Orixe.
Escritor guipuzcoano. Orexa, 1888 - Añorga (San Sebastián), 1961.
Hijo de Juan Bautista Ormaechea y de María Manuela Ignacia Pellejero, nació en el caserío "Iriarte" de Orexa el 6 de diciembre de 1888. Por ser trillizo, se crió en el caserío "Errekalde" de Huici junto a la nodriza Rosa Ariztimuño y allí vivió su niñez y su juventud, hasta que, mozo de 16 años, dejó su pueblo adoptivo para ir al Colegio Apostólico de Javier el año 1904.
En su libro Quito'n arrebarekin, dialogando con su hermana uterina Dionisia, se lamenta amargamente de no haber tenido una madre en el sentido afectivo de la palabra. "Bi ama ta bat ere ez", dirá. No es de extrañar que, cuando a la edad adulta descubra a su madre en una poesía (1915), ésta no pase de ser un mero concepto, una abstracción fría. La carencia de la ternura materna caló tan profundo en su personalidad psicológica, que bien pudiera afirmarse que su carácter un tanto agrio e indomable, autodenominado "jabalí", se deba en gran medida a la frustración experimentada en los momentos más decisivos de su vida.
Cursó estudios eclesiásticos en la Compañía de Jesús: Humanidades en Javier (1904-1907), Noviciado y Humanidades en Loyola (1907-1909), Retórica en Burgos (1909-1911) y Filosofía en Oña (1911-1914). Como es habitual en la carrera jesuítica, al finalizar los estudios filosóficos, ejerció la docencia en Comillas (1914-1917), en Carrión de los Condes (1917-1918), en Tudela (1918-1919) y en Javier (1919-1920), los tres últimos años en concepto de castigo o purgatorio, puesto que lo normal hubiera sido que el magisterio se ejercitase durante tres años o, a lo sumo, cuatro dentro de un mismo Colegio.
Al comienzo del tercer curso de Teología (1922), en Oña, los superiores le invitaron a que abandonara la Compañía. Finalmente, muy en contra de su voluntad, se vio obligado a firmar las dimisorias el 29 de septiembre de 1923. Instó repetidas veces a los superiores para que le explicitaran las razones del veto al sacerdocio, pero no obtuvo sino vaguedades como: poco acierto práctico en el gobierno de los alumnos, falta de docilidad de juicio, carácter altivo, etc. Pero la verdadera razón fue, como se ha podido verificar documentalmente, la supuesta enfermedad mental, agravada finalmente por el hecho de que recurriera a la Sagrada Congregación de Religiosos en defensa de su vocación, a espaldas de la autoridad competente; posiblemente su vasquismo y su obstinada resistencia a identificar la voluntad de los superiores con la divina pesaron más que la razón aducida en la decisión final. En su poesía Getsemaní afronta con resignación cristiana la espina de aquellos siete negros años, que marcarán inexorablemente su futuro.
Ya para entonces la figura del escritor Nicolás Ormaetxea despuntaba como un pequeño genio en el renacimiento de las letras vascas por la destreza demostrada como escritor y como experto en cuestiones vascas en los trabajos que vino publicando asiduamente, sobre todo en Jesus'en Biotzaren Deya, y en la Revista Internacional de Estudios Vascos. Sus aportaciones a la problemática del acento y la métrica vasca y unificación del vascuence fueron recogidas con sumo interés en las recensiones críticas de los especialistas.
Una vez incorporado al mundo laico, la suerte quiso que siguiera cultivando profesionalmente el euskera en la sede de Euskaltzaindia sita en Bilbao, en trabajos de equipo, junto a Resurrección María de Azkue, Olabide y otros. Cabría destacar la parte relevante que tuvo en la realización de Erizkizundi irukoitza. A partir de 1924 hasta 1931, fecha en que dejó Bilbao para retirarse a Orexa con el fin de redactar Euskaldunak por encargo de la asociación "Euskaltzaleak", Orixe escribió más de 400 artículos en Euzkadi, abordando temas diversos, pero preferentemente folklóricos y gramaticales. Su vinculación al periódico fue aún más estrecha cuando en 1928 tomó el relevo de Evaristo Bustinza (Kirikiño) en la dirección del "Euzkel Atala". A lo largo de su estancia en Bilbao, además de la colaboración en periódicos y trabajo de equipo en Euskaltzaindia, obsequió a la clientela euskaldún que le seguía atentamente con tres publicaciones: dos traducciones, Tormes'ko Itsu-mutilla (1929) y Mireio (1930), y otra original, Santa Kruz apaiza (1929).
