Lexicon

HIERRO

La expansión del siglo XVIII. En este siglo comenzamos a encontrar signos de concentración capitalista en los establecimientos donde se trataba el hierro, aunque no se alcanzara ni de lejos el grado de concentración inglés de la época, ni se hubiera operado todavía la revolución técnica del carbón mineral y la máquina de vapor. Se advierte una especialización de ferrerías que trabajan exclusivamente para satisfacer necesidades militares mientras otras elaboran productos para la población civil. Existen manufacturas reales de armas en Placencia, Eibar, Mondragón, Tolosa, Alegría; las forjas de Leiza, Erasun, Goizueta, fabrican clavos para la flota real; la de Eugui, después trasladada a Tolosa por razones estratégicas, produce bombas y balas de cañón. La de Banca, en el valle de Baigorry, fabricaba en 1755 cañones y proyectiles, y producía 3.000 quintales de hierro. La fábrica de aceros de Mondragón, que alcanzó gran prestigio, fue establecida por disposición oficial el año 1740, de lo que se encargó D. Diego de Arámburu. La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1727, contribuyó a la actividad de las ferrerías guipuzcoanas, exportando manufacturas de hierro a tierras americanas. Guipúzcoa alcanzó notoriedad por su producción de anclas. Juan Fermín de Guilisasti, natural de Aya, realizó un viaje de estudios a Amsterdam por cuenta de la Compañía de Caracas y, a su vuelta, comenzó la fabricación de grandes anclas en la ferrería de Arrazubia. Al finalizar el siglo forjaban áncoras dieciocho ferrerías guipuzcoanas, la mayor parte establecidas a orillas de los ríos Urumea, Oria y Leizarán. Se habían conseguido anclas de una gran calidad, por lo que se exportaban a Portugal, Francia e Inglaterra. En un solo año -1785- llegaron a fabricarse, sólo para la Flota Real, más de 400 grandes anclas. Muchas ferrerías eran explotadas por auténticos hombres de negocios -como los Arizcun, en Navarra- y por la pequeña nobleza local, que en el País Vasco nunca tuvo el trabajo por desdoro. Así, en Irún, las familias más distinguidas -los Urdanibia, Olazábal, Aranzate- poseían ferrerías. Gaínza asegura que unas cien familias vivían, sólo en Irún, de extraer el mineral de hierro y transportarlo a las ferrerías de Laburdi y de Navarra, a las que se conducía en carretas y en gabarras por el Bidasoa. En 1749 se comenzó a construir en Rentería una fábrica de anclas del Estado. No llegó a funcionar, y en 1770 fue transferida a la iniciativa privada, que montó en ella la primera fandería o tren de laminación de la Península. A final de siglo poseía dos máquinas, movidas por fuerza hidráulica, capaces de laminar 50 quintales de hierro al día. Más tarde se montó otra instalación semejante en la ferrería de Ibaeta, sobre el Urola. La Real Fábrica de Armas de Tolosa producía espadas en gran cantidad, proyectiles para la marina de guerra y otras armas. Se fabricaban también en Tolosa azadones, cuchillos, rejas de arado, herramientas y batería de cocina. Eibar, Vergara y Mondragón sobresalían en la fabricación de armas y herramientas. Placencia fabricaba además cañones para la Marina. Ya desde el siglo anterior se advierte una mayor especialización de Vizcaya en la fabricación de hierro, y de Guipúzcoa en la de productos terminados.