Lexique

MAURISMO

Se puede caracterizar el maurismo [siguiendo el análisis de J. Tusell y J. Avilés, La derecha española contemporánea. Sus orígenes: el maurismo, Madrid, Espasa Calpe, 1986] como un movimiento esencialmente regeneracionista, que pretendió-frente al conservadurismo elitista de Cánovas y en el marco que configuró en Europa la emergencia de la sociedad de masas a la vida política- participación ciudadana en la vida pública, mediante la «revolución desde arriba». Y que defendió como postulados doctrinales básicos- el catolicismo (aspecto que le aproximó en muchas ocasiones a fuerzas políticas tradicionalistas y confesionales), la monarquía constitucional (aunque no faltaran en el maurismo diferencias de carácter personal más que institucional con Alfonso XIII), una convicción liberal y democrática (a la larga ambigua en muchos mauristas, porque, por una parte, se asoció a una reivindicación de la tradición española y, por otra, evolucionó hacia una crítica del funcionamiento del parlamentarismo español cuando no del liberalismo clásico, decadente también en Europa), una preocupación por la «cuestión social» (no exenta, a veces, de un tono paternalista) y con el tiempo- un nacionalismo español de nuevo cuño (compatible en principio con el reconocimiento de autonomías regionales, pero acentuado tras la I Guerra Mundial de acuerdo con las nuevas corrientes europeas). El movimiento surgió, a finales de octubre de 1913, a raíz de la adhesión al jefe conservador, Antonio Maura, de una parte de los miembros de su partido, especialmente importante entre sus Juventudes, cuando -al producirse la dimisión del liberal Romanones- el segundo de a bordo, Eduardo Dato, aceptó el encargo regio de formar Gobierno ante la altiva actitud de Maura [explicada por C. Seco Serrano, Alfonso XIII y la crisis de la Restauración, Madrid, Rialp, 1979], que se automarginó de la tramitación final de la crisis. El País Vasco, particularmente Bizkaia, jugó un papel decisivo en el origen y posterior consolidación del maurismo, así como en alguno de los aspectos de su evolución. Desde que Ángel Ossorio y Gallardo jefe conservador de Huesca y Zaragoza- se pronunciara contra el Gobierno Dato a las pocas horas de su acceso al poder, las Juventudes conservadoras y núcleos vascos del mismo partido -al igual que los de numerosas provincias españolas- expresaron su adhesión a Maura. Así, a lo largo de noviembre de 1913, el Comité y la Juventud conservadores de Pamplona (presidida la segunda por Emiliano los Arcos) acordaron identificarse con Maura y denominarse en lo sucesivo mauristas, aunque el cambio no tendría en el futuro la trascendencia que se pudo esperar del entusiasmo que la actitud de D. Antonio provocó en algunos sectores navarros como el Diario de Navarra. La Juventud conservadora de Álava, presidida por Nicolás Landa, acordó disolverse y una treintena de sus miembros ingresaron en el Centro conservador e inclinaron a éste, en la asamblea que celebró a principios de 1914, a adherirse a Maura, aunque manteniendo la antigua denominación y renovando en el cargo a su presidente, el marqués de la Alameda, quien sin embargo, en 1915, se sumaría a una Alianza Patriótica Alavesa, hostil a las fuerzas carlistas y confesionales. Pero fue sobre todo en Bilbao donde el Círculo conservador promovió una votación entre sus miembros quearrojó un resultado de 281 votos a favor de Maura y 125 de Dato, constituyéndose un partido maurista, encabezado por Fernando M.ª de Ybarra y Enrique Aresti, miembro el primero de la familia fundadora de El Pueblo Vasco, portavoz más significado de la nueva fuerza. También fue en la capital vizcaína donde la Juventud conservadora, presidida por el hijo de un íntimo de Maura, Ramón Bergé, se constituyó más decididamente como Juventud maurista y tomó la iniciativa de convocar a todos los mauristas españoles a un acto público a celebrar en Bilbao. El acto, en el que Ossorio se consagró como fundador del nuevo movimiento y aceptó la presidencia de un comité central para la dirección del mismo, tuvo lugar el 30 de noviembre y contó con la asistencia de los representantes entre otros-de las Juventudes mauristas de Vitoria, Pamplona y San Sebastián. Los meses siguientes fueron -igual que en todo el país los de mayor actividad del maurismo -que dió lugar a la expresión «maurismo