La época de Orexa, la previa a la guerra (1931-1936), será posiblemente la más significativa y la que más realce ha dado al nombre de Orixe, casi hasta mitificarlo como el Píndaro y San Juan de la Cruz vasco, fundamentalmente debido a la creación poética en su doble vertiente folklórica y mística. Los poemas Euskaldunak (1950) y Barne-muinetan (1934) son expresión de dos vivencias que vibran por igual en su sensibilidad artística. La configuración étnica plasmada en las costumbres del mundo rural, aspecto que se recoge en Euskaldunak, y la transparencia, en clave quizás un tanto metafísica, de su experiencia mística, aspecto desarrollado en Barne-muiñetan, prueban suficientemente la fuerte capacidad creativa del poeta Orixe en su doble faceta de épico y de lírico, sin osar indicar preferencias por ninguna de ellas.
La guerra le sorprendió en su caserío y, aunque por convicción y devoción fuera apolítico, lo tuvieron encarcelado por nacionalista durante seis meses en el fuerte de San Cristóbal a consecuencia de la denuncia cursada por Ignacia Muñagorri, mujer del médico de Lizarza. Tras su excarcelación, propiciada no poco gracias a las gestiones hechas por Justo María Mocoroa ante Solchaga, estuvo escondido el año 1937 en casa de su hermana Petra en Tolosa. Vuelto de nuevo a su caserío, esta vez denunciado por el capuchino Manuel Artola en la Comandancia de Tolosa, consiguió huir de los guardias que vinieron a detenerle y cruzar la frontera clandestinamente hacia el verano de 1938. El exilio no supuso caricia alguna para el sufrido Orixe, sobre todo en los doce años que hizo en Euskal Herria continental, cambiando casi continuamente de domicilio: dos años en San Juan de Luz (1938-1939), tres en Saubion y Aire-sur-Adour (1940-1942), dos en el Seminario de Betharram y Bidarray (1943-1946) y tres de nuevo en San Juan de Luz (1947-1949).
Ante la constante penuria de medios económicos y la consiguiente inestabilidad, era normal que sus posibilidades de producción intelectual sufrieran limitaciones inevitables. Junto con otros compañeros, entre ellos el músico Uruñuela, hizo tres meses y medio confinado en los campos de concentración de Gurs en 1940. A pesar de estas vicisitudes, estuvo presente en todo tiempo en los grandes debates que se iniciaron en la postguerra, sobre todo en las revistas Gernika y Yakintza, en torno a la renovación de Euskaltzaindia y a la modernización del euskera. A propuesta de Jesús María Leizaola, I. Azpiazu, Maritxu Barriola y otros vasquistas, tradujo el Misal al euskara, Urte guziko Meza Bezperak (1950), en tan sólo trece meses y con maestría inusual en la literatura vasca, sobre todo en la parte relativa a la traducción de los himnos. Incluso no pecaría de osado si afirmara que se trata de uno de los intentos más serios, a nivel práctico, en cuanto a la unificación literaria escrita. A decir verdad, ¡toda una proeza!.
El desplazamiento de Orixe a América, en 1950, le abre nuevos horizontes y nuevas disposiciones que influirán positivamente en su estado anímico y también, pienso yo, en la calidad de la producción. Los cuatro años restantes transcurridos en América, seis meses en Guatemala junto a Jokin Zaitiegi como secretario de Euzko-Gogoa, y tres años y medio en Zaragoza de El Salvador con la familia bienhechora Rogelio Muyshondt de Langhe y Mercedes Contreras, fueron años dorados, según confesión propia, los más placenteros y sosegados de su vida. Sumergido totalmente en su mundo místico, sólo quiere hacer literatura religiosa.
