Concept

Dios

El dios cristiano de los vascos recibe los nombres de Jaungoiko (Señor de arriba), Jaun Zeruko (Señor del Cielo) y Jainko. Los dos primeros se muestran claramente metafóricos y el ultimo es mencionado en el diccionario como nombre propio, aunque probablemente su origen remonta a una denominación igualmente metafórica. Jaungoiko y Jaun Zeruko hacen ambos hincapié en la idea fundamental del carácter celestial contenida en el propio nombre de dios, derivado de la raíz indoeuropea *dyeus, que significa "bóveda celeste" y "luz diurna", (de la que derivan términos como Zeus, Iupiter, día o diurno,) en contraposición al resto de deidades conocidas por los vascos, todas ellas habitantes de la misma tierra que pisan los humanos.

El término jainko, parece derivar de un primitivo jauninco (Señor Inco) atestado en una lápida de la ermita de Andra Mari de Muntsaraz de Abadiño cuya datación se estima en el siglo XI o XII. Formas de uso actual como jinko en Baztan o inko, inka en la comarca labortana de Ainhoa, todas ellas con el mismo significado de "dios" respaldan esta hipótesis sostenida por Urquijo y Barandiarán. Jainko no sería pues un nombre propio sino una forma apocopada de Jaun Inko. El término inko es fácilmente relacionable a su vez con diversas palabras del vocabulario atmosférico como inhazi, inhar (rayo), ihuzki, iruzki (sol), o indriska (granizo), y divisible por tanto en in-ko, con un primer término *in significando el firmamento o bóveda celestial, seguido del genitivo en ko. Jaun Inko sería por tanto exactamente lo mismo que Jaun Zeruko, el "dios del cielo" indoeuropeo.

Habría que añadir al anterior el conocido testimonio del peregrino del siglo XII Aymerid Picaud y su "Deum vocant Urçia" (a Dios llaman Urçia). Este testimonio ha sido denostado a veces, suponiendo que el peregrino quiso preguntar el nombre de Dios a algún nativo, mostrándole el cielo, a lo cual éste habría contestado con un término que significa el firmamento, pero no así "Dios". Además de que el resto del vocabulario que reporta el peregrino francés está fielmente recogido y no presenta problemas ni malentendidos, está el hecho de que ortzi no sirve exclusivamente a formar vocabulario atmosférico como en ozkar (trueno), oskorri (atardecer rojizo), sino que también está presente en el nombre vasco del jueves ortzegun/ostegun, que podríamos traducir como "día del cielo", día de la semana que en las culturas latinas es justamente el dedicado a Júpiter (Jovis). En los dialectos vizcaínos el jueves se dice eguena, que hace referencia a egu, la luz diurna, por lo que, incluso en ausencia de in o de ortzi , muestra a las claras la intención de traducir con tal término el concepto "día de Júpiter".

Habría que explicar pues, la existencia en euskera de dos términos *in y ortzi, con la misma significación de cielo o bóveda celeste, términos ambos, atestados en torno a las mismas fechas entre los siglos X y XII. La explicación dialectal (es decir, suponer que el uso de cada término se limita a un área geográfica excluyente) no puede dar cuenta de esta duplicidad ya que Jauninco aparece en Bizkaia y sus formas actuales de Jainko, Inko, etc. lo hacen en el otro extremo del mapa, así como los términos atmosféricos construidos sobre *in, presentes en todos los dialectos. Lo mismo sucede con el testimonio medieval de Urçia situado en Navarra y el vocabulario actual basado en ortzi que se extiende en todos los dialectos. Para colmo, palabras como ihortziri parecen contener además ambos términos, en un uso pleonástico o redundante que hace igualmente inviable la explicación dialectal.

