Mathématiciens

Santamaría Ansa, Carlos

Matemático y humanista donostiarra. San Sebastián, 25 de diciembre de 1909 - San Sebastián, 30 de diciembre de 1997.

Sucede, con cierta frecuencia, que personas humildes y sencillas realizan empresas colosales.

Carlos Santamaría fue el promotor por antonomasia, quizá el promotor más activo -de empresas científicas, sin duda, pero también culturales y académicas- que ha conocido el País Vasco del siglo XX. Matemático, meteorólogo, filósofo, euskaltzale, pacifista, personalista; profundo y coherente pensador de los valores del humanismo.

Es más: Santamaría ocupa un lugar singular en la historia de la educación vasca, y de las ciencias y las técnicas en particular. Un acercamiento, aunque escueto, a la figura de Carlos Santamaría es imprescindible para comprender la historia de las instituciones educativas vascas.



El menor de diez hermanos, hijo de una maestra, estudió en su hogar familiar hasta los 13 años, edad a la que ingresó en la Escuela de Marianistas de San Sebastián. Una vez finalizado el bachillerato, estudió matemáticas en la Universidad Central de Madrid, en donde contactó con Julio Rey Pastor (1888-1962), con quien Santamaría iniciaría sus investigaciones matemáticas. Por entonces, Rey Pastor trabajaba como profesor en Argentina, aunque venía con frecuencia a Madrid. Bajo su dirección, Santamaría profundizó en los principios lógico-formales de la topología, doctorándose, en 1934, con una tesis titulada Sobre la noción de separación como fundamento de la topología. Junto a él investigó también José Oñate Guillén.

No es posible apreciar la dimensión científica e institucional de Santamaría sin tomar primero en consideración el Centro de Estudios Científicos de San Sebastián (1932-1936), al que se ha denominado el "embrión de la Facultad de Ciencias" vasca, uno de los muchos centros que ayudó a fundar. Cuando Santamaría y Oñate iniciaron sus tesis, Rey Pastor les sugirió que promoviesen la creación de un centro científico, entendiendo por esto una entidad que acogiese 'no sólo los estudios matemáticos, sino también los de otras ciencias, en especial los de aplicación a la técnica'. 'Un gran centro -escribieron sus promotores- de investigación técnica que respondiese al desarrollo industrial de la comarca, y en el cual colaborasen -obsérvese a quiénes se pedía apoyo- las muchas capacidades que en el campo de la Ingeniería posee Guipúzcoa' (Llombart, 1995:16).

Con el apoyo de Eusko Ikaskuntza y otras entidades, pocos meses después nació el CEC como un centro pionero que asumía responsabilidades en tales campos. Importantes en este sentido fueron la biblioteca científico-técnica, el laboratorio de análisis y ensayos industriales, amén de los numerosos cursillos y conferencias organizados, que lograron atraer a cerca de 300 socios (entre ellos, figuraron personalidades como Rey Pastor, Blas Cabrera, Julio Palacios o Esteban Terradas). El órgano mediático fue la Revista del CEC -con sus dos secciones: Matemáticas (dirigida por él), y Física y Química-, que llegó a publicar decenas de artículos y cientos de problemas. Quedaba así probada que la creación de centros era esencial para promover las actividades científico-técnicas.

No terminaron aquí, desde luego, sus vínculos con el mundo académico. Durante la IIª República intervino en la creación de la Asociación Guipuzcoana de Enseñanza, de talante católico, aunque tal vez el cargo más relevante sea la cátedra de álgebra que ocupó, desde 1971, en la Escuela Universitaria Técnica de Guipúzcoa, otro centro que contribuyó a crear. También dirigiría el Observatorio Meteorológico de Igeldo (desde 1940) y el Centro Meteorológico Zonal de San Sebastián (desde 1950) [cargo al que, por cierto, iba asignado un grado militar, en tiempos de Franco].

En los ámbitos del pensamiento filosófico, religioso y político, Santamaría es elogiado sobre todo por la promoción y dirección de las 'Conversaciones Católicas Internacionales', que se iniciaron en 1935 y se reanudaron en 1947 (hasta 1960). En estas reuniones intervinieron insignes pensadores católicos de toda Europa, que forjaron -en el sentido precursor- el espíritu del venidero Concilio Vaticano II. Entre sus otras iniciativas (cada una de las cuales ocuparía más de un volumen) se encuentran: el Centro de Estudios Superiores (1939); la Escuela Superior Técnica de Empresariales (1956); la Escuela de maestras euskaldunas (1964); la Escuela petroquímica (1967), embrión de la Facultad de Ciencias Químicas (1973); y el Liceo Santo Tomás (1961), la primera ikastola de enseñanza secundaria, todas ellas establecidas en Donostia.

Las causas educativas en las que se involucró, o la falta de libertades que se encontró durante el franquismo, no impidieron que Santamaría labrase una trayectoria intelectual coherente y comprometida.

La filosofía personalista fue la corriente a la que se adhirió; en especial, el pensamiento de los filósofos Emmanuel Mounier (1905-1950) y Jacques Maritain (1882-1973). El rasgo específico del movimiento personalista que más le interesaba era el que en ella la idea de persona entrañaba inherentemente una concepción moral; pensaba que la persona debía tener absoluta prioridad, por delante de las instituciones que le imponen necesidades materiales y perspectivas materialistas. Lejos de limitarse a expresar una posición de carácter simplemente filosófico o intelectual, Santamaría aplicó sus ideas al sentido moral de la ciencia mediante actitudes pacifistas y cristiano-progresistas. No en vano, llegó a ser, entre 1958 y 1966, el secretario del Movimiento Pacifista Internacional Pax Christi, con sede en París.

La manifestación más conocida de sus ideas es el libro que publicó en 1985, La amenaza de guerra nuclear, en la que defiende que los adelantos técnicos no son tales, si se ignora la moral de los usos que implican.