Aunque se publicaron más tarde, tradujo en la soledad de la granja "Miramar" Agustín Gurenaren Aitorkizunak (1956) y Salmutegia (1967). Ateniéndonos a las creaciones originales, hay que resaltar, sobre todo, el ensayo místico Quito'n arrebarekin y los poemas publicados en Euzko-Gogoa. En el primero, en su intento de emular la sublimidad de la obra dantiana, se quedó satisfecho de su obra e, incluso, llegó a afirmar que había llegado a su cenit. Yo más me inclino a pensar que seguramente no logró los objetivos prefijados, que hay lagunas, sobre todo de fondo, que impiden alcanzar la perfección deseada. Ahora bien, por la profundidad y la concepción del tema como por la riqueza de los recursos literarios, juzgo que será posiblemente esta obra donde con más clarividencia aparece la vena artística de Orixe. En este sentido, aunque desarrolla la misma temática, se diferencia netamente de Jainkoaren billa (1971). Esta, sencillamente porque su estructura se semeja más a un tratado y su lenguaje es expositivo, se hace más asequible al lector y ofrece mayor unidad por su sencillez arquitectónica.
El hecho de adentrarse sin esfuerzo alguno en la dulce prosa de su obra póstuma ha llevado a algunos a valorarla, para mí indebidamente, como superior a Quito'n arrebarekin. Esta, aun en su imperfección y complejidad, encierra tanto o más belleza literaria que su gemela y, sin duda alguna, más destellos de originalidad. Igualmente, si tuviera que hacer una antología de su poética, me quedaría con las veinte o treinta que compuso en la grata compañía que le ofrecieron las tierras americanas. Sus poesías, básicamente religiosas, saben a tierra y cielo con marcado olor telúrico en sentido teilhardiano; sus mensajes y símbolos rezuman paz y tranquilidad, las ascensiones del espíritu parecen revestirse de carne y hueso. En suma, la lírica de Orixe gana en madurez, en dulzura, en encarnación, hace olvidar el carácter un tanto árido y especulativo de Barne-muiñetan. En las poesías de ultramar la simbiosis armoniosa entre lo intelectual y lo afectivo, condición tan obstinadamente preconizada por Orixe en su ensayo sobre la Estética, resulta bastante mejor lograda que en Barne-muiñetan.
De vuelta a Euskal Herria el año 1954, tras hacer una corta temporada en Tolosa, se asentó en el convento de los PP. Benedictinos de Lazkao para preparar la publicación de Agustin Gurenaren Aitorkizunak y traducir las reglas de San Benito, Aita Benito Gurenaren Erregela (1980). En Orexa (1956-1958) elaboró la mayor parte de Jainkoaren billa, cuyo primer capítulo había redactado en el barco que le traía de América. En los últimos años convivió con su sobrino José María Aranalde, presbítero, primero en Arama y luego en Zabalegi de Añorga, donde murió el 9 de agosto de 1961.
Orixe, intelectual moldeado a lo clásico de acuerdo a la pedagogía jesuítica, e identificado con la mentalidad rural, de vuelta a su País se sintió profundamente consternado ante las transformaciones sociopolíticas y culturales que venía sufriendo la sociedad vasca tras el despegue económico iniciado en la década de 1950 y que desembocará finalmente, hacia el 1960, en la aparición de una pujante izquierda en el seno del nacionalismo histórico. El conservadurismo de Orixe, opuesto a todo tipo de modernismo, se enfrenta a la nueva generación abierta a las nuevas corrientes provenientes de Europa y su estrella de antaño queda eclipsada ante el empuje irreversible del liderazgo protagonizado fundamentalmente por Koldo Mitxelena, Txillardergi y Joseba Intxausti a través de plataformas asentadas sobre base social sólida, tales como Euzkaltzaindia, Egan y Jakin, que supieron recoger el eco de las inquietudes planteadas por la nueva generación, tanto a nivel cultural como lingüístico. Aquejado de reuma ciática, su enfermedad crónica fue acentuándose en sus últimos años, hasta tal punto que hacía más tiempo en cama que levantado.
Esto explica, en gran medida, que en la última fase de su vida en Euskal Herria no produjera obra alguna de envergadura, salvo la anteriormente mencionada Jainkoaren billa. Baste decir como detalle que en el convento de Lazkao tradujo las reglas de San Benito dictando desde su cama al pinche que lo mecanografiaba. El nombramiento de Académico Correspondiente de Euskaltzaindia (1948) y el premio "Lizardi" (1961) le llegaron justo en el ocaso de su vida.