Ekonomilariak

Foronda, Valentin (1751-1821)

Célebre economista alavés, nacido en Vitoria-Gasteiz en el año 1751 y muerto en Pamplona en el de 1821. Hijo de nobles acaudalados, recibió, según parece, una esmerada educación, residiendo al efecto en Francia desde 1766. Vuelto a su tierra. fue nombrado regidor de Vitoria en 1777, cargo en el que tuvo un incidente con el alcalde, a resultas del cual fue preso, y litigado su caso en la Chancillería de Valladolid. En 1782 y una vez casado, giró un largo viaje por Francia, Inglaterra, Flandes francesa y austriaca, Holanda, Alemania e Italia, que le valió para completar su formación y aquilatar sus conocimientos sobre el panorama espiritual de la época. En su estancia en Inglaterra pudo, al parecer, tratar con Francisco Miranda, el futuro revolucionador de las colonias sudamericanas. De vuelta en su país natal, dio a las prensas, hacia 1783, sus Cartas escritas por Mr. de Fer. en las que recogía impresiones de un viaje y se explayaba en diversas consideraciones sobre la realidad de las provincias vascas. Por lo que escribía algún tiempo más tarde en el Prólogo de su Miscelánea o Colección de varios discursos, se ve que las cartas de Mr. de Fer, que circularon con pie de imprenta de Burdeos, no gustaron mucho a algunos por ciertas especies que en ellas vertía el fogoso alavés, y a eso se debió el que no continuase escribiéndolas, como en un principio tenía pensado. Ya para entonces Foronda gozaba de una cierta notoriedad. Era miembro, desde 1786, de la Academia de Ciencias e Inscripciones de Burdeos; miembro también, a partir de 1776, de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, en cuyas Juntas Generales había presentado algunos de los discursos que figuran en la citada Miscelánea. Continuando en esa línea de colaboración con los mentores de la Sociedad Bascongada, figuró por algún tiempo entre los profesores del célebre Real Seminario Patriótico de Vergara. De la intensidad de la participación de Foronda en las actividades de la Sociedad ha quedado eco en los volúmenes anuales de Extractos de la misma; pero, sobre todo, en la Miscelánea o Colección de varios discursos, en la que recogía el alavés en 1787 sus intervenciones en las Juntas de la Sociedad. En ellas venía a defender en diversas ocasiones la profesión del comercio, y la nueva Compañía de Indias Orientales o de Filipinas que proyectaba Cabarrús; disertaba sobre la Casa de Misericordia de Vitoria o sobre la platina y escribía a El Censor un encendido elogio sobre el Seminario de Bergara. Pero, por razones que no están del todo dilucidadas, Foronda rompió oficialmente con la Sociedad en 1784, si bien continuó manteniendo las mejores relaciones con algunos de sus más conspicuos dirigentes. ¿Las razones del distanciamiento? Uno sospecha que Foronda, con sus proyectos de acabar con la "peste" de los Mayorazgos y sus fogosas declamaciones contra el valor de cierta nobleza, "adherido a unos pergaminos viejos o a cuatro casas medio derruidas", se había de avenir bastante mal con la mayoría de los socios de la Bascongada, fuertemente anclados todavía en las formas de pensamiento del Antiguo Régimen. Hallamos una confirmación de estas sospechas al comparar el texto, que de los discursos de Foronda ofrecen los Extractos, con el que años después ofrecerá Foronda mismo en su Miscelánea, pudiéndose apreciar cómo resultan suprimidos o limados todos aquellos párrafos cuya carga polémica o terminológica pudiera estimarse de peligro. Lo que sea de esto, Foronda mismo parece aludir a otro tipo de causas cuando se queja del escaso apoyo que tuvo de una de "las Sociedades respetables del Reyno" para publicar un Compendio Histórico Cronológico de la Historia Moderna, que se hallaba trabajando. A juzgar por lo que de su proyecto y de las partes que tenía trabajadas avanza en el Prólogo de la Miscelánea citada, el Compendio Histórico que preparaba el alavés habría podido constituir una novedad por la alertada atención que revelaba por los temas de índole económica, "las costumbres y leyes de cada siglo", las desviaciones del sentimiento religioso, etc. Al margen de sus diferencias con la Real Sociedad Bascongada, desplegaba Foronda una incansable actividad literaria. Según nos hace ver el Prólogo de su Miscelánea, tradujo de las Institucions politiques del Barón de Bielfeld los capítulos relativos a España y Portugal, enmendándolos "de un gran número de equivocaciones en que había incidido por lo que respecta a España"; y, si no tradujo la obra entera, fue porque Domingo de la Torre y Mollinedo se le adelantó en la obtención de permisos para su publicación en España. Aún así, en 1781 veía la luz en Burdeos su Instituciones políticas: obra en que se trata de los reynos de Portugal y España. El Prólogo de su Miscelánea nos hace saber, asimismo, que tradujo el Bélisaire de Marmontel, expurgándolo, sin que le valiera esta prevención para pasar los trámites del Santo Oficio de la Inquisición, que le denegó el permiso de publicación. En mayo de 1788 empezó Foronda a escribir para el periódico Espíritu de los mejores diarios literarios que se publican en Europa una serie de cartas sobre diversas cuestiones económicas y sociales. Las cartas