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SAN GREGORIO

Basílica de San Gregorio Ostiense. Se halla en una pequeña montaña en el término municipal de Sorlada (Navarra), a 68 km. de Pamplona. En todo el valle de la Berrueza y limítrofes se profesa gran devoción al santo. Se dice que allá por el año 1039 una gran plaga de langosta asolaba los campos de la Rioja y parte de Navarra, razón por la cual se envió a Roma una embajada que intercediera ante el Papa Benedicto IX para que mandara algún santo varón que al tiempo de predicar la doctrina de Cristo, les librara de la plaga. Se hicieron en Roma públicas rogativas con ayuno general, a fin de alcanzar de Dios el cese de aquel azote y, al tercer día, un ángel reveló al Pontífice que cesaría la plaga si enviaba a Navarra a Gregorio, Obispo Cardenal de Ostia, notable por la santidad de su vida y talento extraordinario. Su predicación dio los frutos apetecidos, tanto espirituales en el pueblo, como materiales al cesar totalmente la plaga. Pero el Obispo murió en Logroño el 9 de mayo de 1044. El ilustre prelado dispuso que después de su muerte fueran colocados sus restos sobre un caballo para que se enterraran allí donde el animal se parase por tercera vez. Se cumplió su voluntad, y el caballo, seguido por los discípulos del Santo, cayó por primera vez en Mués, repitiendo la caída en un altozano cerca de Sorlada y, finalmente, sobre el pequeño montículo denominado de Piñalba, donde había una ermita dedicada a San Salvador. Allí fue enterrado, y también olvidado, hasta que, doscientos años después, los Obispos de Pamplona y Bayona, D. Pedro Ximenez y D. Sancho de Axko, que regresaban de la peregrinación a Compostela, enterados de la historia, hicieron rogativas para hallar los restos, lo que consiguieron de una manera milagrosa, cuando vieron bajar del cielo unas luces que despedían sus rayos en dirección del lugar buscado. Efectivamente, ante numerosísimo público, quedó al descubierto el sepulcro, levantándose en aquel lugar una ermita que más tarde, en el siglo XVIII, se convirtió en un templo magnífico. En su interior y en preciosa arca de plata se guardan las reliquias del Cardenal de Ostia, celosamente conservadas bajo tres llaves que actualmente se conservan en poder del párroco de Sorlada. La reliquia más preciada de San Gregorio es su "santa cabeza", de tamaño natural, reproducida en plata, con un agujero en el vértice del cráneo y otros en el cuello, a través de los cuales se vierte el agua bendita que el pueblo recoge piadosamente para rociar los campos. Tanta es la fe en el agua que desde fuera de Navarra son muchos los que vienen a recogerla, y se afirma que Felipe II también la solicitaba. En 1929 la gardama invadió los campos de Sorlada y milagrosamente se salvaron después de desparramar el agua por sus tierras. Había en la basílica un ladrillo del que se decía que la pareja de novios que lo pisara juntamente se casaría en breve plazo. Pamplona, hasta 1836, traía a la capital la "santa cabeza", siendo acompañada procesionalmente por el Ayuntamiento, pero no se limitaba su visita a ésta, pues, allí donde se solicitaba acudía, hasta el extremo de aplicarse el dicho, aún hoy en boga, de "anda más que la cabeza de San Gregorio". Ahora, son los pueblos los que peregrinan hasta el Santuario. Se llega hasta San Gregorio por una carretera que hicieron los propios cofrades y que fue inaugurada el 8 de mayo de 1968. La misa mayor inicia el acto principal. Siguen misas rezadas para comulgar. Es de rigor la predicación y finalmente se bendice el agua y se pasa por la cabeza-reliquia para bendecir los campos. El pueblo venera a San Gregorio y luego se divierte. La romería a San Gregorio Ostiense tiene lugar el 9 de mayo. Acuden todos los pueblos de la comarca, distinguiéndose Etayo, que tiene promesa de enviar, por lo menos, uno de cada casa. Ya de víspera recorre el pueblo el alguacil anunciando: "Mañana, San Gregorio. Uno de cada casa, y si no, dos reales de pena". Piedramillera peregrina el domingo siguiente a la Ascensión. Tafalla el 9 de mayo. Acedo el día 21 de mayo. También peregrina el 15 de mayo, festividad de San Isidro, el pueblo de Alda (Álava). La villa de Los Arcos peregrina el lunes de Pentecostés con el cabildo y el Ayuntamiento al frente. El alcalde intercambia su vara con el de Sorlada y las cruces de ambos pueblos se dan el beso de bienvenida y de paz, dando ambos, capellán y alcalde de Sorlada, el mando al párroco y alcalde de Los Arcos mientras dura la romería, que termina sobre las seis y media de la tarde.

Juan María FELIÚ