Políticos y Cargos Públicos

Prieto Tuero, Indalecio

Personalidad política vizcaína del PSOE.

Nació en Oviedo en 1883 y fue a vivir a Bilbao desde muy joven.Autodidacta, de familia muy humilde, siendo taquígrafo de La Voz de Vizcaya, ingresó a los 18 años, en la redacción de El Liberal, diario republicano de la familia Echevarrieta que a fines de 1920 pasaría a ser propiedad de Prieto.

Su ascensión en la carrera política tuvo lugar a partir de su ciudad de adopción, Bilbao, a la que representó, primero, en la Diputación de Vizcaya (1911), y luego, en las Cortes. Prieto atribuyó al Dr. José Madinabeitia su lanzamiento político:

"me sacó de mi casi plácida condición de oscuro militante socialista para lanzarme al torbellino de la vida pública cuando en 1911 me hizo desistir de mi renuncia a ser candidato a diputado provincial..."

Prieto: "Los éxodos infantiles. Evocaciones", El Socialista, 1-XI-1956.

En agosto de 1917 tuvo que esconderse al verse implicado en los sucesos de la huelga general. Pasó a Francia desde donde envió crónicas de guerra a El Liberal. Desde este momento y, al decir, de algún comentarista socarrón, se convertiría en "especialista en huidas" de situaciones difíciles... En las elecciones generales de 1918, Prieto obtiene, merced a la conjunción de su partido con el republicano, el primer escaño socialista, representando al distrito de Bilbao. Consciente de su atipismo, se presentó en las Cortes (17 de abril) con las siguientes frases:

"Soy el único representante en Cortes no nacionalista de la provincia de Vizcaya; el único representante de las provincias vascongadas que no es hijo del país".

Después su discurso, tras el ataque al Gobierno Maura, de rigor, se limitó a poner en evidencia el antiliberalismo y papismo de los nacionalistas vascos en contraposición a lo que Prieto consideraba ser la tradición del país, democrático y separador de los asuntos religiosos y civiles. Formó parte de la minoría socialista junto con Iglesias y los ex-miembros del Comité de Huelga: Besteiro, Anguiano, Caballero y Saborit. Denunció la acción represora del Gobierno haciéndose célebre por la facilidad y el fuego de su oratoria así como por su bien cortada pluma. A partir de 1918 fue elegido ininterrumpidamente por Bilbao en 1919, 1920 y 1923, esta última vez por el artículo 29 de la ley electoral.

Su poderosa personalidad, su bilbainismo reiterado y el apoyo de Julián Zugazagoitia y ambos Paulino Gómez -Beltrán y Sáez- fueron decisivos para que el socialismo se impusiera al comunismo en esta provincia. Su rivalidad con Largo Caballero fue continua, manifestándose claramente durante la Dictadura de Primo de Rivera, de la que fue oponente mientras Largo fuera colaborador, razón por la que dimitió de la Ejecutiva del Partido. Esta actitud opositora y republicanista de Prieto sirvió luego al partido para exhonerarse de un pasado dudoso y aparecer en 1930 formando parte de la marea antidictatorial. Pero esto no ocurrió con rapidez. Prieto, casi en solitario, lanzó, tras la dimisión de Primo de Rivera (enero de 1930), la campaña republicana contra la Monarquía en el frontón "Ramuntxo" de Irún en un acto celebrado con motivo de la repatriación de Unamuno (12 de febrero):

"Tras una dura catilinaria de Unamuno, Prieto izado por la multitud a la tarima presidencial, pronunció la más elocuente, briosa y rotunda arenga que habían escuchado, hasta entonces, oídos españoles. Nunca se había empleado semejante lenguaje en la España monárquica" (...)

D. Miguel de Unamuno, al analizar los orígenes de la dictadura, aludió al carlismo. Indalecio Prieto, en su conciso y certero discurso, aclaró el concepto: "Ya no hay carlismo que combatir -dijo-. Nuestro único enemigo es el alfonsismo". Y para concluir estableció la linde que, a partir de entonces, debía separar a los españoles: "O con el Rey o contra el Rey". (La "Voz de Guipúzcoa" 23 de abril de 1931). Unamuno convirtió este pensamiento en ritornello de sus siguientes alocuciones.

