Compositor, musicólogo y maestro de danza alavés, nacido en Vitoria el 28 de julio de 1891 y muerto en San Sebastián (Gipuzkoa) el 3 de julio de 1963.
Licenciado en Ciencias Químicas por la Universidad de Madrid (1916), manifestó muy joven su vocación musical por cuya dedicación exclusiva luchó a pesar de la actividad académica que desplegó y que le llevó a ser consejero de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria (1919).
A mediados de la década de los 20 trabó amistad con el P. Donostia, lo que dio nuevo rumbo a sus inquietudes musicales, despertándole asimismo una conciencia nacionalista. A partir de 1926 aparecen sus primeras páginas de música vasca, tanto con partituras de textos euskéricos, como desarrollos sobre temas populares vascos, una de las principales constantes de su producción. Así, Itsalde erasona (1927), los minuetos para txistu Nork Orain y Agur Maria, de 1928, y Aista txinkurrun, Jorrai dantza y Los Caballeritos de Azkoitia, de 1929. De los años anteriores a la guerra son Maitia nun zira, El clavecín de Bendaña o Canciones alavesas para voz y piano; durante esta época reside en Baranbio, donde enseña el txistu a la juventud de la localidad formando asimismo un grupo de dantzaris. Exiliado en París a la caída de Bilbao, tomó allí contacto con los refugiados vascos, especialmente con Eresoinka, reescribiendo para el grupo algunas partituras y creando nuevos temas como la suite Danse basque d'après l'Aurresku Bizkaien o Fandango basque chanté, ambas del año 1939.
En este momento, su actividad da un giro hacia la danza y la coreografía. Traba amistad con la familia Olaeta y conoce a personalidades de la danza como Sakharoff o Béjart, recopilando materiales sobre baile clásico del siglo de oro francés. Tras un periodo en Cambó, donde va tomando forma la idea de la creación de un ballet vasco, en 1942 se traslada a Madrid. Cuatro años más tarde recibe de Manuel Odriozola, gerente del Kursaal donostiarra, una oferta para la creación de una academia de danza clásica, que tras establecerse en el Kursaal pasa luego a tener su sede en el Conservatorio municipal, como Escuela Municipal de Danza; colabora de forma activa en la Schola Cantorum, a la que dedicará la última parte de su vida.
Como musicólogo, Uruñuela llevó a cabo una importante labor de recopilación, catalogación y conservación de canciones, especialmente en Araba e Iparralde. Colaboró en prensa con trabajos como El P. Otaño y la música sacra, La Música y la guerra, La Música y Madrid o La Escuela rusa.