Como muchas personalidades sensibles y dinámicas a la vez, Carlos era un gran amante de los animales. Tal es así, que «mandó hacer unas andas para conducirlos a dondequiera que el rey fuese (Yanguas)». Su favorita era una mona que le entretenía en medio de sus pesadumbres y maquinaciones. El rey de Aragón le regaló una leona (1384) y, más tarde (1385), un león.