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Falange

El monarquismo vizcaíno reaccionó rápidamente tras el hundimiento de la monarquía en 1931.

"Los de mi generación -dice Areilza-, monárquicos, organizamos en seguida un mínimo bastión de lucha para reagrupar en Vizcaya las derrotadas huestes. Fundamos una "juventud" con salón propio, círculo de estudios, revista y hasta su pequeño fichero electoral" (p. 76-77).

Y es que, en Bilbao, existe un clima "especial", existe una derecha financiera opuesta, desde el primer momento, a la República y, asimismo, a cualquier entente con el nacionalismo vasco. Derecha de origen liberal que difícilmente puede pactar tampoco con su enemigo tradicional, el carlismo. Maeztu, uno de sus ideólogos, lo explica a su manera:

"En Bilbao existía un pensamiento español y contrarrevolucionario, que podía servir de modelo al resto de España, porque Bilbao no se había contentado con que, frente al nacionalismo separatista, no estuviera representada España más que por revolucionarios enemigos de la tradición nacional española, como había acontecido en Barcelona y acontecía aún cuando se fundaba El Pueblo Vasco. Los discursos en San Sebastián pronunciados por D. José de Lequerica, la señorita Pilar de Careaga y D. José María de Areilza han sido demostración brillantísima de que era cierto cuanto había dicho yo de los bilbaínos. Los tres oradores eran exponentes de un estado de espíritu que es ahora común a muchas gentes de Bilbao y, si la verdad no fuera inmodesta, añadiríamos que a las mejores gentes de Vizcaya. El Pueblo Vasco puede jactarse de haber contribuido a realizar esta buena obra. Poco a poco ha ido haciéndose esta verdadera reconquista del alma de Vizcaya".

El Pueblo Vasco, Bilbao, 1-V-1935.

Pero no es éste el único factor de singularidad bilbaíno. De las aulas de Deusto brota, ya desde la dictadura de Primo de Rivera, un intento de "tercera vía" españolista que, alejada del tradicionalismo, persigue, sin embargo, morder en la clientela del monarquismo arriba aludido. Es el grupo de Sánchez Mazas, somatenista convencido, proselitista incansable de una vía nueva, equidistante de la "ingenua democracia socialista y el odioso y espeso democratismo hebreo de los plutócratas". "Con los ricos egoístas no sois más que criados" escribe Sánchez a Mourlane Michelena en 1923, queriendo que éste, el poeta Ramón de Basterra y el avispado Lequerica, constituyan unas Juventudes Nacionales, "especie de Somatenes del Norte de España", que aprovechen la "ocasión de trasformar el entusiasmo por el golpe de Estado en cosa más constructiva e inteligente". Este "tercerviismo" aflora en el pensamiento del nacionalismo español no democrático y llevará a una serie de bilbaínos al fascismo. Y, mientras la agitación antirrepublicana va ganando amplitud en tierra vasca -mítines y jornadas de "reafirmación católica", rumores de movimiento en los cuarteles, apariciones de Ezkioga-, los jefes de fila de la futura Renovación Española impulsan el nacimiento de las JONS.

"Ledesma -dice Areilza- contaba con escasos medios materiales. Yo mismo le proporcioné algunos, acudiendo a mis amistades bilbaínas, aunque muchas de ellas no lo conocían ni entendían muy bien qué era aquello del nacional-sindicalismo" (p. 90).

La ayuda, según cuenta Areilza, no va a ser sólo de tipo económico sino también organizativa e intelectual. Un José Félix de Lequerica aparecerá participando en el lanzamiento del semanario La conquista del Estado y escribiendo en la revista JONS, un Ramiro de Maeztu -padre del fascismo español para Salvador de Madariaga-, alambica esencias castellanas y desempolva imperios en la maurrasiana revista Acción Española, órgano del monarquismo insurgente de 1931 en el que colabora, también, Víctor Pradera. La flor y nata de la generación del 98, entre los cuales Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, José María Salaverria y Unamuno, aúnan sus ilustres plumas en el n.° 20 de La Conquista del Estado arremetiendo contra el catalanismo. Pero quien parece haber llevado todo el peso de esta colaboración hasta extremos casi equívocos es el conde de Motrico:

"Yo no acepté la disciplina de su organización aunque le prometí y conseguí ayudas sustanciales" (...) "en mi actividad política en Vizcaya y en los comicios electorales, no podía desprenderme de mi condición, públicamente mantenida, de monárquico y de mis contactos con quienes dirigían desde Madrid aquella tendencia" (p. 92) (...) "fui una especie de colaborador por libre de la naciente organización enviando incluso algunos pequeños trabajos a la revista política" (p. 92).