El 17 de agosto de 1930 participó, todavía a título personal en el que luego iba a ser célebre pacto de San Sebastián en el que se acordó que izquierda catalanista y republicanismo irían juntos en su lucha frontal contra la Monarquía. No sólo se comprometió con el Comité revolucionario sino también en la labor de apoyar a los elementos más laicos y modernos del nacionalismo vasco a fin de conseguir que éste engrosara la alianza opositora. Tras el fracaso del levantamiento de diciembre de 1930 (Jaca, etc.), huyó a Francia. Vuelve el 15 de abril de 1931, al ser proclamada la República siendo designado Ministro de Hacienda. El 2 de mayo, al dirigir la palabra al público en el cementerio de Mallona prometió el apoyo de la República al Estatuto Vasco de Autonomía. Pero la pugna intranacionalista -sorda lucha entre ANV y PNV- y la falta de acuerdos entre los partidos y los grupos vascos para resolver el contencioso territorial -cómo construir una autonomía cuadriprovincial- le hicieron primero inhibirse y luego tomar partido contra el Estatuto de Estella carlo-nacionalista acusándolo de preconizar un "Gibraltar Vaticanista".

Esta fue su idea más repetida en los mítines que precedieron a las elecciones del 28 de junio de 1931 en las que salió elegido diputado a Cortes por Bilbao capital, cargo para el que fue reelecto en 1933 y 1936. Luego desempeñó la cartera de Obras Públicas manifestando talento y gran laboriosidad.

"Mi adversario más temible -escribe José María Gil-Robles- fue, sin duda, Indalecio Prieto. Con espíritu de burgués y palabra de agitador, autodidacto por esencia y argumentador habilísimo, constituía un serio contrincante, frente al que podía resultar irreparable cualquier descuido. En el campo de la izquierda no hubo figura que ni de lejos se le acercase".

Con gran visión política, indicó al Gobierno, del que formaba parte como Ministro de Obras Públicas, que sería conveniente que el acto de la firma del Estatuto de Cataluña por el Presidente de la República se llevase a cabo en San Sebastián. De esta forma el País Vasco vería fortalecida su esperanza y se aunarían los esfuerzos en pro de la consecución del régimen de autonomía similar al catalán. El acto se efectuó el 15 de septiembre de 1932. Este mismo día se reunieron los diputados de la Minoría Vasca y en dicha reunión Prieto pronunció un importante discurso. Dijo que apoyaba el Estatuto vasco y que era necesario:

"alcanzar la unidad espiritual en el País por lo que si Navarra no quisiera venir al Estatuto único aunque se obtuviera la mayoría del País sería un error el traerla y si nos empeñamos en no recabar la autonomía para las tres regiones restantes perderemos una magnífica coyuntura. No es posible gobernar adecuadamente teniendo enfrente o descontenta a una masa de opinión, razón por la que hay que procurar no herir en lo posible los intereses de todas las clases, incluso las económicas, en contra de la voluntad del País y especialmente de Navarra".

En el reajuste ministerial del 12 de junio de 1933 vuelve a ser designado Ministro de Obras públicas. Durante el llamado "bienio negro" las reticencias de Prieto hacia el PNV cedieron en parte debido a la coincidencia de posturas antigubernamentales de los socialistas y nacionalistas. Con motivo de las elecciones del 19 de noviembre de 1933, el PNV le formuló la propuesta de que se formase un bloque común, en el que entrasen tanto derechas como izquierdas, a fin de luchar en pro del Estatuto vasco. Prieto rechazó la propuesta pero luchó para que los partidos políticos tomaran parte en el plebiscito del 5 de noviembre del mismo año. El verano de 1934 toma parte activa en la agitación que recorre los ayuntamientos vascos. Es, junto con José Horn y Telesforo Monzón, uno de los parlamentarios a los que se permite la entrada en la "sediciosa" asamblea de Zumarraga del 2 de setiembre, ocupando además la presidencia de la misma. La agitación municipalista empalma con la revolución de octubre. Prieto, gravemente implicado en la misma, huyó a Francia.

"Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en el movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado; no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento; pero la tengo plena en su preparación y desarrollo".

