Ingeniero industrial eibarrés. Eibar, 09-09-1849 - Donostia-San Sebastián, 06-06-1928.
Cuando se intenta identificar las actividades científicas y técnicas más relevantes de la historia vasca, uno tropieza, casi sin querer, con instituciones docentes, y, en particular, con centros de formación técnica. Ellos fueron los "activadores" de muchas de tales actividades. Entre aquellos que impulsaron esos centros, hay uno -no fue el único, es cierto- que destaca en Gipuzkoa: Nicolás de Bustinduy.
Miembro de una familia armera distinguida (su apellido aún figuraba en 1859 como fabricante de armas), el pequeño Nicolás debió ser un alumno brillante, ya que, con sólo trece años, la Diputación de Gipuzkoa le concedió una beca para continuar sus estudios.
La primera opción que le sugirió su padre fue cursar el bachillerato en el Real Seminario de Bergara. Optó por el bachillerato en artes, probablemente porque eso era lo que se requería para cursar estudios de ingeniería industrial. Aunque comenzó su carrera en la Escuela Industrial de Madrid, al cerrar ésta, en 1867, hubo de trasladarse a la de Barcelona. Allí obtuvo el título de ingeniero industrial -especialidad mecánica- en 1871.
Al año siguiente regresó a su provincia natal, en concreto a San Sebastián, la ciudad por la que mostró mayor apego a lo largo de su vida, y en cuyo Instituto de Segunda Enseñanza comenzó a trabajar, como profesor auxiliar. Fue allí, mientras enseñaba ciencias, en donde Bustinduy comenzó a desarrollar sus proyectos de educación técnica. En septiembre de 1873 propuso al Ayuntamiento de la villa crear una 'Escuela Industrial Elemental Guipuzcoana', con el fin de "propagar la ciencia a la clase obrera que está más necesitada". La iniciativa no prosperó, pero marcó el camino a seguir.
En una época en que la educación técnica superior ya se había institucionalizado -con Madrid, Barcelona, Bergara y Sevilla a la cabeza-, pero en la que la educación técnica elemental apenas comenzaba a dar sus primeros pasos, siendo las Escuelas de Artes y Oficios de Madrid (creada en 1871) y Barcelona (1872) las precursoras en el Estado, la clarividencia de Bustinduy, en relación a su plan, es extraordinaria. No tardó mucho en cuajar aquel primer proyecto. En noviembre de 1879, incitado por la creación de una escuela de ese tipo en Bilbao, la Diputación de Gipuzkoa creó el centro sobre el que pivotaría la enseñanza industrial: la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián, de la que Bustinduy fue no sólo su primer director y profesor, también el encargado de organizarla. En su discurso de inauguración, consideraba como modelos las escuelas de Alemania, Francia e Inglaterra, que "emplean considerables sumas en escuelas de artes y oficios, y hallan la recompensa" en el progreso de "sus industrias y artes".
Pronto alternó, como hacían muchos, la enseñanza con cargos públicos. Desde 1878, trabajó para el Ministerio de Fomento, como Fiel Contraste de Pesas y Medidas, y, desde 1881, como encargado en Gipuzkoa de inspeccionar las patentes de invención, participando en comisiones y expedientes industriales. Pocos conocerían la realidad industrial de la provincia como él (de hecho, como veremos, publicó casi una docena de escritos sobre el tema).
Los cargos directivo y académico que desempeñó, y las comisiones técnicas en que participó, le permitieron, sin duda, percibir las necesidades de la industria guipuzcoana; al fin y al cabo la relación "educación-industria" era la que siempre vivió más de cerca y a la que dedicó denodadamente sus esfuerzos, en la búsqueda de soluciones.
La modernización técnica de la industria fue su tema preferido; en particular, lo que llamaba "introducción de nuevas tecnologías". Una cuestión ésta a la que aludía en su libro Industria Guipuzcoana a fin de siglo -y en otros muchos artículos que, por problemas de espacio, no podemos incluir aquí-, en la que, además, exponía, con gran erudición, su origen, evolución y situación económica. Un asunto que describió en su folleto Guipúzcoa en la Exposición Universal de Barcelona de 1888, como Comisionado para la misma. Fue éste un problema que le llevó (como apuntan otros escritos suyos) a defender la idea de que era la enseñanza profesional -a través de unos programas lo suficientemente actualizados como para responder a las necesidades de la industria- la que debía tratar de las nuevas tecnologías.
Fue la suya una lucha instigadora y tenaz. Instigadora, como lo muestra que muchos de sus colegas acabaran por abrazar sus fines; de hecho, una de las ideas principales en sus reformas: el que cada profesor de la Escuela publicase, dentro de su correspondiente asignatura, un manual, fue seguida al pie de la letra (los profesores Adolfo Comba y E. García escribieron manuales sobre aritmética y geometría, "estimulados -afirmaban- por Bustinduy"). Y tenaz porque Bustinduy no se limitó a San Sebastián, también propuso, en 1886, crear una Escuela de Artes y Oficios al Ayuntamiento de Eibar. Entendía que la industria armera comarcal necesitaba de una escuela profesional. Aunque rechazado en un inicio, su plan a favor de la enseñanza técnica no cayó en saco roto, toda vez que fue ese plan el que, en 1902, se materializó con la creación de tal escuela en Eibar. Es más, su proyecto anticipaba, en casi tres décadas, a aquel otro que llevó a la creación de la Escuela de Armería de Eibar (1913), en tanto que demostraba claramente su profundo conocimiento del tejido fabril armero.
El rasgo de la enseñanza profesional que más preocupaba a Bustinduy era el que en ella faltasen "obras elementales de inmediata aplicación"; pensaba -y así se lo hizo saber a sus compañeros- que la calidad de la enseñanza era incompatible con el uso de manuales obsoletos y poco claros. Lejos de limitarse a expresar una crítica de carácter didáctico o generalizado, Bustinduy alentó a otros profesores a publicar manuales -eso sí, claros, accesibles- correspondientes a su asignatura. El testimonio más palpable de sus ideas son los tres manuales que publicó entre 1880 y 1894 (Mª Cinta Caballer ha estudiado su vida y obras), sobre álgebra, geometría, mecánica industrial y máquinas, ajustadas a las asignaturas que impartió.
Por razones que no se conocen, en 1899 cesó en su cargo de director y profesor. Solicitó, entonces, el traslado de su plaza de Fiel Contraste a Madrid. No le faltaron, como era de esperar, ofertas de puestos académicos. La Escuela Central de Ingenieros Industriales de Madrid, recién creada en 1901, disfrutó de sus servicios, como profesor de varias asignaturas de mecánica y física industrial. Allí, en suelo madrileño, perdíamos su pista (salvo que, en 1928, moría en San Sebastián).