sobrino le había ganado los años pasados, no paró hasta Atapuerca, que es cerca de la ciudad de Burgos, y dando una cuchillada con la espada a un olmo en señal de ser hasta allí los límites del reyno de Navarra, corrió las tierras de Burgos, saqueándolas y tomó tan grande presa de todo género de ganados, quanto no fácilmente se podía mover para retirar a Navarra. Al tiempo que era de buelta pasó el rey D. Sancho con sus gentes por junto al monasterio de San Pedro de Cardeña, donde en este tiempo que corría la Era de mil y dozientos y veinte y tres, que es año del nacimiento de mil ciento y ochenta y cinco, avía un venerable Abad, de noble linaje y anciano. El qual, viendo la grande presa que el rey D. Sancho llevaba, cavalgó luego en un macho, tomando en su compañía diez monges, de los quales el más esforzado tomando el pendón del Cid Ruy Diaz, que en aquel monasterio, que es su sepultura eslava colgado en la capilla mayor, fue el Abad a mucha prisa tras el rey D. Sancho. El qual viendo los religiosos que con insignia militar venían, los esperó, no conociendo aún el pendón del Cid su visagüelo. Quando el Abad del Monasterio de San Pedro de Cardeña llegó ante el rey D. Sancho hizo su reverencia, llena de grande mesura y humildad, y diziendo ser Abad de aquella casa, le suplicó tuviese por bien de dexar aquella presa por honra del Cid Ruy Diaz el Campeador su visaguelo que allí yazía y de aquel pendón que era el suyo. El rey D. Sancho como príncipe tan sabio, notando el ánimo grande y buen zelo de aquel religioso, no sólo lo recibió bien, pero aun después que en ello huvo buen rato pensado, le respondió que, puesto caso que a él no conocía, le plazía dexar la presa assí por ser viznieto del Cid, que en su Monasterio yazia como por la reverencia que devía a aquel pendón de su visagüelo. Entonces el Abad quiso besar las manos del rey D. Sancho, pero él no consintió en ello, mas antes no contento de dar libremente toda la presa al Abad, y queriendo mucho más honrar aquel pendón de su visagüelo, tornó con él al Monasterio de San Pedro de Cardeña, donde hizo poner en su lugar el pendón del Cid, por cuya ánima, en tanto que la presa volvía a sus dueños, hizo dar sus limosnas a la casa, y tornó a Nav. sin hazer más daño". Es curioso que este texto fuera omitido por Menéndez Pidal cuando editó la Crónica General del Arzobispo Rodrígo Jiménez de Rada.

El último árbol simbólico que apareció en el País Vasco vino, no obstante, paradójicamente a segar sus libertades tradicionales. Se trata del Arbol de la Libertad, erigido por la revolución francesa en las plazas de Laburdi, Zuberoa y Benavarra. En Bayona fue plantado uno de ellos en la plaza de Gramont (1792), que tomó el nombre de "Plaza de la Libertad". Como nota jocosa se puede agregar que en el club de los "sans-culottes" un miembro pidió que fuera pintado de los tres colores "pátrios". El barrio de Saint-Esprit tuvo también un árbol de la libertad -y muchísimas comunas del Pais Vasco- ante el que se representaron multitud de escenas patrióticas de subido pintoresquismo.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA

Ver GERNIKA, Árbol de.