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Churruca y Elorza, Cosme Damián de (1977 version)

Marino guipuzcoano célebre por su heroico comportamiento en la batalla de Trafalgar y por sus investigaciones científicas. Nació en la villa de Mutriku el 27 de septiembre de 1761. Sus padres fueron Francisco de Churruca y María Teresa de Elorza, nobles hacendados de la villa guipuzcoana. A la edad de 11 años enviáronle al Seminario Conciliar de Burgos, donde por su constante aplicación en los estudios, se granjeó el cariño de sus profesores y del Arzobispo, quien viendo en el joven grandes aptitudes pretendió con empeño encargarse de su ulterior educación y carrera. El Arzobispo tenía consigo a un sobrino, joven oficial de marina, quien pronto se apropió las simpatías del seminarista; de tal modo se hermanaron las amistades entre ambos, que Churruca sintióse contagiado por las aficiones marinas de su amigo, y al volver a su casa después de haber aprobado las asignaturas de aquel curso, manifestó a sus padres su deseo, solicitó y obtuvo una plaza de guardia marina. El 15 de junio de 1776 se alistó como tal en la compañía de Cádiz donde empezó sus estudios elementales. En marzo del siguiente año pasó al Ferrol y allá continuó durante dos años, al cabo de los cuales obtuvo, previos brillantes exámenes, el grado de Alférez de fragata. En octubre de 1778 embarcó en la escuadra del Teniente General Arce con la graduación ya citada, y en esta primera campaña, que fue en extremo borrascosa, demostró su afición a las maniobras, y adquirió gran pericia en sortear los riesgos y azares que constantemente ofrece la carrera del mar. Relevado Arce, y encargado del mando Ponce de León, nombró ayudante suyo al joven Churruca de quien ya tenía buenos informes; este cargo lo ocupó todo el tiempo que Ponce de León estuvo al frente de la escuadra. Al terminar éste en su mando cesó Churruca en la ayudantía y quedó sin plaza, hasta que Ignacio de Álava, que mandaba una fragata, le llamó a su lado: bajo el mando de aquél hizo la campaña de Gibraltar. Durante aquella campaña ocurrió el incendio de las baterías flotantes que operaban contra Gibraltar. Churruca fue uno de los que, con un bote de la fragata, acudieron en auxilio de los individuos que dotaban aquellos buques; se metió entre aquellos volcanes de metralla y los proyectiles que arrojaban las baterías enemigas, y poniendo a prueba su temperamento tranquilo, no se retiró de aquel lugar hasta que hubo conseguido salvar a cuantos pudo conducir su lancha. A su regreso a Cádiz en noviembre de 1783, estaban ya instaladas en los departamentos marítimos, academias en las que cierto número fijo de oficiales pudiera efectuar estudios superiores; Churruca solicitó su ingreso, pero como las vacantes estaban ya cubiertas recurrió al ministro del ramo, quien con los antecedentes que tenía del joven marino amplió una plaza dando entrada a Churruca en la academia del Ferrol. Al poco tiempo de su entrada en ésta nombrósele ayudante de guardias marinas y ya al siguiente año sustituyó a los profesores interinamente explicando algunas asignaturas. Esta ocupación retrasó algo en los estudios superiores a Churruca; sin embargo, con su aplicación y constancia consiguió para la época de exámenes ponerse al igual que sus compañeros y al celebrarse aquéllos en 1787, consiguió el número uno de la promoción con el aplauso y felicitaciones de sus profesores y superiores. En 1788 salía del Ferrol don Antonio de Córdova al mando de tres naos con el fin de reconocer el estrecho de Magallanes y formar las cartas y planos de sus puertos y observar las corrientes y mareas para hacer una información sobre las ventajas que aquel paso podía proporcionar al comercio. Córdova pidió que, además de los individuos que el Gobierno le agregó para aquel estudio, le acompañase Churruca, que era ya teniente de navío, con el encargo de la parte astronómica y geográfica de la expedición, a lo que el Gobierno accedió. Zarpó la expedición al mes de octubre, y sin accidente notable llegó en enero siguiente a San José, donde ancló para que los astrónomos dieran principio a los estudios del Estrecho. La lancha en que iban Churruca y sus acompañantes corrió un sin fin de peligros entre las corrientes de aquel impetuoso mar; la constancia con que trabajaban y la perfección de la obra sólo se puede ver en el diario del intrépido marino guipuzcoano, diario que está escrito con toda naturalidad y corriente estilo. Terminados los estudios con gran detalle y reconocidos minuciosamente todos los rincones de aquellos parajes, determinaron el viaje