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El Banco de Tolosa, 1911-1969

Fue creado en febrero de 1911, en la localidad de Tolosa. Sus promotores fueron propietarios e industriales locales. Desde sus inicios se puede advertir que esta nueva entidad tenía como objetivo servir a los intereses industriales de la comarca, ya que tanto sus fundadores como el Consejo de Administración y accionistas de primera hora, eran personas ligadas al sector industrial en torno a Tolosa. En la escritura pública de constitución figuraron Ladislao Zavala (quien fuera posteriormente presidente de la Diputación Foral de Guipúzcoa), abogado de profesión; el propietario Francisco Zubeldia y los industriales Gervasio Arámburu y Gregorio Mendía. Su primer Consejo de Administración estuvo formado, además de por los promotores Zubeldia, Arámburu y Mendía, por los industriales Pedro Limousin, Joaquín Elósegui y Juan Urquiola, todos vecinos de aquella localidad guipuzcoana.

La relación de sus accionistas con la industria de Tolosaldea,queda de manifiesto a través de la participación, no solo de industriales a título particular, sino también de empresas papeleras como Araxes, Echezarreta, Ruiz de Arcaute y Cª, o la propia fábrica de boinas de los Elósegui, que también fueron accionistas del Banco.

El Banco de Tolosa además, quiso hacer una llamada al entorno agrario de la zona, para que pudiera contar con sus servicios financieros y se sumara como accionistas o futuros clientes a la entidad. No en vano, la actividad ligada al campo era fundamental en 1911, a pesar de la importancia que para entonces tenía la industria en aquella comarca. Por ello, apenas iniciada su actividad, dirigió un llamamiento en euskara al mundo agrario, en términos muy elocuentes. Merece la pena, cuando menos, detenerse en las primeras líneas de aquel escrito del Banco de Tolosa dirigido a los buenos agricultores euskaldunes, (Tolosako Bankuba: Euskaldun nekazari zintzuak), que en su versión castellana venía a señalar la importancia y riqueza que representaban los bancos:

"A los que vivís lejos y hasta en sitios escondidos, seguramente os habrá llegado; o a los que todavía no conocéis, que existen unas casas que se llaman BANCOS; y a los que habéis estado en Donostia y en Bilbao, y en otros pueblos así, habréis visto casas grandes, hermosas y elegantes, con hermosos letreros que las señalan, que en aquellos bancos tienen pesetas a montones..."

Este párrafo y el resto del texto, venía a poner de manifiesto la época en que la escasez de bancos era la tónica general y más en el caso de los pueblos y villas de la provincia. Recuérdese que aquel año, 1911, en Gipuzkoa tan sólo el Banco Guipuzcoano fundado en 1899, contaba con unas pocas sucursales en la provincia. Por su parte, la presencia del Banco de San Sebastián, fundado en 1909, en la provincia era aún nula, puesto que apenas había iniciado su andadura, abriendo su primera sucursal en la provincia en 1912 (Irún). Por eso, el Banco de Tolosa era toda una novedad, ya que en aquella localidad sólo existía una oficina del Banco Guipuzcoano, abierta en 1906. Pero el mercado al que podía dirigirse el Banco de Tolosa en la búsqueda de clientes era muy limitado. Si el Banco tenía como objetivo servir y servirse de las operaciones comerciales que podía generar la industria de la zona, abundante en unidades de producción pero de limitado tamaño, su campo de acción era muy pequeño. Es por ello lógico que desde el primer momento también intentara captar clientela procedente del mundo rural, cuyo peso en la economía de aquel entorno, era aún importante.

Este deseo de atraer a un accionariado abundante aunque fuera menudo y de comprometer a una clientela numerosa, quedaron de manifiesto en el nominal de las acciones del Banco de Tolosa. El capital social inicial quedó fijado en un millón y medio de pesetas, repartido en acciones de un nominal de 25 pesetas, lo que hacía muy asequible comprar alguna acción y de este modo, poder incorporar un número elevado de accionistas, grandes y pequeños. De hecho la suscripción de las acciones se cubrió de forma rápida y prácticamente por vecinos de Tolosa.

Si estas cifras las comparamos con instituciones financieras guipuzcoanas de la misma época, la distancia es grande. Por ejemplo, el capital social del Banco de San Sebastián, fundado en 1909, ascendía a 10 millones de pesetas y el nominal de las acciones era de 250 pesetas. Por su parte, el capital del Guipuzcoano, fundado en 1899, se elevaba a 5 millones de pesetas que pronto fue ampliado, y el nominal de sus acciones ascendía a 500 pesetas.

Durante los primeros años, a pesar del limitado capital con el que contaba, el Banco de Tolosa se pudo beneficiar de la coyuntura económica favorable durante la I Guerra. La cifra de sus operaciones pasó de 27 millones de pesetas en 1911, a 79 millones, en 1915, y a 276, cinco años más tarde. También sus reservas empezaron a estar presentes en los balances contables a partir de 1915. Los efectos favorables de la I Guerra también se reflejaron en otros indicadores bancarios de la entidad, como consecuencia en gran parte del buen momento que vivió la industria del entorno. Los beneficios pasaron de apenas 20.000 pesetas en 1915, a casi 150.000 en 1920, para crecer hasta los 330.000, aún en 1925. Sin embargo, y al igual que otras entidades, la crisis iniciada al final de los años 20, tuvo también su repercusión en el Banco de Tolosa. Dentro de la escala de sus valores relativos, los beneficios de 1930 descendieron respecto de 1925, en algo más de un 15%.

A pesar del crecimiento experimentado durante los 15 primeros años de su actividad, el capital social no aumentó. Tan sólo, en 1942 se duplicó, siguiendo el acuerdo tomado por la Junta de accionistas. Ese año además, se firmó un convenio entre el Banco de Tolosa y Banco de Bilbao. A partir de entonces, la entidad financiera guipuzcoana dependió en gran medida del banco bilbaíno.

Cuando la dependencia del Banco de Bilbao parecía anticipar la integración del Tolosa en aquel, fue el Banco Central el que, al final de la década de los 60, compró la pequeña entidad guipuzcoana, después de más de 50 años de funcionamiento. De esta forma, el Banco Central pudo establecer sus oficinas en la localidad guipuzcoana, por la simple adquisición del Banco de Tolosa, cuyo capital era entonces de 40 millones y medio de pesetas, y sus depósitos ascendían a casi 715 millones.

Así terminaba la historia de un banco local guipuzcoano, que se levantó gracias a un grupo de industriales de Tolosa, con vistas a servir de soporte a las operaciones financieras de la industria local y de la modesta economía de una parte de su población ligada al sector agropecuario. La expansión del Banco de Tolosa fuera del ámbito local, no estuvo presente dentro de su línea de actuación. Su trayectoria, mediatizada por su corto capital y sin posibilidad de competir con entidades de mayor envergadura, sirvió para cumplir los objetivos fundacionales. Cumplidas sus bodas de oro, el Banco de Tolosa debió desaparecer dada la evolución del sector bancario, que en nada tenía que ver con las circunstancias que se habían dado en 1911.