Biografiak

DUARTE IBARGUREN, María Eva

Matrimonio con Perón. Cinco días más tarde -22 octubre 1945- se casan por lo civil. En diciembre del mismo año se verifica su matrimonio religioso. En la mente del pueblo, más idealista de lo que se cree, aquella frágil figura que electriza a las masas desheredadas, es realidad y mito: el hada de los hogares humildes, pero también el azote implacable de los poderosos. Pasado el cálido 17 de octubre de 1945, Evita y Perón se retiran a la estancia del Dr. Ramón Subiza, en San Nicolás, a 75 km. al Norte de Buenos Aires. Su descanso consiste en elaborar el programa político y la campaña electoral. En febrero de 1946 Eva Duarte será ya la señora del presidente de Argentina. Perón declara: "Ni ella ni yo teníamos tiempo para ir a un concierto ni al teatro. Nuestros conciertos y nuestro teatro eran en ella la política social y en mi las funciones de gobierno". Según testimonios de su marido, Eva Duarte era una mujer sobria. Ni fumaba ni bebía ninguna bebida alcohólica, sólo agua. Era buena amazona y cultivaba rosas y hacía los quehaceres de la casa cuando descansaba en San Vicente. Autodidacta, leía mucho sobre las grandes personalidades de la historia, sobre todo en Plutarco. Pero su personaje preferido era Elisa Lynch, esposa del mariscal paraguayo Francisco Solano López, que luchó heroicamente contra Argentina,Brasil y Uruguay coaligados. Eva Duarte jamás compró una alhaja. La Confederación General del Trabajo, los obreros, hacían suscripciones entre ellos y se las regalaban. Después el pueblo le gritaba, le exigía que luciera aquellas joyas. Cuando murió las dejó para los necesitados. Debían ser una garantía para reunir dinero y construirles viviendas, deseo que consta en su testamento. Evita sufrió también un atentado. Perón lo comenta: "Un día que Evita salió de casa, en taxi, la siguieron, la bajaron del coche y le dieron fuertes golpes que le lastimaron la cara. Se trataba de prosélitos comunistas". Ella se refiere a este episodio en su libro "La razón de mi vida": "La cobardía de los hombres que pudieron hacer algo y no lo hicieron, lavándose las manos como Pilatos, me dolió más que los bárbaros puñetazos que me dieron cuando un grupo de cobardes me denunció gritando: -¡Esa es Evita!". El día 23 de marzo de 1947 José M.ª de Areilza, nuevo embajador español en Buenos Aires, tiene su primer contacto con Evita en la Casa Rosada, en todo su esplendor oficial de Eva Perón, primera dama argentina. "Iba vestida con un traje de tarde, elegante, de corte parisino indiscutible, con rutilantes joyas y con una chaqueta de visón. Me saludó fijando en mi sus penetrantes ojos oscuros que acentuaban más la palidez amarilla de la piel y el rubio trigueño de sus cabellos peinados lisamente hacia él moño. Evita no sonreía casi nunca. Tenia una mirada inquisitiva, alerta, dura, de persona que está poseída por una ardiente pasión". José M.ª de Areilza, buen observador, nos la presenta en pleno trabajo, en su Secretaría de Ayuda Social: "Llegué puntual al amplio salón donde Evita recibía a su público. Quien no haya conocido esa época, difícilmente puede imaginarse el tono y el clima del ambiente en que la mujer del presidente despachaba sus infinitos visitantes. Era un continuo clamor y barullo de cientos de personas abigarradas y heterogéneas que esperaban durante horas ser recibidos por ella". El escritor vizcaíno nos pinta magistralmente aquel ambiente apasionado, aquel agobio que habría agotado a cualquiera que no fuera ella. "Evita, sentada tras una larga mesa que presidía el auditorium, tenia ante si varios teléfonos, un montón de dossiers, tres o cuatro edecanes, dos secretarios e indefectiblemente uno o dos ministros, un grupo de senadores y diputados, gobernadores de provincias, el presidente del Banco Central y una nube de fotógrafos y operadores cinematográficos. En medio de este aparente caos, especie de kermesse ruidosa y confusa hasta la locura, Evita escuchaba las peticiones más varias que le eran formuladas... "Mantenía el agotador show durante horas y horas hasta bien entrada la noche. A veces interrumpía la audición para trasladarse a un salón contiguo del mismo edificio en el que dirigía la palabra a un grupo de peronistas o de trabajadores en un improvisado mitin político. Hablaba con voz ronca, algo metálica, rápidamente y sin cuidarse mucho del vocabulario o del contenido ideológico del discurso. Su único tema era la lealtad y la exaltación de la figura de Perón en términos inflamados y muchas veces elementales, casi infantiles". "Evita iniciaba casi siempre las conversaciones con un ataque, como las personas inseguras. La agresión verbal le servía para poner a prueba la serenidad del interlocutor y también para no dejarse interrogar sobre temas que pudieran incomodarla y comprometerla. Me hizo sentar junto a ella en la mesa larga del estrado, frente a la multitud estridente, y empezó su diálogo con una ofensiva en toda regla". Su lenguaje era directo, a veces desenfadado, con imágenes chispeantes. Sus armas eran el ataque directo, la crítica dura, la apelación directa al pueblo. Tenia un talento natural y era hábil para la polémica. Perón justifica la tenacidad, el carácter de Eva, su lenguaje directo: "La madre de ella era vasca. Se llamaba Juana Ibarguren. El apellido del padre, Duarte, también vasco. Y el vasco es un tipo de cabeza dura que dice las cosas a la bárbara". En 1947 viaja a Europa. La España de Franco le obsequió con un traje regional por cada provincia. Rechaza una invitación de la duquesa de Alba diciendo "que ella es una mujer del pueblo". La visita al Escorial le arranca este breve comentario: "¡Qué gran casa para niños huérfanos podría hacerse aquí! ¡Qué colonia de vacaciones!". A su regreso, el Congreso aprueba algunos de sus objetivos, la igualdad política de la mujer, el voto femenino y los derechos de la ancianidad. Después de este viaje aumenta su austeridad. Su atuendo se reduce a un traje sastre o a una blusa y una falda. Su peinado hacia atrás, recogido en severo moño. Quema su vida. Trabaja día y noche en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Habla a las masas con dureza y precisión. Ataca sin cesar a los jerarcas del Ejército, de la Iglesia, de la burocracia y las clases altas.