de regreso. Tantos y tan extraordinarios trabajos y fatigas quebrantaron la salud de todos los que se hallaron en aquella expedición; entre ellos a Churruca que cayó gravemente enfermo, y estuvo a punto de morir cerca del Ecuador, pero gracias a grandes cuidados pudieron llegar a Cádiz, donde desembarcó para reponerse de su enfermedad y restablecer sus fuerzas. Más tarde fue incorporado al Observatorio de Cádiz donde hizo grandes y meritorios trabajos, mas como su salud estaba quebrantada de tanta labor sufrió una recaída en su enfermedad, y entonces solicitó permiso para trasladarse a su patria; aquí entre los suyos pronto logró reponerse, recuperando energías para emprender mayores empresas, si cabía, que las que hasta entonces habían distraído su actividad. Tratábase en España por aquel entonces, de organizar una expedición con el fin de formar el atlas marítimo de la América Septentrional, objeto de gran interés para todas las naciones, pero que solo España podía ejecutar dado que aquellas tierras a ella correspondían. Dos divisiones debían ser las encargadas de llevar a cabo esta obra: una debía ocuparse de la costa firme, y la obra de las islas. Para esto se necesitaba una persona perita que llevase el peso de toda la dirección de los trabajos, y como era una cosa tan delicada, el ministro hacía caso omiso del sin fin de solicitudes que sobre su mesa de trabajo llovían a diario. Apreciando en toda su magnitud la importancia del trabajo a realizar, decidió consultar con el general Mazarredo, hombre inteligente en la materia y a la sazón jefe de esta sección en la marina; su opinión fue la de que se debía encargar la realización de la empresa a Churruca. Esto causó gran revuelo en la marina, por la corta edad del agraciado y la graduación inferior a la de muchos solicitantes, pero el ministro y Mazarredo supieron hacer frente a los envidiosos y el nombramiento se hizo a favor del joven motricoarra, quien pasó seguidamente a Madrid, donde en compañía de Mazarredo realizó durante varios días los trabajos preparatorios para la expedición. Esta dióse a la vela el 17 de junio de 1792, y debía encontrarse en Trinidad con otra que ya había salido anteriormente, para desde allí dar comienzo a los trabajos. Llegado al punto ya indicado mandó hacer la instalación del Observatorio en un viejo fuerte; todo estaba ya dispuesto y la expedición iba a comenzar sus trabajos, cuando fue soprendida por la mala nueva de que la Convención francesa había declarado la guerra. Entonces limitáronse a defender la isla de Trinidad, y terminada la guerra se dedicaron a realizar los trabajos que se le confiaron. Haciendo frente a grandes obstáculos, con naos casi inservibles, y en mares cruzados por corsarios y piratas, levantó planos y cartas de gran precisión; gracias al carácter vigoroso de Churruca, al cabo de dos años tenía todo su trabajo terminado. Durante su permanencia en aguas americanas sufrió dos graves enfermedades que debilitaron grandemente su salud y le obligaron a volver a Europa. Llegado a la corte fue recibido con la mayor distinción y afecto en todas partes donde se presentaba. En 1802 publicó una obra sobre los trabajos que había realizado, y en 1804 dio a conocer una carta esférica de gran valor y además publicó gran número de cartas parciales, planos de puertos, canales, etc. En febrero de 1797 el general Mazarredo, jefe general de la marina, confió a Churruca interinamente la Mayoría general de ella, para valerse de su pericia y denuedo en el golpe que premeditaba contra la escuadra inglesa que sitiaba a Cádiz. Pasó más tarde a mandar el navío Conquistador, en el que efectuó grandes reformas tanto materiales como de disciplina. En los pocos ratos de ocio que tenía en Brest, a cuyo punto marchó con la escuadra combinada que perseguía a la inglesa, escribió una cartilla de instrucciones militares que más tarde fue impresa y repartida entre los oficiales. De Brest pasó Churruca a París a examinar el Observatorio astronómico y otras sociedades científicas que poseía la nación francesa, instaladas en su capital. Durante su permanencia en este punto fue agasajado por todos los sabios y recibido en audiencia particular por el entonces Primer Cónsul Napoleón Bonaparte, quien más tarde le regaló un sable de honor en muestra de su admiración. De París volvió a Brest, y allí se hallaba cuando en Francia se publicó la carta esférica de las Antillas, con la mayor parte de los datos copiados de la que se había publicado en Madrid; por esto al salir a la luz pública se hizo un ejemplar especial que fue regalado al joven marino guipuzcoano.