Discursos en América. Con el pensamiento puesto en España, (México, D.F., 1944)

Anclado en la fracción centrista del PSOE -como también lo estaban Fernando de los Ríos, Luis Jiménez de Asúa, Julián Zugazagoitia, etc.-, posiblemente cayó en la tentación revolucionaria, en los métodos que preconizaban Largo Caballero y los seguidores de éste pese a que era, como Besteiro, -dice Salvador de Madariaga en su libro España (Ed. Espasa Calpe, S. A., Madrid, 1979), "partidario de una política evolutiva, en cordial colaboración con los republicanos sinceramente deseosos del progreso social como Azaña". Regresa clandestinamente a España el 23 de octubre de 1935. En las elecciones generales de 1936 fue otra vez elegido en Bilbao. Puesto posiblemente de acuerdo con Manuel Azaña, pidió la destitución del presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, alegando que éste había infringido la Constitución al disolver el parlamento tres veces cuando la ley fundamental sólo le autorizaba a hacerlo en dos ocasiones. Con este propósito presentaron una proposición a las Cortes, que fue aprobada.

En abril de ese año fue designado Presidente de la Comisión parlamentaria de Estatutos que acordó que el de Euskadi era válido con la inclusión de Álava por lo que pudo proseguir su tramitación reglamentaria. Azaña ofrece a Prieto la jefatura del Gobierno, pero éste, tiene que contar con su partido.

"Cuando Prieto notifica a sus compañeros parlamentarios socialistas el ofrecimiento que le acaba de hacer Azaña, a fin de conocer no sólo la posición de su partido, sino también el grado en que va a respaldarse, el destino de España empieza a teñirse de sangre".

Alfonso Carlos Saiz Valdivielso Prieto. Crónica de un corazón (Ed. Planeta, Barcelona, 1984)

Explicaría así, seis años después, el por qué de su negativa:

"Se afirma que si yo hubiera aceptado en mayo de 1936 la jefatura del Gobierno que el señor Azaña me ofreció al ocupar él la presidencia de la República, la sublevación militar habría dejado de estallar. Quienes así discurren desconocen no sólo mi temperamento y mi manera de conducirme, sino lo que es más importante, la tradicional actuación del Partido Socialista, adscrito fielmente a un sistema de democracia interna. Los que me reprochan mi negativa a aceptar el poder, olvidan que el grupo parlamentario socialista, horas antes de ese ofrecimiento, había acordado por mayoría -mayoría aplastante- no participar en el poder con los republicanos, aunque colaboración tan repudiada se aceptó luego, en septiembre, cuando las cosas ya no tenían remedio. Equivalía desconocernos a mí y al Partido Socialista tejer el supuesto de que, en semejantes condiciones, iba yo a aceptar el gobierno para enfrentarme en el Parlamento con la representación de mi propio partido... ¿Qué no se habría dicho de mí en aquellos instantes si, desacatando la resolución del grupo parlamentario socialista, hubiera aceptado el poder que me ofrecía el señor Azaña?. Hubiera aparecido yo entonces, y con ciertos visos de fundamento, como responsable único de la destrucción del Partido Socialista; pero además, si en el Parlamento se me negaban los votos de la mayoría de los representantes del Partido Socialista, tal actitud me hubiera empujado, si quería gobernar parlamentariamente, a buscar apoyo en la derecha, con lo cual me hubiera cubierto de ignominia, y sin haber podido evitar nada sería hoy, a los ojos de todos mis correligionarios, y quizá de la mayor parte de la opinión pública, un hombre despreciable. Ya entonces se me tildaba de traidor. La falta, pues -aprovecho esta ocasión para reivindicarme-, no fue mía; la falta fue de quienes impidieron la solución, aunque después hayan aceptado otra idéntica cuando las cosas carecían de remedio"

Alfonso Carlos Saiz Valdivielso Prieto. Crónica de un corazón (Ed. Planeta, Barcelona, 1984)

La abstención socialista durará hasta el 4 de septiembre de 1936, en que Largo Caballero, tras la dimisión de Giral, formó Gobierno con Prieto al frente del Ministerio de Marina y Aire. En estas dramáticas circunstancias se le atribuye la redacción personal del texto final del Estatuto Vasco que fue aprobado por unas menguadas Cortes el 1 de octubre. A mediados de mayo de 1937, cesa sustituido por Francisco Largo Caballero. Juan Negrín, socialista muy influenciado por los comunistas, es nombrado ministro de Defensa Nacional del nuevo gabinete.

"Prieto creyó manejar a Negrín a su antojo, y se equivocó; porque Negrín era prisionero del Partido Comunista. Éste pensó que Prieto se le sometería como Negrín, porque, gracias a él, era ministro de Defensa Nacional. Pero Prieto no se somete a nadie; por el contrario, su deseo es que todos se sometan a él. Su propia sombra le estorba. No se entendían. La traición de mayo del 37 no le sirvió de provecho; se devoraban entre sí, mientras los milicianos perdían su vida en defensa de la libertad y la independencia".