El enigma puede tener una explicación sencilla si suponemos que no hay una única bóveda celeste sino dos: una diurna y otra nocturna, concebidas como realidades distintas y que recibirían por tanto denominaciones también distintas. Esta distinción entre la bóveda diurna y la nocturna existe de hecho en la cosmología de Anaximandro de Mileto, filósofo griego del siglo VI. A.C., cuyas teorías explican igualmente algunas particularidades de los nombres vascos del sol (ver Sol). Más tarde y más cerca de nuestro contexto, la Roma imperial ofrece una duplicidad similar, posiblemente conectada a la anterior: En efecto, en Roma distinguen a Summanus, el dios del rayo nocturno, de Júpiter, dios del rayo diurno, distinción lo bastante marcada como para tener cultos distintos e incluso templos distintos, aunque Ovidio confiesa no entenderla (Fasti 6, p.731). Plinio, en su historia natural revela que antiguamente llegaban a distinguirse hasta once tipos distintos de rayos, de los cuales los romanos no conservaron más que los dos mencionados (Historia Natural, 2,53). Los términos vascos inhar y ozkar, ambos con la significación de rayo, formado uno a partir de *in y el otro a partir de ortzi, y que podrían traducirse los dos igualmente como "piedra de cielo" sugieren que el euskera haya podido también operar ese tipo de distinciones en el pasado. Alguna acepción minoritaria del término oskarbi queda recogida en el Orotariko Euskal Hiztegia con la precisión de que sólo hace referencia al cielo nocturno estrellado y no debe ser empleado para el cielo azul diurno. No es por tanto descabellado postular como hipótesis que los vascos hayan distinguido en el pasado entre cielo diurno y nocturno y que ciertos fósiles terminológicos hayan permanecido en el lenguaje tras desaparecer dicha distinción del contexto cultural.

Sea como fuere, los citados nombres vascos del dios de los cristianos no son términos tomados en préstamo de otras lenguas, sino traducciones del concepto exótico realizadas sobre términos autóctonos. Lo que para los vascos caracterizó al dios cristiano, y quién sabe si anteriormente al dios romano, fue su carácter celestial que lo contraponía al resto de sus seres sobrenaturales, todos ellos terrestres. Esta regla que se cumple para Jauninko y para los nombres del jueves o día de Júpiter, osteguna y eguen, se quiebra sin embargo para odei, y por partida doble además: la propia palabra es la que se toma en préstamo ya que odei deriva de Odin, y no se toma el concepto físico de cielo para designar al dios sino justamente al revés, se toma el nombre del dios para designar el hecho físico, ya que odei significa originalmente tanto el firmamento como la nube tormentosa. Sin embargo los términos de la comparación no son homogéneos ya que carecemos de referencias del siglo XII sobre odei, y el hecho de la vigencia actual del término con las significaciones reseñadas, hace posible pensar que en algún momento del pasado también haya existido con la significación de dios celestial que ahora echamos de menos. La presencia germánica escandinava en el País Vasco es un tema del que se tiene noticia cierta, pero cuya documentación histórica resulta insuficiente para calibrar el grado de incidencia que pudo llegar a tener. Dicha incidencia está siendo estimada a partir del análisis de vestigios en ámbitos como la toponimia, el vocabulario o la mitología. En todo caso, en el tiempo en el que Odei habría llegado al país, durante las invasiones normandas a partir del siglo VIII, existirían ya Jauninko y/o Ortzi para designar al dios celestial, probablemente desde época romana, y eso explicaría la toma en préstamo del nombre para designar a "otro" dios celestial, cuya decadencia llevaría en último extremo a que el término acabara significando más generalmente "nube", en detrimento de la significación "firmamento", "cielo azul", aún existente pero muy confinada y minoritaria.

Por último y para finalizar este repaso a los nombres vascos del dios celestial, no puede quedar sin mención el dato curioso y aún hoy no bien explicado de la presencia del nombre Jingo en el vocabulario inglés, con un significado que no deja lugar a dudas sobre su procedencia del vasco Jinko, ya que la expresión "by Jingo!" se traduce como "par Dieu!", es decir, exactamente la misma significación que el euskera actual alajainkoa! o alajinkoa! Tal vez lo más razonable sea ligar este hecho a los tres siglos que durante la Edad Media permaneció el Labort bajo administración inglesa.