Médecins

Madinabeitia Ortiz de Zarate, José de

Personalidad guipuzcoana nacida en Oñati el 14 de octubre de 1870, séptimo hijo de una familia numerosa y acomodada. Muere en Bilbao, en casa de sus hermanas, el 2 de enero de 1923 tras penosa y larga enfermedad que le causaba frecuentes desvanecimientos.

Estudió medicina, al igual que su hermano Juan, más tarde célebre gastroenterólogo. Ejerció en Bilbao como médico y cirujano y se inició en política a finales del siglo frecuentando los medios del primer nacionalismo. A comienzos de siglo se hizo socialista. Alarmado por sus ideas y por la influencia que Madinabeitia pudiera ejercer sobre los otros jóvenes, Arana escribió en La Patria un artículo (9 de marzo de 1902) titulado Alerta. A los jóvenes vascos y especialmente a los de E. G., en el que acusaba al joven médico de socavar la moral de sus amigos distribuyendo libros de Zola, Marx o Tolstoi y de impugnar el lema JEL. Su conversión política le valió, asimismo, el verse abandonado de su clientela de Bilbao. Dice Luis Araquistain:

"Cuando la burguesía bilbaína se alejó de su consultorio, como de un lugar apestado, se lo abrió generosamente a los pobres y durante muchos años, además, lo convirtió en un servicio ambulante por varios pueblos de la región vascongada. Huelga decir que casi siempre era gratuito. Visitaba a sus enfermos en Eibar, en Sestao, en Miranda de Ebro..."

También visitó Itziar, en Deba. Debutó como conferenciante en Eibar, donde estableció una consulta y a cuyo Centro Obrero regaló muchos libros. En esta ciudad creó el Jardín de Convalecientes, en la Sociedad de Socorros Mutuos de la villa.

Se separó de su mujer, al poco de casarse, por la misma cuestión ideológica que le hiciera abandonar su carrera y amigos; era, sin embargo, como atestiguan sus contemporáneos, de carácter afable, tolerante y poco dado a manejar los tópicos del librepensamiento tan en boga entre los socialistas de entonces. Blasco Ibáñez hace su retrato cabal en el Dr. Aresti de su El Intruso de 1904. Se hizo legendario su gesto de empeñar el microscopio cada vez que le apremiaban las necesidades económicas y su estancia en la cárcel de Larrinaga por negarse a pronunciar un juramento en un acto oficial. Legendaria -y precursora, según Prieto- fue la actuación de Madinabeitia en la huelga minera de Bizkaia de octubre de 1903 en la que organizó la recogida y envío de los hijos de los huelguistas a hogares de simpatizantes a fin de sustraer a los niños de las penalidades del largo cese de trabajo. Sólo en Eibar se contaron cerca de 200 hijos de mineros. En 1905 asistió en Madrid al Congreso del PSOE como representante del grupo de Eibar. Escribió frecuentemente en La Lucha de Clases. Ante la huelga general de 1917 se mostró escéptico y la llamó "revolucionaria" (T. Echeverria: Viaje al..., 1968). Apasionado de la música -en especial wagneriana y folklórica vasca-, en 1918 es uno de los miembros fundadores de la Sociedad de Estudios Vascos, sustituyendo al Dr. Huici, en 1919, a la cabeza de la sección "Medicina" aunque, más de una vez, manifestó su deseo de dedicarse también a temas sociales. A partir de estos años, se va alejando, poco a poco, de la militancia política.

Al morir su amigo Amuategui, en 1919, dejó de visitar Eibar y se estableció a medias en Madrid, junto a su hermano Juan, y en Larrondo, valle de Asúa. En 1922, atrapado ya por la enfermedad, no puede acudir, aunque lo desea, al Congreso de Estudios Vascos de Gernika. Dice Indalecio Prieto:

"Lo vi por última vez en agosto de 1922 gravemente enfermo, guardaba cama dentro de una barraca que había construido, rodeándola de cerezos plantados por él, en una huerta adquirida a plazos, cerca del cementerio de Derio".

La Voz de Guipúzcoa de enero de 1923:

"En la actualidad D. José de Madinabeitia se hallaba retirado, por diferencias de criterio, de las filas socialistas y obreras y dedicaba toda su actividad y talento a su profesión y a su actuación en la Sociedad de Estudios Vascos".

Su muerte provocó una polémica por la explotación que de ella se hizo por parte de católicos, por una parte, y anticlericales, por otra. Estos últimos, entre los cuales estaba Julián Zugazagoitia, denunciaron (El Socialista, 9-1-1923) el que califican de verdadero secuestro con el "propósito deliberado de guardar para la iglesia unos huesos y unos kilos de carroña". Fue inhumado en Oñati. En el trayecto, el tren que transportaba sus restos mortales paró en Eibar, donde le esperaban "las organizaciones obreras, depositando coronas sobre el féretro" (La Voz de Guipúzcoa, 5-1-1923, p. 8), entre las cuales, la de la Casa del Pueblo y la de la Sociedad de Socorros Mutuos de Artesanos. En la comitiva fúnebre pudieron verse gentes de todos los estamentos y opiniones: Aranaz Castellanos, A. Bandrés, Turiel, L. Eleizalde, obreros, patronos monárquicos, miembros de la Junta de la Sociedad de Estudios Vascos, y su hermano, el Dr. Juan Madinabeitia... "al final de la larga comitiva y un poco a distancia de ella..." Sobre su modo de ser, dice Luis de Araquistain (El Socialista 6-1-1923):

"Siempre me pareció José Madinabeitia, más que un hombre real, una figura imaginaria sacada del riquísimo mundo ibseniano. Personificó, como pocos, la lucha del héroe con el medio" (...) "Era poco orador, en el sentido que damos a este vocablo: premioso de palabra, poco caudaloso en el léxico, muy vasco en la sintaxis, y, sin embargo, emanaba de su lenguaje -tan enemigo de las grandes multitudes, tan gustoso de las pequeñas reuniones íntimas- una embriagadora elocuencia que trascendía de todo artificio retórico, acaso porque le salía de lo más profundo de su alma. Cautivaba por magnetismo cordial, no por dialéctica, ni con las flores de trapo de la oratoria al uso. Era un socialista de sentimiento más que de doctrina".

Arana, aunque con la intención que hemos dicho, coincide en gran parte con esta descripción: "De carácter dulzón, meloso y lisonjero, prodiga consideraciones y amistad desde el instante que empieza su trato. Es inútil reñir con él, porque no ha de reñir con nadie...".