callejero»-, como la campaña que los mauristas de Pamplona decidieron iniciar por toda la provincia a finales de 1913, el mitin celebrado en Vitoria con asistencia de Gabriel Maura o los banquetes que distintos centros mauristas vascos promovieron, en junio de 1914, con motivo de la onomástica de su jefe; actividad sólo interrumpida con el estallido de la I Guerra Mundial. Pero, por otra parte, y a más largo plazo, el retraimiento de la vida pública de Maura, la indefinición del movimiento y la falta de una verdadera organización de partido dieron al maurismo -«una sombra que queriendo engrandecer la figura [de Maura] la empequeñecía», escribió, con motivo de la muerte de D. Antonio, La Libertad alavesa- un carácter acéfalo y ambiguo que propició, hasta 1919-1921 (años en los que algunos mauristas situaron la disolución del movimiento), varios hechos, muy nítidos en el País Vasco, aunque comunes al marco nacional. Por una parte, la relativamente escasa implantación electoral, no tanto en los comicios generales, en los que a través del art. 29 o de otras peculiares combinaciones o alianzas electorales al menos Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra enviaron al Parlamento algún diputado maurista, sobre todo entre 1918 y 1923 (Gipuzkoa lo hizo al menos en 1916 -W. Orbea-, 1919 -Angulo y Churruca- y 1920 y 1923 --Churruca-; Navarra, en 1916, 1918 -el cunero Leyún-, 1919, 1920 -Ansorena- y 1923 -dos diputados-; y Bizkaia, en 1916 -Ybarra- y los candidatos de la Liga -no específicamente mauristas- elegidos entre 1919 y 1923), pero sí en las elecciones municipales: en general, en los años de mayor implantación, en torno a 1917-1920, las capitales no tuvieron más que uno o dos concejales de esta significación. En unas y otras elecciones, el maurismo no renunció a los clásicos procedimientos caciquiles que teóricamente rechazaba (como las maniobras que, tras las elecciones de 1916, provocaron la dimisión de Ybarra de la jefatura del partido maurista de Vizcaya [vid. Tusell y Avilés, op. cit., pp. 92- 93]), y frecuentemente acudió a las urnas en alianza -a través de diversas «uniones de derechas» con fuerzas carlistas jaimistas, tradicionalistas- o confesionales, como católicos independientes o en el caso de Navarra, sobre todo nacionalistas; sin que faltara -en el caso de Bizkaia- la alianza con otras fuerzas monárquicas conservadoras y liberales-, como después se refiere. Por otro lado, una ambigüedad ideológica en su seno que provocó una diversificación teórico-doctrinal interna, clara al menos desde 1919, y que alcanzaría su primera expresión importante en la escisión de un sector del maurismo -cuyo más genuino representante en el País Vasco [como ha puesto de manifiesto B. Aizpún Bobadilla, Unión Navarra, 193l-1936, Pamplona, memoria de licenciatura inédita, 1985] sería Rafael Aizpún Santafé- para integrar, en 1922 y junto a otros elementos, el Partido Social Popular, agrupación que parece lograr una mayor presencia en Navarra que en las Provincias Vascongadas; sector cuyos elementos se dividieron a su vez, a la llegada de la Dictadura primorriverista, entre la colaboración con ella en unos casos o el apartamiento de la misma -como el mencionado Aizpún-, en otros. Mientras que los que permanecieron fieles al maurismo (que, en principio, acogieron favorablemente la Dictadura, pero después, especialmente sus dirigentes, se apartaron del régimen e incluso se enfrentaron al mismo o a la Unión Patriótica; sin que faltaran tampoco quienes se sintieron a gusto bajo Primo de Rivera -Bergé, probablemente o colaboraron con él como los vizcaínos Cecilio Giotia, Jose Urigüen o Luis Arana Urigüen-), en buena medida, culminaron en los años veinte una evolución ideológica que tuvo en el vizcaíno Lequerica [cuyo pensamiento se analiza en I. de L. Arana Pérez, El monarquismo en Vizcaya durante la crisis del reinado de Alfonso XIII (1917-1931 ), Pamplona, Eunsa, 1982] uno de sus mejores exponentes, incluso en el ámbito español. Esta evolución se enmarcó en la crisis en Europa del liberalismo clásico durante el período de entreguerras -«en la realidad humana y europea de 1929, el liberalismo no tiene razón, o mejor, no tiene posibilidad de ser», escribió el mencionado Lequerica- y apuntó hacia la defensa de un nuevo tipo de régimen, de carácter conservador, autoritario y fundamentado