Largo Caballero Mis recuerdos (México, D.F., 1945)

A finales de marzo de 1938, dimite pretextando las consecuencias de la ofensiva fracasada de Teruel. Escribirá Prieto:

"El presidente me acusa de pesimista y de desmoralizar con mi pesimismo a quienes me rodean, asegurando que todo el mundo sabe, por mis indiscrecciones, que la guerra está perdida. Yo no hablo con nadie. Repetí en el último Consejo de Ministros lo que dije en la reunión de la Comisión Ejecutiva a la que asistieron el presidente y Zugazagoitia; que la situación se iba haciendo crítica y difícil. En esa misma reunión notifiqué que se había iniciado una fuerte campaña comunista contra mi permanencia en el Ministerio de Defensa, y añadí, conforme había dicho por escrito, que yo no quería ser un obstáculo para nadie y que con tres minutos me sobraba tiempo para arreglar mis cosas y dejar el puesto a otro. Recuerdo que Negrín afirmó que yo era un pesimista de tipo casi tenebroso, pero que compensaba ese defecto con mi gran capacidad de trabajo, razón por la que interesaba mi continuación en el Gobierno. Refiriéndose a los comunistas, nos declaró que no podía prescindir de su colaboración, porque son una fuerza política, porque son los que mejor nos secundan en el exterior, y porque peligraría la ayuda que nos presta Rusia. Siguió: De Prieto no puedo desprenderme en Defensa, porque es, ya lo he dicho, con sus defectos terribles, un trabajador incansable, y del que hasta psicológicamente necesito. Eso dijo Negrín entonces y han sido suficientes cuatro o cinco días para que me considerase necesario en Defensa. ¿Qué ha pasado? Es un punto oscuro que no aclara Negrín. Pero, además, nuestras diferencias son de fondo. Yo no sirvo para ministro decorativo por la sencilla razón de que no sé callarme lo que pienso. No saber, no hablar, no influir en las resoluciones con mi opinión, perteneciendo al Gobierno, no se me puede pedir a mí. Y quien me lo pida tropezará con una firme negativa".

Con el final de la guerra en puertas, a finales de 1938 emprende otra "huida", un viaje a Chile para asistir como embajador itinerante del Gobierno español a la toma de posesión del presidente de dicho país, viaje que prosigue a otras naciones hispanoamericanas, en las cuales defiende la causa republicana. Acabada la guerra, recibe instrucciones de la ejecutiva del Partido Socialista para que se establezca en México. Se hace cargo del tesoro del Vita, trasladándose en diversas ocasiones a Francia para contactar con el exilio republicano gestionando la huida de los españoles de la Francia invadida por los alemanes, la mayoría de las veces a México, donde el presidente Lázaro Cárdenas les recibe generosamente. El final de la II guerra mundial suscita la esperanza de retorno. Pero el franquismo era ya algo más sólido de lo que quisieran los exiliados. En septiembre de 1945 se constituye el I Gobierno Republicano en el exilio de México. A finales de 1946, las Naciones Unidas recomiendan la retirada de los embajadores de Madrid. Su actitud, sin embargo, es pragmática: "Nuestro partido no está aquí, sino en España".

En septiembre de 1947 se entrevista varias veces en Londres con Gil-Robles. Está dispuesto incluso a pactar con los monárquicos de D. Juan para constituir un bloque con el que enfrentarse al franquismo, pero no llega a un acuerdo con el ex jefe de la CEDA, Gil-Robles. En agosto de 1948 se afinca en San Juan de Luz (Lapurdi). Allí recibe visitas de ilustres compatriotas como el conde de Romanones, Marañón, etc., tratando de conseguir el desalojo del franquismo. Aquejado de una dolencia cardíaca regresa a México. Elude toda actividad política y social, aunque aún le quedan ánimos para ir a Toulouse a una reunión de delegados del PSOE, y para escribir una dura carta a Kennedy, Presidente de los Estados Unidos, protestando por el apoyo que presta al régimen de Franco. En agosto de 1961 vuelve por última vez a Francia, donde se celebra un congreso del Partido Socialista en el exilio. Murió en México el 12 de febrero de 1962.