Concept

Historia de la Música en Euskal Herria

En el campo instrumental poseemos los vascos dos reliquias musicales que, por los estratos en que fueron encontradas en las excavaciones arqueológicas, son anteriores a los cuadros cronológicos normales. La flauta con agujeros no aparece en otras culturas hasta la época Aziliense, unos 6.000 años antes de Jesucristo. Nosotros tenemos constancia de la existencia en nuestra cultura de un instrumento similar bastante anterior. En la Baja Navarra norpirenaica se halla la pequeña villa de Isturitz. En sus proximidades fue descubierta en 1895 la cueva de su nombre por Passemard, quien durante años realizó la excavación de dicha cueva, coleccionando los materiales hallados en el Museo de Saint Germain-en-Laye (París). En un momento de las excavaciones, en 1921, descubrió un hueso de ave con tres agujeros que apareció en el más antiguo estrato auriñaciense, siendo según él la flauta más antigua entre las hasta entonces conocidas. Esta pequeña flauta puede datar, según los arqueólogos, de unos 20.000 o más años antes de nuestra era y es, sin duda, el instrumento musical de este tipo más antiguo en todas las culturas del mundo. Por los tres agujeros que tiene se ha pretendido considerarlo como antecesor de nuestro txistu pero pudo tener más de los tres agujeros que conserva, pues aparece roto a partir del tercero.

A kilómetro y medio de Gernika, en término de Forua, descubrió José Miguel de Barandiarán en 1960 otro instrumento musical prehistórico: un cuerno de ciervo con tres pitones. Se trata de una corneta capaz de emitir hasta cuatro notas musicales. Este instrumento, que se conserva en el Museo Arqueológico de Bilbao, apareció en un estrato de la Edad de Bronce; pero estudios posteriores, como los de Mac Collough, demuestran que puede retrotraerse hasta el Aziliense, es decir, a unos 8.000 años antes de nuestra era.

La existencia de estos instrumentos musicales prehistóricos evidencia una primitiva cultura musical vasca, en la que no podría faltar la música vocal. La falta de documentación antes apuntada hace que algunos hayan negado la existencia de una música popular cantada autóctona, defendiendo la tesis de que nuestras arcaicas canciones fueron importadas por griegos o celtas. Resurrección María Azkue y Madina estudiaron la similitud entre el Himno de Apolo descubierto en Grecia, cuya antigüedad se remonta a 278 años a.C., y el ritmo quebrado de nuestra ezpatadantza, pero sin pretender una dependencia, sino una mera coincidencia.

Más trascendencia tuvo la teoría de Francisco Gascue según la cual nuestras primitivas canciones eran célticas, residuos de la invasión de este pueblo a partir del siglo VIII a.C. La similitud de algunas de nuestras canciones con otras bretonas evidenciaban, según Gascue, la procedencia de un común tronco céltico. Pero las muestras estudiadas por este musicólogo donostiarra eran muy pocas y su teoría pudo ser fácilmente refutada cuando se dispuso de canciones populares posteriores con muestras mucho más abundantes y diversas. De todos modos, como ocurre en todas las culturas, no puede desecharse una influencia de culturas extrañas que convivieron durante mucho tiempo con la nuestra.

Ya en los albores de nuestra Era tenemos el testimonio del geógrafo griego Estrabón, quien consignó que los vascones "danzan al son de flautas y guían el baile con trompeta". Según Julio Caro Baroja, la danza de bebedores de que nos habla Estrabón podría relacionarse con la llamada edate dantza. Esta dualidad de instrumentos de viento, la flauta y la trompeta, nos marca una continuidad de la historia de nuestra música instrumental desde la flauta de Isturitz y la corneta de Atxeta que se desarrolló hasta una primitiva orquesta en la que no faltarían los instrumentos de percusión.

Todas estas noticias, muy concretas, ayudan a construir un ambiente musical bastante completo en los inicios de la era cristiana. Una lápida de la época romana encontrada en Arróniz (Navarra) nos perpetúa la memoria de Tito Servio Scriba, escritor dramático y director de una orquesta teatral pamplonesa. Marco Fabio Quintiliano, vasco de Kalagurris (Calahorra), marcha en su juventud a Roma y nos lega informes precisos y preciosos de la música de su tiempo. Otro hijo de Calahorra, el poeta y músico Aurelio Prudencio (348 a 405), nos habla del órgano tubular y de música polifónica a dos y tres voces.

JAM