sobre un contenido doctrinal muy cercano al que propugnaban en el continente europeo los movimientos nacionalistas radicales, del que -para el propio Lequerica- carecía la experiencia primorriverista. Y, en tercer lugar, y estrechamente emparentada con esa evolución autoritaria, está la evolución del maurismo (particularmente del vizcaíno; no tanto del navarro ni, probablemente, del guipuzcoano) hacia un nacionalismo españolista, coincidente al menos, en el tiempo, con una reacción antinacionalista vasca del movimiento. Si hasta las elecciones de 1917, el maurismo vasco mantuvo una actitud conciliadora respecto al nacionalismo (actitud que el propio Maura veía con recelo), a raíz del triunfo -importante en Bizkaia- del nacionalismo vasco en las elecciones generales de febrero de 1918, el maurismo iniciaría contra él una fuerte actividad combativa (por ejemplo, en octubre de 1918, no suscribió una moción -aceptada por las demás minorías del ayuntamiento de Bilbao- pidiendo la derogación de la ley de 1839) que culminaría en la constitución de la Liga de Acción Monárquica, a principios de 1919. La Liga, alianza de todas las fuerzas políticas dinásticas de Bizkaia en cuyo seno el maurismo conservó su personalidad, surgió -en el momento en que Maura pronunciara un resonante discurso parlamentario anticatalanista- para recuperar, en el campo electoral, el terreno perdido en 1918 en favor de los nacionalistas y, desde el punto de vista político, para recuperar la dirección de una campaña por la reintegración foral que, convertida en una decidida reivindicación autonomista, había pasado a manos de los nacionalistas. Sin embargo, en los años siguientes, la Liga, mayoritaria en la Diputación de Vizcaya en los primeros años 1920 y dirigida entre otros- por significados mauristas, adoptaría posturas abiertamente españolistas y hostiles a diversas iniciativas regionalistas o simplemente provasquistas (las primeras simpatías regionalistas de Primo de Rivera, el proyecto de Universidad vasca, la Sociedad de Estudios Vascos...), que provocaron durante los primeros años de la Dictadura importantes conflictos con las restantes corporaciones provinciales vascas. Tras la caída de la Dictadura primorriverista (durante la cual falleció Maura, a finales de 1925), se produjo una reorganización del partido maurista en el País Vasco, al menos del vizcaíno, que -además de mantener a una de sus principales figuras, Lequerica, en el Directorio de la Liga Acción Monárquica- recobró su personalidad independiente, para integrarse poco después en el Centro Constitucional de Cambó, agrupaciones políticas desaparecidas con el advenimiento de la República. Sin embargo, pervivió de alguna forma el movimiento maurista al reclamarse herederos del mismo, diversos elementos que jugaron cierto papel en la vida pública de los años 1930 y que -prolongando la aludida diversificación interna- evolucionaron durante esos años hacia un amplio abanico de fuerzas en lo que constituye (junto a las ambigüedades y contradicciones de sus principios doctrinales y de su forma de entenderlos, que le impidieron constituir una derecha conservadora moderna a la que se acercó más que ninguna otra fuerza política española de la Restauración) uno de los rasgos más espectaculares del movimiento: la izquierda del movimiento (encabezada en el ámbito español por Ossorio, representada por el sector que se integró en el Partido Social Popular, y próxima al populismo europeo que en el continente se decantaría hacia la democracia cristiana) llegaría a adoptar posiciones proazañistas, a ocupar cargos de relevancia durante el bienio social- republicano -como el vitoriano Otálora- o a integrarse -directamente o a través de otros grupos-, en CEDA, como el mencionado Aizpún; la derecha del maurismo (en la línea de las fórmulas del nacionalismo autoritario europeo) proporcionó elementos a Acción Española, o a la propia CEDA el caso de Lequerica-, a Renovación Española, a Falange, sin que faltaran probablemente quienes se decantaron hacia actitudes tradicionalistas -como el fugaz maurista vitoriano Marqués de la Alameda-, grupos en los que coincidieron personas que como Lequerica y Sáinz Rodríguez, no procedente éste del maurismo- durante los años 1940 se integrarían en el régimen franquista o acabarían prefiriendo el exilio.

Ignacio de Loyola ARANA PÉREZ