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Pop-Rock en Euskal Herria

Como se ha visto, el peso de lo anglosajón fue importante en la canción popular de los años 60 y su ascendencia sería mayor entre los llamados conjuntos. En la capital alavesa destacó el grupo Amets, aparecido en ambientes católicos y que evolucionó al pop de la época, realizado en euskera; luego volvieron temporalmente a las andadas y grabaron un CD que recuerda su experiencia de pioneros. El combo vocal Lantzale, de tendencia izquierdista, en la entonces muy politizada juventud antifranquista, surgió en el seno de un grupo de danzas vascas y tuvo una corta y activa existencia. Las vespertinas jam-sessions del Hotel Canciller Ayala, durante las fiestas locales, tuvieron importancia influyente en la evolución de la escena musical gasteiztarra, que ha contado siempre con un excelente núcleo de músicos de jazz, a la par que nacía y se consolidaba con decidido apoyo institucional su veraniego Festival de Jazz, en la senda trazada por el Jazzaldia donostiarra.

Cuenta el especialista Roge Blasco que hubo algunos grandes apellidos del pionerismo popero bilbaíno como Txabi Villanueva (que hizo sonar la primera guitarra eléctrica del Botxo), Pascual Pérez Yarza (miembro de Spectros, primer grupo vizcaíno que grabó canciones; un EP en 1964), el bajista Iñaki Egaña (que grabó con Los Tañidores el segundo single bizkaitarra, con la enganchona canción Cerrado por balance) o Carlos Zubiaga, que estuvo en Los Mitos y Mocedades. Estas dos formaciones fueron las de mayor éxito. Los primeros llegaron a grabar hasta una veintena de singles en Hispavox, entre los años 68 y 70, tuvieron clubs de fans hasta en Hispanoamérica y en 1975 aparecería el LP Grandes éxitos. Mocedades fue una expresión vocal posterior, de los años 70-80.

El popular locutor José María Íñigo fue animador principal del panorama local desde su espacio Mr. Ritmo. Además del Cuarteto Soroa, modernizadores del folklore tradicional, hubo en un plano más directamente pop nombres tan propios de la época como el pionero rockero Elvis Millán, Sócrates y sus Filósofos, Gatos Locos, Fabulosos, Olímpicos, Atlas, Junkers, Famélicos, Bulbos, Bríos y un largo etcétera. Se dan circunstacias tan curiosas como la del luego polémico banquero Mario Conde, que pertenecía a Los Moscas. O Josu Ortuondo, quien fuera alcalde de la villa, militando de muy joven como batería de los poperos Grekos.

Uno de los conjuntos vascos más destacados fue el donostiarra Los Àgaros, que editaron tres EPs en Fontana y un LP en el año 1964, con ideas creativas: pop, instrumentales, gospel, latinismos, etc. De San Sebastián eran también Los Rayos, Los Selene, Spiderman y otros. Conjuntos del interior de la provincia guipuzcoana fueron, por ejemplo, Los Jaguars (Arrasate), Sonidos del Silencio o 96 Lágrimas (Eibar), Expresión Sonora (luego Koxka) en Elgoibar, Escorpiones (Trintxerpe), Sombras Azules (Zarautz), etc. A esas formaciones anglófílas les seguirían populares experimentos euskaldunes, denominados grupos de verbena, que siguen aún en activo y con una amplísima discografía a sus espaldas: Los Mansos (luego Akelarre), en Soraluze-Placencia de las Armas, o los Egan de Xabier Saldias en Azpeitia.

Al norte del Bidasoa la actividad musical más urbana parece haber sido más lenta en el tiempo que entre las más industrializadas y cosmopolitas urbes de Euskadi Sur. El dúo formado por Peio Ospital y Pantxoa Carrèrre fue uno de los más populares. Grabaron su primer disco en 1969 en Toulouse, pero siempre en un plano estilístico más folk que puramente pop, con canciones compuestas sobre todo por el también intérprete Manex Pagola. Otro dúo de Iparralde sería el formado por dos Eñaut: Etxamendi y Larralde, también aún en clave de folk lírico tradicional. Pero gente como Etxahun trató de imprimir, a tono con el empuje social del pop francés que arrastraba mayoritariamente a la juventud, un mayor carácter rítmico a un legado tan bucólico como el de la canción euskaldun ipartarra, particularmente la más influyente: la de Zuberoa. El grupo Errobi o Niko Etxart y sus Ximinorak-Minxoriak, ya en la década de los 70, serían experiencias claves en la modernización de la canción popular ipartarra.

Pamplona vivió con curiosa actividad esa primera época del pop-rock. Existió un dinámico fluir de "festivales", como las programaciones matutinas dominicales en el Teatro Gayarre. Los locales de Radio Popular, propiedad de los frailes dominicos, o un cercano salón de actos de colegio de monjas, fueron lugares para conciertos en tardes de sábado. Los Juniors hacían pop con alguna derivación ranchera, dada la habilidad de su cantante de Falces para llegar hasta los tonos altos de la canción México, y grabaron algún disco EP. A los elegantes Condes se les adivinaban querencias por los Sirex barceloneses. Los más jóvenes Breks fueron durante un tiempo la gran esperanza local. Los Duendes se atrevían con la nada fácil She's A Woman de los Beatles en su idioma original. Los Ánakos, con chica al frente y un alocado teclista importado de Cataluña, hacían lo propio con el Satisfaction de los Rolling Stones.

Ayudó mucho a empujar la escena local iruñarra el inquieto y pionero periodista de Caparroso Joaquín Luqui, que creó en el conservador periódico carlista El Pensamiento Navarro la sección semanal Ritmorama, protagonizó junto a otros colegas avanzados espacios radiofónicos (Discofilia o Requeterritmo, en la también carlista Radio Requeté) y fue primer impulsor de la influyente publicación estatal Disco Expres s, al modo de los semanarios musicales británicos, hasta que fue fichado desde Madrid por El Gran Musical de la SER (Sociedad Española de Radiofusión), cadena radiofónica en la que continuó.