aparecieron en forma de dos volúmenes en 1789 y 1794, respectivamente, siendo reimpresas en 1821, con el título de Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la economía política y sobre las leyes criminales. Entre 1791 y 1801 vemos a Foronda preocupado por otros asuntos que los de política y economía, coincidiendo esta su diversión a otros campos con los cruciales años en que, bajo el impacto de los sucesos revolucionarios de Francia, el proceso liberalizador fue drásticamente frenado por el gobierno de Floridablanca y de Godoy. Dichos años significan un momento particularmente delicado en la vida del polígrafo alavés, por cuanto que, residiendo por aquel tiempo -según parece- en Vitoria, fue objeto de denuncias ante el tribunal del Santo Oficio por afecto a "las máximas de Francia por lo que hace a independencia y libertad", siendo examinado su comportamiento de aquellos años, por las implicaciones que hubiera podido tener, junto con Joaquín María de Eguia, marqués de Narros (v.), "en la pérdida y ocupación por los franceses de la mayor parte de Guipúzcoa" (Archivo Histórico Nacional, sec. de Inquis., leg. 3732, n. 179). Por cuanto se sustancia en el papel antedicho, se ve que en setiembre de 1794 nuestro alavés fue acusado por D. Juan Francisco Torrano, comisario y cura de Bergara (Gip.), de ser, junto con el referido marqués de Narros, uno de los "principales que han causado con su influjo los desastres que experimenta aquella provincia" (Gipuzkoa). No era sólo que fuese inseparable compañero del marqués, a quien hasta las mujercillas de Vitoria acusaban de haber perdido la provincia de Gipuzkoa; era que D. Valentín, que no trataba ni se juntaba con D. Juan Francisco de Moya, feligrés del denunciante ("de aquellos añales que se dexan conocer en su perversa conducta") "hasta que aquella Villa de Vergara le nombró diputado para las últimas Juntas generales celebradas en Guetaria", "desde esta época hasta que posteriormente en la Diputación particular se trató y determinó capitular con el francés", había tratado y con mucha confianza al referido Juan F. de Moya. Otros declarantes, sin embargo, aun cuando se hacían eco de las máximas que corrían entonces por Vergara (sobre que la provincia, capitulando con el francés, "iba a quedar independiente, permaneciendo siempre la Religión Catholica" y que, de todas formas, "iba a quedar mejor que antes"), nada concreto supieron (o quisieron) alegar ni contra el marqués ni contra Foronda (así, por ejemplo, el también presbítero vergarés D. Roque de Berrueta, de 33 años). Poco más hemos llegado a saber sobre este delicado punto de la vida del polígrafo alavés, sino que, por disposición del Consejo Supremo, comunicada al Tribunal de Logroño en carta de 10 de marzo de 1795, se ordenó la suspensión del expediente (Archivo Histórico Nacional, sección de Inquisición, libro 829, fol. 37 reverso. Cfr. otra carta sobre el "affaire" en el fol. 32 reverso). Acaso influyera en el ánimo del Tribunal la declaración prestada por sujeto tan cualificado como D. Pedro Jacinto de Alava, del Consejo Real de Hacienda y subdelegado de Rentas de Cantabria, de 55 años, quien supo hacer ver en su contexto el dicho del marqués (sobre que convenía capitular con los franceses) trayendo oportunamente a colación las aseveraciones de Narros sobre la incapacidad de las tropas españolas para resistir a los enemigos "por aquella parte de Guipúzcoa con esperanza fundada de éxito favorable", y sobre la necesidad de "evitar derramamiento inútil de sangre" (Archivo Histórico Nacional, sección de Inquisición, leg. 3732, n. 179). Lo que sea de esto, no parece que Foronda fuese molestado en lo sucesivo por esta cuestión, quedándole de todo ello, como recuerdo entrañable, una cordial inquina al alto Tribunal cuya memoria no cesará de vituperar por todos los medios cuando le sea posible. Como quedó consignado más arriba, la actividad del alavés se orientó durante estos años por otros campos que los de la economía y política, de indudable peligro. En l791 publicó un texto de Química para la instrucción de su hijo: Lecciones ligeras de Chímica (Madrid, en la imprenta de González), disponiéndolas en forma de diálogo. En 1792 lo vemos preocupado por la desinfección de iglesias y prisiones, traduciendo al efecto un ensayo de Guyton de Morveau, que, impreso, fue distribuido gratuitamente a intendentes, corregidores y otros funcionarios públicos en número de cuatro mil ejemplares. Lo vemos asimismo ocuparse de la construcción de hospitales, traduciendo, en 1793, para su distribución entre los médicos de Madrid, un artículo de Jean Baptiste Le Roy sobre el tema. Acaso tuviera algo que ver con estas muestras de filantropía y celo patriótico, de que hacía gala el alavés, el que le fuese concedido por decreto de 6 de setiembre de 1793 el hábito de la Orden de Santiago. En 1794 dio a las prensas en Madrid un diálogo basado en la Logique de Condillac y completado con material procedente de Buffon, Locke y Malebranche. La Lógica de Condillac, puesta en diálogo (que conocería una segunda edición madrileña en 1800) sirve formidablemente al objeto de alertarnos sobre algunas facetas insospechadas de la contextura espiritual del alavés.