Su relación con los líderes históricos de Falange es estrecha: (O. Redondo) "Fue Ramiro Ledesma quien en una tarde del otoño madrileño de 1931, con su voz gutural y algo destemplada, nos presentó". "Intimé pronto con el joven castellano que sacaba ya para entonces un semanario titulado Libertad en su capital, y había organizado, por su cuenta, unas llamadas Juntas Castellanas de Actuación Hispánica que habían de quedar integradas más tarde en las nacientes "JONS" (p. 137) (Primo) "La primera vez que hablé con J. A. Primo de Rivera debió de ser en San Sebastián en el verano de 1932, poco antes del 10 de agosto" (p. 153). Para entonces, Areilza acaricia la idea de una fusión de los diversos grupos similares:

"Mi estrecha relación con Ledesma, y luego con Onésimo, hizo que el tema de José Antonio saliera a relucir con frecuencia como posible, y aun en opinión de algunos necesario acercamiento de las JONS a esa figura cuyas condiciones personales y calidades intelectuales eran extensamente admiradas. Yo fui uno de los que abogué con mayor interés en favor de ese diálogo. Otro fue Francisco Bravo, el jefe de las JONS de Salamanca, que batalló tenazmente en esa dirección. En marzo de 1933, Delgado Barreto organizó la salida de un semanario, de nombre poco afortunado: El Fascio, que no tiró sino un número, de muchos miles de ejemplares, y que fueron recogidos por la policía, salvo los que habían sido enviados a provincias y no se pudieron vender, aunque sí repartir. En Bilbao recibí un gran paquete que hice llegar a un numeroso grupo de amigos. Allí colaboraban Ramiro, Rafael Sánchez Mazas, Juan Aparicio, Ernesto Giménez Caballero y José Antonio, aunque este último bajo la inicial "E". Poco después, y a raíz de un viaje mío a Madrid a fines de abril, hablé largamente con Ledesma Ramos, y como consecuencia visité a José Antonio en su despacho de Alcalá Galiano, 8. Me recibió con gran cordialidad y ese innato señorío que emanaba de su temple vital. Había organizado un núcleo sindical, entre universitario y obrero, que se denominaba Movimiento Español Sindicalista, con el poco eufónico anagrama de MES, y trataba de hacerlo llegar a los cuatro confines de la península, de la que le llegaban ofrecimientos, estímulos y sugerencias. Yo le planteé con crudeza y precisión los problemas que suscitaba la hipotética fusión. José Antonio me habló a su vez con una franqueza notable, teniendo en cuenta que apenas me conocía y que yo le advertí lealmente de mi filiación monárquica y de que siendo -como era- el jefe de Renovación Española en Vizcaya no podía comprometerme a una línea de disciplina jerárquica ni con Ledesma ni, eventualmente, con la organización futura unificada, en el caso de que se lograse, si bien ayudaría con todo interés al logro del empeño. El me escuchó con silenciosa atención y me preguntó después sobre personas y cuestiones del País Vasco que no conocía bien pero que le preocupaban, como el tema catalán, al que aludimos varias veces y que despertaba en él una oleada de sensibilidad".

El mismo Areilza coordina las conversaciones Falange-JONS que tienen lugar en un hotel de la Concha donostiarra a fines de agosto de 1933 y en las que participan Ledesma, Primo, García Valdecasas y el piloto navarro Ruiz de Alda. De ellas no saldrá la esperada fusión sino un primer tanteo que se prolongará durante todo el año y comienzos del siguiente.