Se reanuda la escalada castellana. Batalla de los tres Sanchos (1067). No sabemos detalladamente cómo se desarrollaron los acontecimientos. Se trata de un movimiento ya en marcha, y que será poco menos que imposible detener. Hay voluntad de pasar sobre toda norma jurídica, moral o política. Ya el 18 de enero de 1067 el rey castellano y sus hermanos se hallaban en San Millán rodeados de varios señores castellanos afectos a su causa. Y, paralelamente al avance castellano en el interior del reino vasco, el despliegue de los leales y de su rey. Un caso concreto de estas lealtades a toda prueba la da el abad don Pedro abandonando su alto puesto antes de claudicar. Las avanzadas invasoras dominaban ya el paso de Pancorbo. El movimiento es rápido y sorpresivo. Se efectúa el cruce del Ebro por Logroño; entretanto, los dos Sanchos, de Pamplona y Aragón, reagrupan sus fuerzas ansiosos de rechazar a su belicoso primo. Moret nos dice que el rey se retiró al interior de Navarra para «juntar todas las fuerzas de ella y las provincias de la corona de lengua vascónica, Alava, Guipúzcoa y Vizcaya; que todas acudieron con gran prontitud y amor por la fidelidad natural de sus moradores y por el encono de la injusticia de la guerra...». No lejos de Viana, junto a la villa de Mendabia, se enfrentaron castellanos y vascos. El choque fue brioso y reñido. El castellano Sancho debió huir saltando de su caballo. No les debió ser empresa fácil la retirada hasta la frontera. De nuevo se recuperan las tierras riojanas y burebanas hasta los famosos Montes de Oca. El día 1 de abril ya se hallaba el rey vasco en San Millán.